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Tentaciones
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Mujer pobre, sana, se alquila

La Feria 'Surrofair' de gestación subrogada se celebra este fin de semana en Madrid y pondrá en contacto a clientes españoles con agencias que ofrecen 'vientres de alquiler'. En España no tiene un marco legal y numerosos colectivos feministas lo consideran explotación de la mujer

Cordon Press

Con motivo de la feria de gestación subrogada Surrofair, organizada por la publicación Babygest, que se celebra el 7 y 8 de mayo en Madrid, el Partido Feminista ha presentado una denuncia ante los tribunales alegando que “supone un riesgo real de explotación y tráfico de personas”. Y el debate ha vuelto a saltar a la luz pública. ¿Hasta qué punto es cuestionable el hecho de alquilar un cuerpo? ¿Lo hacen obligadas algunas mujeres? ¿Es necesaria una regulación?

Además del Partido Feminista, la Asociación de Mujeres Clara Campoamor, se ha sumado a la denuncia por motivos muy semejantes. “Nuestra posición es contraria a la regulación. Aspiramos a una sociedad en igualdad y hay que poner límites a la voracidad de unos mercados que no tienen escrúpulos en mercantilizar actividades que debieran ser libres entre iguales, no comercializadas”, explica la presidenta de la asociación Anunciación Belchí.

"Aspiramos a una sociedad en igualdad y hay que poner límites a la voracidad de unos mercados que no tienen escrúpulos”.

Kajsa Ekis Ekman, escritora del libro Being and being bought: prostitution, surrogacy and the split self, en el que analiza la relación entre prostitución y gestación subrogada, hace un análisis bastante categórico de la situación: “la gestación subrogada se dirige a cuatro tipos de clientes de clase alta, que rechazan la adopción porque quieren un hijo étnica y genéticamente como ellos,” . “Son parejas hetero, blancas o japonesas. Parejas gays con un patrón conservador de familia, que no desean 'compartir' su hijo con la madre pero la necesitan para reproducirse. Solteros que no han conseguido formar pareja y mujeres fértiles que quieren conservar su figura”, señala.

Si antes se pensaba en contratar un vientre de alquiler por razones de infertilidad, ahora la imagen es otra. “Es la sociedad que nos rodea -nos dice Anunciación- la que estamos creando y en la que apenas queda margen para el ejercicio de los valores, la aceptación de nuestro cuerpo, la aceptación del paso del tiempo”.

Natalia Álvarez, directora de Surrofair, deja claro que “no se alquila ni se compra a nadie".

Natalia Álvarez, directora de Surrofair, deja claro que “no se alquila ni se compra a nadie". "Es una técnica de reproducción asistida cuyo nombre es 'gestación subrogada' o 'gestación por sustitución'". Hace tiempo el término vientre de alquiler desapareció del discurso. “Al ser una donación -prosigue Natalia- un acto solidario, es esencial que las mujeres que decidan gestar al hijo de otra persona lo hagan desde la total libertad, con la motivación real de poder ayudar al prójimo. Que sean mujeres que ya ha sido madres y ahora quieran ayudar a otros a formar una familia. Se trata de minimizar los riesgos para estas mujeres, por eso es importante que ya hayan llevado a buen término un embarazo sin complicaciones”.

La industria ensalza el altruismo de la gestación subrogada pero, según Kajsa, supone menos de un 5%. Lo normal es que haya transacción económica. En los mismos foros de la revista Babygest, podemos encontrar mujeres latinas que se ofrecen a clientes españoles: “Rento mi vientre en México, Sinaloa, sin vicios, sin problemas de salud, disponibilidad para viajar, sin problemas en embarazo anterior, sin antecedentes penales, cobro 200.000 pesos mexicanos…”. (Nota: unos 9.700 euros)

Un 'contrato' entre las partes

“La gestación subrogada no es legal en España y por ello es importante dejar claro que intentar llevar a cabo este proceso supondrá que el contrato será considerado nulo y la maternidad adjudicada a la mujer que da a luz”, cuenta la directora de Surrofair.

Al preguntarle por estos mensajes en su publicación, su discurso es bastante claro y extenso: “supongo que algunos estarán pensando maneras de poder esquivar estas leyes. Bien, a esas personas quiero decirles que en estos tratamientos, como en cualquier otro tratamiento médico, las cosas no siempre salen exactamente como se tienen previstas. Por eso es importantísimo que exista un contrato reconocido legalmente que proteja a todas las partes. Un contrato que reconozca desde el momento que nace la filiación del nacido por parte de los padres de intención para que ni la gestante pueda reclamar su maternidad, ni por el contrario los padres de intención puedan renunciar a ella”.

Desde la Asociación de Mujeres Clara Campoamor no son muy partidarias de este tipo de acuerdos legales. Según su presidenta, los contratos "en ocasiones las obliga a dejar su entorno habitual o a alimentarse de una u otra manera”. También, según explica, deben ceder el derecho a abortar, medicarse a menudo sin conocer sus efectos secundarios, abortar embriones sobrantes, renunciar y disociarse del bebé.

La escritora Kajsa Ekis Ekman es bastante más explícita sobre esos contratos: “en los EEUU o India las mujeres reciben un curso pedagógico para aprender a disociarse del bebé. Las enseñan a nunca decir “Te amo” sino “tus padres te aman”, a no ponerle nombre y a no pensar que el hijo les pertenece. Para no sufrir hay que disociarse y pensar en el vientre como una fábrica".

"Las enseñan a nunca decir 'Te amo' sino 'tus padres te aman', a no ponerle nombre y a no pensar que les pertenece".

La pobreza forma parte de la mayoría de las gestantes sobre todo en países como India, Grecia, Rusia o Ucrania y en ocasiones son obligadas contra su voluntad, como las mujeres secuestradas que escaparon de la fabrica de niños de Tailandia. Es perfectamente imaginable que las mafias estén ahí -indica Anunciación- igual que ocurre con la prostitución”.

“Hay gente occidental que piensa que para una mujer pobre no es tan difícil separarse de su bebé como lo sería para una mujer rica y blanca. Las madres pobres también lloran, extrañan a su bebé y viven toda la vida pensando cómo estará”, concluye Kajsa.

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