Ray Liotta: “Me resulta extraño que en EE UU se le dé más importancia al sexo que a la violencia”
Siempre estará en nuestra memoria como aquel gánster de ‘Uno de los nuestros'. Ha interpretado papeles al límite, pero el más difícil es uno real: ser padre
Hay personajes que marcan la carrera de un actor. A Ray Liotta (Nueva Jersey, 1954) le siguen recordando por el desquiciado y brutal Henry Hill de Uno de los nuestros, la obra maestra de Martin Scorsese sobre los gánsteres neoyorquinos que perpetraron el mayor robo de efectivo de la historia estadounidense y que se estrenó hace 26 años. Pero este hombre de metro ochenta y tres y magnéticos ojos aguamarina jura que no le importa cargar con el sambenito. “Me gusta que la película siga teniendo vida. Me parece un privilegio el que Uno de los nuestros siga dando que hablar hoy”, explica con esa característica voz áspera, poco después de pedir que alguien le suba un sándwich de jamón y queso a una suite del madrileño Hotel Ritz en la que nos encontramos.
“Lo más fuerte que me ha pasado fue esa vez que llamaron a mi representante para preguntarle por mi repentina muerte. Llamó a mi casa aterrado, cogí el teléfono y solo me dijo: ‘Menos mal’. El que había muerto era el verdadero Henry Hill, de Uno de los nuestros”.
En persona, Liotta no tiene nada que ver con esa imagen agresiva a la que nos tienen acostumbrados sus filmes. Sus ojos, fríos e intimidantes en la pantalla, aquí derrochan humanidad. Su boca, sin labios, generalmente apretada en el rictus de violencia que pide el guion, resulta ser propensa a la carcajada. Raymond Allen Liotta lleva dentro muchos personajes más allá de Ray Liotta.
Ha dicho que el personaje legendario que le gustaría interpretar es Jesús. ¿Es usted religioso? No, me parecía que era un personaje interesante de explorar, aunque eso lo dije hace siglos. Ahora sería demasiado mayor para ese papel.
Podría hacer de Dios. (Carcajada sonora y silencio).
La entrevista con ICON cierra una intensa agenda de promoción en Madrid de su nueva serie, Shades of blue, emitida en España por Calle 13. En ella se enfrenta a su mayor reto en los últimos años: interpreta a Matt Wozniak, un agente de policía al margen de la ley, pero que es algo más ambiguo que los demás corruptos de su filmografía. “En los setenta se veían más este tipo de personajes. Me parecen más interesantes y realistas porque todo el mundo tiene ese lado bueno y malo”, explica. Esta pátina de complejidad sería algo bueno para cualquier otro actor. Para Liotta, al que se asocia tanto a sus personajes, ha sido algo problemático.
Primero por la imagen que da de las fuerzas del orden: “A ver, a los policías les gusta la serie”, matiza. “Saben que es ficción y no se lo toman como algo personal”. En el tercer episodio, Wozniak se besa con otro hombre. Liotta tuvo que aclarar que, a pesar de la escena, él no era gay; del mismo modo que, aunque haya matado a mucha gente en sus películas, en la vida real jamás ha cometido ningún asesinato. “Me pareció una verdadera locura. Me resulta extraño que en EE. UU. se le dé más importancia al sexo que a la violencia”.
Este tipo de reflexiones morales no son raras en este actor. Las comparte con su hija, Karsen Liotta, de 17 años, fruto de su relación con la actriz y productora Michelle Grace, de quien se divorció en 2004. “Le digo que siempre piense en los demás y que busque algo que le guste porque lo va a tener que hacer durante el resto de su vida”. Ella, de hecho, ha elegido seguir sus pasos y está rodando una película con James Franco, según nos adelanta Ray.
Él también se ha dejado influir bastante por sus padres –hace poco descubrió que le habían adoptado a los seis meses–, dueños de una cadena de tiendas de suministro para coches. Su padre, Alfred Liotta, solía decir: “No le des importancia a los detalles”. Es, junto a la lectura de libros de autoayuda –entre ellos, el clásico The dragon doesn’t live here anymore, de Alan Cohen–, el gran pilón del modo en que Ray Liotta entiende el mundo. Eso sí, la influencia paterna tiene sus límites: Alfred estuvo involucrado en política apoyando al partido demócrata y Ray prefiere ni verla. “Acabé harto de la política porque es aún peor a pequeña escala. Me quitó las ganas de implicarme”, admite. “Pero lo que está pasando en EE. UU. [con la posibilidad de que Donald Trump sea presidente] es una locura. Ahora mismo me parece todo un espectáculo, como estar viendo una serie de televisión. Los españoles debéis pensar que estamos todos locos”. ¿A quién votará? “A quien crea que lleva razón”. Ni eso quiere decir.
La vida se vive a pasos, y andar es elegir un rumbo. Ray Liotta ha ido dejando atrás diferentes versiones de sí mismo, vidas que pudieron ser y no fueron. Podría haber sido músico. “Cuando interpreté a Sinatra [El clan Sinatra, 1998] no se me quitó la espinita. Cuando era pequeño di clases de guitarra y siempre digo que tengo que retomarlas”. Podría haber sido el Joker en el Batman de Tim Burton, en 1989, el que luego terminaría interpretando Jack Nicholson, y no lo fue. “No lo rechacé”, corta él. “Pasó justo cuando empezaba a hacer películas importantes y no pensé que fuera un paso muy inteligente. Ni siquiera me reuní con el director”.
También podría haber vuelto con Scorsese para la serie de gánsteres Boardwalk empire en 2010. “Pensé que me ofrecería algún papel en la serie, pero en ese momento mi hija estaba a punto de terminar el colegio y fue más importante estar con ella. Cuando los niños son pequeños y toca darle forma a su personalidad, hay que estar ahí. Luego, Martin y el equipo decidieron ir por otro camino, así que ni siquiera tuve que plantearme esa decisión”.
Y remata este pensamiento con una reflexión que, de forma inintencionada pero también certera, apunta adónde le ha llevado el camino que sí ha recorrido: “El papel más importante que he tenido en la vida ha sido el de ser padre”. Ahí sí que se mezcla con su personaje. Y nadie le da por muerto.
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