Jeremy Scott, el novio perfecto de Moschino
El diseñador de la firma italiana está convencido de que seguirá desfilando porque sus 'shows' "son memorables y divertidos"
En medio del actual debate sobre si las pasarelas han quedado obsoletas, no solo por los tiempos entre la presentación de las colecciones y su llegada a las tiendas, sino también como formato que necesita renovarse por repetitivo, Jeremy Scott (Kansas City, Missouri, 1975) no duda que esa pregunta no va con él ni con Moschino, la firma que capitanea como director creativo. Sus colecciones se presentan con una historia detrás que encuentran su mejor altavoz en los desfiles. “Mis shows son memorables y divertidos. La ropa se presenta en el contexto de una historia y eso es algo que no todos los diseñadores pueden hacer”, cuenta en una entrevista por correo electrónico con motivo del estreno del documental sobre su llegada a Moschino. Jeremy Scott: The People’s Designer inauguró hace unos días el festival de cine documental de moda Moritz Feed Dog, en Barcelona.
Scott es un diseñador que cosecha detractores que no comprenden el estilo irónico de sus creaciones, como reconoce la periodista de Vogue Suzy Menkes en la película, a la vez que va sumando seguidores que se rinden a sus provocaciones, como las bambas con alas que creó para Adidas, un must en los barrios más raperos de medio mundo, cuenta el cantante Asap Rocky. Él es uno de sus fieles seguidores, igual que Katy Perry, Miley Cirus o Rita Ora, que le dedican un montón de alabanzas en el filme. Scott también se rinde a los pies de estos exponentes del pop. De hecho, el pop, en la acepción más primaria del término, es su razón de ser. Lo dejó claro en su estreno para la marca italiana en febrero de 2014, cuando sorprendió con modelos convertidas en dependientas del McDonalds, ataviadas con uniformes amarillos y rojos que ponían en sintonía la M inicial de las dos compañías.
Cogió las riendas de Moschino hace dos años y medio y, con pocas colecciones, ha recuperado el espíritu innovador y crítico que caracterizaron a la marca, creada en 1983 por Franco Moschino (1950-1994). Después de haber lucido una camiseta que rezaba “no hablo italiano, pero hablo Moschino”, Scott afirma sentirse fusionado al 100% con la firma, que, además, ha disparado la facturación desde su llegada. “La originalidad vende. Creo que en Moschino he creado piezas únicas y divertidas. La gente las desea porque siente que no puede vivir sin ellas”, razona para responder a este éxito.
Esta perfecta fusión entre firma y diseñador es la que capta el documental, un trabajo sobre su llegada a esta casa de alta costura que permite conocer qué piensa y qué mueve a este singular diseñador, además de adentrarse un poco en su intimidad, conociendo su pasado y su familia. Criado en una granja de la América profunda, desde pequeño ya demostró un gran interés por el arte y empezó a diferenciarse a través de la vestimenta. Desde que una profesora en el instituto le dijera que podía ser diseñador de moda, empezó a perseguir ese sueño, y no se rindió a pesar de los primeros tropezones y de tener que labrarse entero su primer desfile en París.
Eso sí, en el entorno rural y cerrado donde nació, tuvo que aguantar actitudes de rechazo, reconoce su madre incrédula en el documental, porque Scott era, ante todo, un buen chico, remarca ella. Pero eso es algo que a él ya no le corroe. “Honestamente, nunca pienso en esa gente ni en esa época de mi vida. Soy muy afortunado, he tenido una vida maravillosa, llena de oportunidades y he recibido mucho amor alrededor del mundo, así que no puedo estar resentido o enfadado por el pasado”, explica. Añade que muchos de sus sueños se han cumplido, también algunos que jamás había imaginado, y aun así, sigue teniendo sueños “¡y todavía son grandes!”.
Su ironía le ha llevado a crear una colección de bolsas y fundas con forma de paquete de tabaco y la advertencia fashion kills’ (la moda mata). Más allá de la provocación, reconoce sus dudas sobre el fervor ante la moda: “La adicción a la moda me puede ir bien a mí, pero no estoy tan seguro de que sea lo mejor para la sociedad”. Eso sí, da la razón a los consumidores sobre el trepidante ritmo de las tendencias. “El mundo se mueve rápido y los diseñadores también debemos movernos con velocidad para seguir el ritmo. Mientras lo sigan pidiendo los consumidores, creo que es legítimo”, apostilla. Inconfundible, extravagante, excesivo, gráfico, auténtico, excéntrico… son algunas de las etiquetas que le ponen continuamente. "¡Acepto todos esos adjetivos y me gustaría añadir sexi y divertido!", concluye con actitud 100% Jeremy Scott.
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