El cartero no para de llamar
Uno mira el montón de propaganda por correo de los partidos y se pregunta qué pasó con la austeridad
Las cosas o se hacen o no se hacen, pero dejarlas a medias es una manera de no contentar a nadie y mosquear a la mayoría. Como esos jugadores de fútbol que marcan un gol pero no lo celebran “por respeto a su antiguo equipo”. Oiga, pues si tanto le respeta, no marque. Que una cosa es respetar a un rival y otra hacer el paripé.
Algo parecido está pasando en esta campaña con la austeridad, palabra de moda que lleva camino de quedar en la cuneta de las palabras sobreexplotadas donde le esperan “solidaridad” o “consenso”, entre otras. Al parecer, estas iban a ser una elecciones austeras porque, claro, se trata de una repetición electoral y las elecciones son muy caras, etc, etc… Es cierto que ha desaparecido la cartelería de las farolas. Y es una buena ocasión para que no vuelva a aparecer, haya austeridad o no. Francamente, cuesta trabajo imaginar a alguien decidiendo su voto entre semáforo y semáforo después de que su mirada se cruce con la de algún líder, este último en fotografía. Aunque nunca hay descartarlo, porque somos un país muy raro.
Alguien propuso que, en aras de la austeridad, todos los partidos compartiesen envío postal. Pero, ay, aquí que no nos toquen el afán epistolar, que como todo el mundo sabe, España es un país donde nos pasamos el día escribiendo cartas. Así, el cartero no para de llamar y volvemos a recibir en el buzón las misivas de los partidos con su correspondiente papeleta y sobre. Para que vayamos votados desde casa. A veces las cartas van personalizadas –incluso demasiado— y otras llegan al tuntún. Que no sea por papel. ¿Y la austeridad? Bien, gracias.
Puede suceder que algún desordenado conserve en la entrada las cartas de las elecciones anteriores y las abra ahora. Puede jugar a las siete diferencias con las actuales. Incluso puede que elija las papeletas de voto del 20 de Diciembre. Fijo que la mayoría todavía valen.
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