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EL ACENTO ELECTORAL
El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un programa político bailable

En lugar de propuestas, verbena; en vez de compromisos económicos, chunda-chunda; en lugar de renovación, el himno del PP en todos los tonos. Con este comentario se inicia una serie que cubrirá toda la campaña

Jesús Mota

El PP siempre ha tenido dificultades para entender los términos renovación o modernización. Son palabras que sus dirigentes conocen, pero que no comprenden bien. A falta de una auténtica renovación del partido, que necesariamente incluiría una sustitución masiva de sus dirigentes actuales (gestión política discutida y discutible más corrupción contaminante), el partido de Génova ha optado por ampliar las escalas del himno del partido en una gama tonal que va desde lo retrechero al rock polvoriento que perpetraban los teloneros de los conciertos en los años 70. Con la luz cegadora, los destellos mareantes y las lentejuelas luminosas adecuadas, las variaciones del tará-tará-tararatarara del PP podrían haberse estrenado en el último festival de Eurovisión y conseguir menos puntos que Alemania. Tenemos el himno PP en versión punk, heavy metal (es un decir), tonadillera desgarrada, bacalao, salsa o merengue, de corte chotis o especialmente arreglado para varietés.Todos ellos perseguibles de oficio por delito de lesa música y bailados además en las imágenes promocionales por cargos del Gobierno y del partido con la misma soltura que el que salta a la comba. No esperábamos de Soraya Sáenz de Santamaría una Ginger Rogers emergente, pero moviéndose al ritmo del tará-tará parece más interesada en hipnotizar al inocente espectador que en articular algún movimiento coordinado.

Es de temer que el programa electoral del PP empiece y acaba en los arreglos sonrojantes de su himno corporativo. En lugar de programa, verbena; en vez de compromisos económicos, chunda-chunda para la plaza del pueblo. Un programa electoral de bailables. Pero eso sí, para todos los grupos sociales.Y lo peor es que, como concluían las crónicas añejas sobre alborotos y riñas tumultuarias, no se practicaron detenciones.

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