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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

Burundi ¿demasiado pequeño para preocuparnos?

Por Rosa Moro, coordinadora de comunicación de Umoya, Federación de Comités de Solidaridad con África Negra (@ComitesUmoya).

Refugiados burundeses en el campo de Mahama, en territorio ruandés. Foto: Umoya

Durante 2015, la presencia de Burundi en los medios internacionales creció relativamente por la crisis humanitaria generada en el país por un conflicto con base política. En abril, el presidente Pierre Nkurunziza anunció que se presentaría a un tercer mandato. Inmediatamente estallaron manifestaciones de protesta, que fueron fuertemente reprimidas por las fuerzas de seguridad. Cualquier crisis en Burundi no puede desligarse de la región en la que se encuentra el país: Ruanda, la República Democrática del Congo, Uganda, se han visto sacudidos por grandes y graves crisis humanitarias, y los modos políticos en todos estos países tienen llamativas semejanzas. Por ejemplo, la pretensión del presidente burundés de presentarse a un tercer mandato en las elecciones se parece mucho a lo que antes habían hecho con naturalidad varios de sus vecinos: el presidente de Uganda en 2005, el de Ruanda en 2010 y el de República Democrática del Congo en 2011: interpretar el límite constitucional de dos mandatos presidenciales elegido por sufragio universal directo. En la región se han dado otras circunstancias políticas de mayor inestabilidad, como designaciones indirectas tras acuerdos o altos al fuego u otros motivos, como el asesinato del anterior presidente, en el caso de Kabila, en Congo.

La preocupación por lo que pueda pasar en Burundi, desgraciadamente, no ha logrado movilizar a la comunidad internacional mucho más allá de la propia región, donde existen intereses geopolíticos y económicos muy fuertes. La falta de compromiso queda en evidencia con el mediador designado para la crisis de trasferencia de poder, Yoweri Museveni, de Uganda. Él mismo lleva en el poder 30 años, desde 1986, agotó un largo mandato por designación hasta que se organizaron las primeras elecciones en las que fue elegido, agotó su segundo mandato y cuando llegó la hora de dejar el poder, cambió la Constitución ugandesa para mantenerse en el poder y acaba de ganar las últimas elecciones en febrero de 2016. No parece la persona más apropiada para asesorar a Burundi. Tampoco el otro vecino y participante en las “conversaciones de paz”, Paul Kagame, de Ruanda, quien lleva en el poder desde 1994 y acaba de reformar la constitución para seguir siendo presidente hasta 2034: un total de 40 años, mínimo. Joseph Kabila, de la República Democrática del Congo, intenta por todos los medios cambiar la constitución para “legalizar” su presencia en el poder. Nkurunziza, que ni siquiera ha llegado a reformar la constitución como ellos tres, se ha encontrado con una indignación internacional nunca antes vista, al querer cumplir dos mandatos presidenciales “elegido por sufragio universal directo”, como reza la Constitución de Burundi, a la que remiten los famosos Acuerdos de paz de Arushadel año 2000.

La represión de las manifestaciones por parte del Gobierno, y un intento de golpe de Estado por parte del jefe destituido de los servicios secretos, desataron 77 muertes y la huida de 127.000 personas. Pero cuando el 21 de julio Nkurunziza ganó las elecciones con más del 69% de los votos, la violencia se disparó, dejando.400 muertos y 220.000 personas desplazadas. Los ataques rebeldes desde el exterior y el interior se han dirigido a cuarteles militares, al palacio presidencial, y han ido acompañados de varios asesinatos de líderes civiles, políticos y militares, hasta fechas recientes. Todo ello en un pequeño país de apenas 10 millones de habitantes. La composición étnica del país es muy similar a la de la vecina Rwanda: una mayoría hutu, minorías tutsi y twa.

Pero los factores étnicos no son determinantes en la situación, aunque existan voces empeñadas en hablar de un ‘nuevo genocidio’. En Burundi, el gobierno, el ejército, la administración y los partidos políticos son diversos, y de hecho la mayoría de la oposición está formada por hutus, que comparten etnia con el presidente reelegido. Es importante superar las insinuaciones de la propaganda, evitar caer en el juego, como analiza el periodista ruandés Claude Gatebuke, de quienes tienen intereses y agenda propia respecto a la posición de Burundi en la zona, o desean provocar con excusas una invasión del país que permita el dominio de la región.

Con tantas vidas en juego, tantas personas que han huido sin nada para refugiarse de la violencia, la inestabilidad y la vulnerabilidad en el pequeño país africano son muy preocupantes. Un informe confidencial de expertos de la ONU presentado en enero de 2016 denuncia el reclutamiento forzoso de refugiados burundeses, menores incluidos, en uno de los campos en que se encuentran, para incorporarlos a los grupos rebeldes violentos que se oponen al presidente. La credibilidad del informe no ha impedido que pase sin pena ni gloria, ya que ninguno de los actores internacionales que podrían hacerlo está tomando medidas para lograr la pacificación del país. Y es urgente e imprescindible, porque, como suele ocurrir, quien más está padeciendo los enfrentamientos por el poder entre rebeldes y gobierno es la población civil inocente, que sigue sufriendo y muriendo, aunque su crisis humanitaria no esté de moda.

Comentarios

Desgraciadamente estas noticias no tienen repercusión en los paises llamados desarollados. Tiene mas eco el fallecimiento de Prince que el drama real de millones de personas en Burundi. Una lástima que da ganas de tirar de la cadena de este mundo egoista
Desgraciadamente estas noticias no tienen repercusión en los paises llamados desarollados. Tiene mas eco el fallecimiento de Prince que el drama real de millones de personas en Burundi. Una lástima que da ganas de tirar de la cadena de este mundo egoista
Desgraciadamente estas noticias no tienen repercusión en los paises llamados desarollados. Tiene mas eco el fallecimiento de Prince que el drama real de millones de personas en Burundi. Una lástima que da ganas de tirar de la cadena de este mundo egoista

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