21 fotos20 hitos masculinos que cambiaron al hombre para siempreLa masculinidad está en continuo proseso de renovación y debate. Estos episodios dieron un vuelco estético, cultural y hasta político al hombreLuigi LandeiraCarlos Primo15 jun 2016 - 10:16CESTWhatsappFacebookTwitterLinkedinCopiar enlaceEl hombre ya no es lo que era. En el último siglo, el macho humano ha sufrido más mutaciones éticas y estéticas que en muchos siglos de historia. Y gran parte de la culpa la tiene la explosión de los medios de comunicación de masas, especialmente radio, cine y televisión. Eso por no hablar de Internet, que ha acelerado hasta el vértigo el constante vaivén de modas, modos y patrones de comportamiento. Es el cambio en el concepto de la virilidad, que el sociólogo Jean-Jacques Courtine (autor de una monumental 'Historia de la virilidad') describía como "vinculado al ideal del guerrero: fuerza física, valor y enfrentamiento con la muerte", y que hoy ha perdido fuerza. Aún siendo las tendencias masculinas bastante más estáticas que las femeninas, cada año se viralizan nuevos fenómenos que transforman todos los campos que atañen al hombre actual: desde la ropa hasta la cosmética, pasando por el pensamiento, el ocio, la economía, la peluquería e incluso la política. Haría falta un libro entero, si no una enciclopedia, para abarcar todos los hitos. Estos son solo 20. Un puñado de varones, un puñado de frases, un puñado de fenómenos sin orden ni concierto que, para bien o para mal, han cambiado radicalmente el destino del hombre moderno.Hubo un tiempo en el que el hecho de que un hombre se maquillara era intolerable, salvo que fuera un payaso o un mimo. David Bowie rompió esta ley no escrita, convirtiéndose en buque insignia en los 70 del 'glam rock', una tendencia estética y musical que ponía patas arriba la masculinidad tradicional. Aunque en encarnaciones anteriores ya había hecho sus pinitos todo el potencial andrógino de Bowie se desencadenó en el vídeo de la canción 'Life on Mars?' (1972). Ahí aparece con un femenino mullet naranja, los ojos pintados, dos kilos de Rimmel, labios rojos, traje de satén turquesa y zapatones de plataforma. No es raro que muchos espectadores tuvieran serias dudas sobre si aquel individuo era hombre, mujer, hermafrodita o vaya usted a saber. De esta escandalosa manera, Bowie no solo puso en evidencia su bisexualidad, sino que rompió de un plumazo las barreras entre los sexos. Por fin, los hombres podían ser mujeres sin dejar de ser hombres. Y viceversa. En España, por avatares del franquismo, esta androginia no llegaría hasta bien entrada la Transición, de la mano de artistas como Miguel Bosé o Fabio McNamara. Hoy, la mayoría de las marcas especializadas en maquillaje han lanzado líneas para hombre, aunque, por regla general, lo que busca el hombre que se maquilla es un efecto uniforme y natural, no parecer un adefesio.En 1999, el periodista inglés Mark Simpson acuña el término “metrosexual” en el diario 'The Independent', haciendo alusión al hombre que vendría en el inminente siglo XXI: un urbanita sofisticado, loco por la moda y la cosmética. Tras casarse con Victoria, la Spice Girl pija, la estrella del fútbol David Beckham se erigió en icono de la metrosexualidad. Sus campañas publicitarias y apariciones públicas luciendo joyas, peinados extravagantes, tatuajes mil, uñas pintadas y hasta pareos, no afectaron para nada a su condición de varón apuesto y viril, sino que la reforzaron. Con su sola omnipresencia, Beckham logró que muchos hombres aparcaran sus escrúpulos y se convirtieran en 'fashion victims' de la noche a la mañana. Además, fue pionero en la divulgación de la cosmética y la depilación masculinas, y en la actualidad tiene su propia línea de cremitas y fragancias. Icono no, lo siguiente.InstagramRodó solo tres películas y murió a los 24 años, pero le bastó y le sobró para sentar las bases de un nuevo tipo de masculinidad. De hecho, lo habría hecho igualmente aunque solo hubiera protagonizado 'Rebelde sin causa' (Nicholas Ray, 1955). Definida como “una bofetada a la tradición”, la insólita actitud de James Dean inauguró lo que desde entonces se vendría en llamar el “adolescente”. Si hasta ese momento el hombre era hombre en cuanto acababa su niñez, Dean inauguró un estado intermedio: un mozo melancólico, atolondrado e inconformista, vestido con vaqueros y camiseta y orgulloso portador de un tupé semidespeinado. Su masculinidad era muy moderada: no en vano, según cuentan sus biógrafos más viperinos, tuvo relaciones sadomasoquistas con Marlon Brando y otros hombres. El estilo de Dean ha sido imitado hasta la náusea por mozos y actores de todo el mundo, desde Steve McQueen hasta James Franco, pasando por el mismísimo Elvis, que aseguró que “podría ver 'Rebelde sin causa' más de cien veces”.CordonPor las propias leyes de la madre Naturaleza, lo del metrosexual no podía durar mucho. Y es que tiene que haber suficientes diferencias entre hombre y mujer para que el tinglado este que Dios ha montado para que nos reproduzcamos funcione. Por eso, en 2007 Matthew Weiner se sacó de la manga la serie 'Mad men' y al personaje de Don Draper (el imponente Jon Hamm), que vuelve a poner de moda al hombre de los primeros años sesenta, viril, mujeriego, conservador y vestido como Cary Grant. Pero Don Draper era ficción y, al trasladarlo a la realidad, se mezcló con las tendencias contemporáneas; el monstruo resultante fue el 'übersexual', un macho alfa que pasa de cremitas y tontunas, pero viste bien y tiene su puntito sofisticado. El mayor representante de esta tendencia retro fue el actor George Clooney, y sus embajadores españoles, Miguel Ángel Muñoz y Miguel Ángel Silvestre, entre otros.CordonEn la película 'Risky business' (1983), un jovencísimo Tom Cruise inventa la figura del pijo canalla. Cruise era un pijo libérrimo, anárquico, desenfadado y hedonista. Un alegre universitario que aprovechaba la ausencia de sus padres para perpetrar todo tipo de gamberradas. Con él, se acabaron siglos de encorsetamiento, de estiradas normas de conducta, de compromiso heroico con los antepasados. Y gracias a él, se despacharon más de 360.000 pares del modelo Wayfarer de Ray-Ban, que más de 30 años después aún no ha pasado de moda.En el siglo XXI no está mal visto que los hombres lloren; por el contrario, la lágrima masculina está considerada un síntoma de honestidad y sensibilidad. Pero no siempre fue así. En los años ochenta, sin ir más lejos, todavía se consideraba patético que un hombre hecho y derecho llorara en público. Tuvo que llegar el rudo caracartón Sylvester Stallone y derramar sus mostrencos lagrimones en 'Rambo' (1986), una película que dejaba atrás a Bogart, Conan, John Wayne, Bronson, Harry el Sucio y demás superhombres inasequibles a los pucheros, para presentar un nuevo tipo masculino: el héroe sensible. Así, pese a ser un pedazo de bestia, cuando Rambo vuelve a América se encuentra con que no recibe el trato que merece como veterano… y se deprime. En la mente de todos está esa escena en la que rompe en lágrimas ante su superior por su amigo caído en combate, mientras exclama la inmortal frase: “¡No encuentro las piernas!”. El mensaje era alto y claro: si Rambo puede llorar, tú también.“Soy lo suficientemente bajito y feo como para triunfar por mí mismo”, le espeta Woody Allen al fantasma de Humphrey Bogart al final de 'Sueños de un seductor' (1972). Durante toda la película, Allen intenta en vano emular a Bogart, su gran ídolo, para al final darse cuenta de que solo siendo él mismo tiene éxito con las mujeres, muy a pesar de sus múltiples neuras, su incipiente alopecia, su físico esmirriado, su nariz de judío y sus sempiternas gafotas. Así nació un nuevo tipo de galán: el intelectual. Fuera de las pantallas, el actor y director judío puso la teoría en práctica ligándose nada menos que a la bella Mia Farrow, ex mujer de Frank Sinatra. El cambio en el modelo de masculinidad que suponía este hecho dio esperanzas a toda una legión de 'freaks' y culturetas. Desde entonces, la gafa es bellaEn la película 'Wall Street' (1987), Michael Douglas es Gordon Gekko, reflejo del tiburón de las finanzas que se puso de moda en Estados Unidos y gran parte de sus colonias extranjeras a partir de la década de los ochenta. La gomina, el afeitado bien apurado y el traje con corbata impecable eran las señas de identidad de este paladín del capitalismo norteamericano, para quien todo estaba permitido con tal de forrarse. La versión española de este mito fue el también impecable Mario Conde que, tras una carrera meteórica, fue nombrado presidente de Banesto el mismo año del estreno de 'Wall Street'. La estética 'yuppie' nunca ha pasado de moda, pero tanto Conde como Gekko acabaron entre rejas.El diseñador Calvin Klein llevaba toda una vida consagrada a la moda, disfrutando de un moderado éxito. Pero el verdadero pelotazo no lo pegó hasta el año 1990, cuando lanzó una campaña para promocionar su línea de ropa interior, fotografiada en sugerente blanco y negro y protagonizada por el cantante y modelo Mark Wahlberg, que apareció en los anuncios (solo o bien acompañado por Kate Moss) luciendo unos bóxer blancos, marcando paquete. Se abría así una nueva época en la moda íntima masculina, que supuso el crepúsculo del calzoncillo de abuelo y la decadencia del 'slip'. A partir de ese momento, la ropa interior pasó a ser algo fundamental en el guardarropa masculino, y se inició también la moda masiva de llevar los pantalones caídos para dejar que asome, como quien no quiera la cosa, la goma del gayumbo.CordonEn la era 'pre-hippy', la melena era cosa de chicas. Hicieron falta dos guerras y muchas decepciones para que los jóvenes yanquis decidieran pasar de todo, inflarse a 'tripis' y dejarse el pelo largo. Pero esto no ocurrió de la noche a la mañana, sino de forma lenta. Lo primero que crecieron fueron los tupés de los rockers. Después, llegaron los Beatles con sus cada vez más largos flequillos. Y, por fin, salieron hippies como setas y se dejaron crecer la melena, borrando las fronteras entre los géneros: no en vano, costaba diferenciar a un hippy macho de un 'hippy' hembra, puesto que ambos iban con sombreros, camisas de flores, tejanos y pelos largos. El 'hippy' más famoso (tanto como Jesucristo, según él mismo dijo) fue John Lennon que, en 1969, se encamó por la paz junto a su esposa Yoko Ono. Con sus greñas, sus floripondios y sus ropas blancas, ambos fueron los monarcas no oficiales del hippismo. Hoy, la melena masculina es tan común que la pueden llevar hasta los políticos.En 2014 el mundo estaba empachado de 'muffins', barbas, gafas de pasta y demás zarandajas. Los 'hipsters' ya salían en los anuncios de El Corte Inglés y hasta Brad Pitt llevaba una gran barba, así que los modernos de verdad (quienes quiera que fuesen) decidieron que todo eso ya estaba pasado: lo que molaba ahora era volver a ser normal, pero a lo bestia, como diciendo que “soy tan guay que me puedo permitir el lujo de vestir como un hombre del montón”. Los reyes absolutos de este estilo son Marck Zuckerberg, el creador de Facebook; el gurú de Macintosh Steve Jobs, y el presidente Barack Obama cuando no va trajeado. Lo bueno del 'look' normcore (el anglicismo para la moda normal) es que está al alcance de cualquiera y no exige tanto tiempo y dedicación como el 'hipster': basta con un pantalón chino o vaquero, una sudadera, polo o camisa de marca blanca y botas de trekking en invierno, sandalias de guiri en verano y zapatillas deportivas todo el año. En España, los máximos representantes de esta tendencia son Íñigo Errejón, Juan Carlos Monedero, Pablo Iglesias y demás líderes de Podemos, que han usado y abusado del 'normcore' para empatizar con los votantes y romper con la estética tradicional de la clase política.Más de un lustro le costó a Michael Jackson acabar el disco que sucedería al superventas 'Thriller'. Su pánico a fracasar y un excesivo perfeccionismo hicieron que tirara la casa por la ventana, intentando superar un éxito apoteósico e irrepetible. Para ello contrató carísimos músicos de sesión, pulió cada tema hasta el delirio, grabó carísimos vídeos y fichó famosos a golpe de talonario: para el vídeo de 'Bad' llegó a ofrecerle el papel de malo al mismísimo Prince, aunque este rechazó la oferta. También se cambió la cara. En los años anteriores a 'Bad' ya se observaban algunos retoques en las facciones de Michael, pero la portada de 'Bad', el Rey del Pop se pasó tres pueblos: el cirujano le hizo literalmente una cara nueva, perfilando sus labios, afilando sus facciones, poniéndole un hoyuelo en el mentón, la piel más clara que nunca, los ojos agrandados y una nariz microscópica. De alguna manera, y a pesar de que su mutación quirúrgica continuaría hasta límites monstruosos, la nueva cara de Michael tuvo éxito y puso de moda la cirugía estética entre ricos y famosos de todo pelaje. No hay nada más que ver las caras de Tom Cruise, John Travolta o Camilo Sesto.Hay pocas escenas cinematográficas que resuman con tanta exactitud el cambio de una época como la del vestidor de Richard Gere en 'American gigolo' (1980). En primer lugar, porque es toda una lección de estilismo: vemos cómo elige las corbatas, como las empareja con distintas opciones de camisas y qué se pone finalmente. También porque, en aquellos años ochenta, la idea de combinar chaqueta, pantalón, camisa y corbata en tonos de marrón (cercanos, pero no idénticos) cobraba fuerza. Por último (y lo más importante), porque está en las antípodas del hombre de negocios que se viste para parecer respetable. Aquí, Richard Gere se viste para su propio negocio, que es el de la seducción. Y se lo pasa bien en el ínterin, bailotea semidesnudo al ritmo de Smokey Robinson & The Miracles, deja ver sus horas en el gimnasio (y el talle exacto de su pantalón) y reivindica que la coquetería no es patrimonio exclusivo del sexo femenino. Toda una lección de hedonismo masculino en plena era 'yuppie'.Antes de que el diseñador Hedi Slimane inaugurara Dior Homme, la línea masculina de la casa francesa, había ciertas fronteras inamovibles en el mundo de la moda. Los hombres hechos y derechos llevaban traje, y los chavales vaqueros. La única excepción era la moda deportiva, en tierra de nadie (y de todos). Cuando una firma de lujo quería dirigirse al público masculino, lo hacía evocando la imagen de sofisticados hombres de negocios, machos alfa triunfadores, tiburones de las finanzas y deportistas de élite. Los adolescentes sólo servían para anunciar vaqueros, zapatillas y ropa interior. Entonces, a principios de los 2000, llegó Slimane y todo cambió de arriba abajo. La silueta masculina se rejuveneció 20 años porque los pantalones de traje se hicieron más estrechos, las chaquetas se estilizaron y los tonos intermedios de la moda noventera dieron paso a dos: blanco y negro. Además, sus modelos ya no eran robustos caballeros, sino jóvenes demacrados y rebeldes como Pete Doherty, cantante de The Libertines, que vestía pitillos, chaqueta de esmoquin, camisetas y corbatas negras finísimas. De repente, ya no nos apetecía ser 'brokers', sino 'skaters'. Y en esas seguimos. Con pantalones estrechos.Mire el vídeo de la canción 'Karma Chameleon', el mayor éxito de Culture Club. Localice a Boy George (en la foto con Mr. T, de 'El equipo A'), que canta encaramado a lo que parece una embarcación cubierta por una lona. Ahora, trate de identificar y enumerar las prendas, abalorios y accesorios que lleva puesto. Si lo logra, usted puede considerarse un experto en subculturas, símbolos punk, folclore nativo americano, cabaret y moda experimental de los 80, porque todo eso es lo que luce el solista británico en una de las épocas más gozosamente desconcertantes de la cultura pop. Eran los 80 de los 'blitz kids', aquellos chavales londineses que se acicalaban para acudir a The Blitz, un club en cuya puerta estaba el también cantante Steve Strange (Visage) sosteniendo un espejo de cara al público y repitiendo como un mantra: “Si estuvieras en mi lugar, ¿te permitirías la entrada?”. En The Blitz la norma era el travestismo, el disfraz infinito para provocar emociones estéticas extremas. Las chicas llevaban levita y los chicos falda. Todos, maquillaje. Fue cuando entendimos que la moda masculina podía ser tan abierta y transgresora como quisieran sus portadores, y que la diversión también pasaba por la ropa.La película 'El gran Lebowski' (1998) es como el flamenco: o te lo dice todo o no te dice absolutamente nada. Para los que sí se sintieron interpelados por las aventuras de este filósofo del fracaso, el protagonista de la película de los hermanos Coen es la demostración de que hay cierta grandeza en lo que muchos considerarían el fracaso vital más estrepitoso. El Nota (que así se hace llamar el protagonista, interpretado por Jeff Bridges) es el orgullo del 'outsider', la cerveza como credo y la conciencia de que la vida se complica siempre más de lo previsto y que, a fin de cuentas, hacer demasiados planes implica demasiadas decepciones. Creó escuela, claro. Y generó una legión de epígonos, imitadores y monólogos de bar menos magistrales que el original.Ellas de rosa y ellos de azul. Desde nuestra más tierna infancia, generación tras generación, nos habían inculcado que el color rosa era patrimonio exclusivo de las niñas. Y por eso un varón heterosexual casi prefería andar en pelotas antes que ponerse una prenda rosa. Hasta que, en 1984, se estrenó 'Corrupción en Miami', una serie de televisión que cambió la estética masculina de cabo a rabo. Nadie antes había salido en la tele con la pinta de Don Johnson: camiseta con americana remangada, barba de tres días, zapatos sin calcetines... y una temeraria inclinación por el rosa y otros colores pastel. Y todo ello sin perder ni una gotita de su irresistible masculinidad. Costó unos cuantos capítulos que la moda Miami Vice cuajara, pero al final hasta Julio Iglesias acabó por vestirse como Sonny Crockett.Aunque en la actualidad está considerado uno de los calvos más sexies del mundo, a Bruce Willis le costó Dios y ayuda salir del armario alopécico. Y es que, hasta hace nada, ser calvorota suponía una tara estética considerable. Por eso, los cantantes y actores que la padecían se veían obligados a usar pelucas, hacerse implantes o disimular las calvas con pintura. En sus películas, a Willis le solían poner pelo con ordenador. Hasta que, en 'Pulp fiction' (1996) Quentin Tarantino le dio el inolvidable papel de un rudo y atractivo boxeador… rapado. El actor vio la luz y, a partir de entonces, explotó su nueva imagen de rapado morboso, cosa que supuso un nuevo comienzo en su carrera y puso de moda las cabezas rapadas, algo que antes era patrimonio exclusivo de 'skinheads'. No fue Willis el único impulsor del calvo viril: detrás de él fueron otros actores como Woody Harrelson o nuestro Luis Tosar, y futbolistas como Zidane o Fredrik Ljungberg.'Yuppies', cocaína, maquillaje, heavy metal, estrellas del porno, tecno pop... La de los ochenta fue una década excesiva que desembocó en el resacón de los noventa. Un momento propicio para que Kurt Cobain y su grupo Nirvana arrasaran con la ruidosa 'Smells like teen spirit' (1991) y enterraran definitivamente el 'glamour' ochentero. Los vaqueros rotos, las camisas de leñador, las barbas desaliñadas y las greñas darán paso a la estética 'grunge', que llevaba implícita una actitud de rechazo al sistema heredada del punk y resumible en una frase de Neil Young: “Es mejor arder que apagarse lentamente”. Kurt Cobain se la tomó al pie de la letra, se pegó un tiro (en abril de 1994, con 27 años) y se convirtió en el mártir de la Generación X. Su desesperado espíritu juvenil ha sido heredado por los 'ninis', y los llamados “lumbersexuales” han retomado la estética de leñador, pero, eso sí, convenientemente descafeinada, y popularizada por Ryan Reynolds, Charlie Hunnam, Tom Hardy y otros actores.En una época (la actual) que podría instituir el tiro al 'hipster' como deporte olímpico, incidir en esto podría parecer innecesario. Pero lo cierto es que hubo un tiempo en que nadie llevaba camisas de franela, ni consumía nada orgánico, ni iba en bicicleta ni invertía horas en arreglarse la barba. El 'look' melancólico de los cantantes Justin Vernon (Bon Iver) o Fleet Foxes, la horticultura o la carpintería como afición y los barrios 'gentrificados' del centro como alternativa a las urbanizaciones de lujo se han convertido en algo mucho más imitado de lo que parece (y también menos irónico de lo que se piensa). Cuando pensemos en estos años que ahora vivimos, nos acordaremos de ello. Por cierto, el de la foto, tan 'hipster', es el actor Elijah Wood.