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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Miedo a equivocarse

La debilidad de los líderes condiciona la ya difícil ronda negociadora

Encuentro de Pedro Sanchez, Secretario General del PSOE, y Pablo Iglesias, líder de Podemos, camino del Congreso de los Diputados.
Encuentro de Pedro Sanchez, Secretario General del PSOE, y Pablo Iglesias, líder de Podemos, camino del Congreso de los Diputados. Luis Sevillano

A medida que se consume el plazo legal para la formación de Gobierno se multiplican los compromisos de los dirigentes para consultar con las bases de sus organizaciones. De las reuniones políticas del fin de semana han salido dos: la promesa de Pedro Sánchez de preguntar a la militancia en caso de “cambios sustanciales” en el acuerdo ya votado con Ciudadanos, y la de Pablo Iglesias para consultar a las bases lo que deba hacerse en la investidura. No hay más posibilidad de organizar un Ejecutivo entre minorías que pactando un programa, es decir, aceptando cesiones importantes o apoyando a opciones que en campaña habían vetado. Por eso, la excesiva cautela de los dirigentes principales puede complicar la nueva ronda negociadora. No quieren equivocarse por sí mismos ni hacerlo solo en compañía de los más próximos. Es difícil ejercer así un claro liderazgo y hacer creíble que buscan desatascar la formación de Gobierno. Más bien parecen guarecerse por si hay nuevas elecciones.

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En el caso de Pedro Sánchez, que es quien tiene la mayor responsabilidad —cualquier opción de Gobierno pasa por el PSOE—, remitirse a lo que digan los militantes para justificar un posible cambio de programa parece más una estratagema que un método de actuación. Consultar no es malo, pero introduce una clara incógnita respecto al futuro del camino ya andado junto a Ciudadanos y, por tanto, sobre la viabilidad del pacto tripartito intentado.

Algo parecido puede decirse del recurso a las bases por parte de Iglesias, que únicamente se entiende, como en el caso de Sánchez, como un reflejo de su propia debilidad. La debilidad explica también los movimientos de Rajoy, que se sabe un estorbo en esta etapa negociadora y emite claras señales de confiar solo en las elecciones para recuperar oxígeno. Un indicio adicional es la curiosa propuesta de racionalización de horarios y conciliación de la vida familiar con la que se despacha ahora: una píldora abiertamente preelectoral y, en cierto modo, una maniobra de distracción respecto al objetivo que debería ocuparle en lo que queda hasta que la falta de acuerdos fuerce la disolución del Congreso de los Diputados, por no haber gestionado un pacto de gobierno o de legislatura que evite la repetición de las elecciones.

La última encuesta de Metroscopia para EL PAÍS arroja una opinión muy negativa sobre la situación política. Para superar esa situación hacen falta dirigentes fuertes, capaces de alcanzar un pacto suficiente, en vez de adoptar actitudes de reserva y de dar señales de pusilanimidad. Los tacticismos y los miedos casan mal con la idea del liderazgo que la sociedad espera.

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