Segunda vida en Las Vegas
El regreso a la ciudad de Celine Dion con su ‘show’ permanente reaviva un formato que atrae también a artistas más jóvenes como Jennifer Lopez y Mariah Carey y que genera millones
Quien quiera comprobar en persona si a Britney Spears realmente le ha cambiado la cara por la cirugía plástica o si Celine Dion mantiene intactas las facultades vocales después de dos años de retiro por la enfermedad de su marido, tiene que ir a Las Vegas (Nevada, Estados Unidos). Ambas tienen allí sus espectáculos de forma permanente, algo que se conoce como residency shows o residencias. Son como una gira pero siempre en el mismo recinto y, salvo algunas excepciones, la mayoría de la oferta de este formato se concentra en la ciudad de los casinos. En la principal urbe del Estado de Nevada ahora mismo se puede disfrutar de otras leyendas de la música como Rod Stewart, Lionel Richie o Jennifer Lopez. Mariah Carey y Billy Idol son los últimos confirmados que tendrán este año su camerino de temporada en un hotel del Strip, la famosísima Franja al sur de la ciudad donde se suceden durante casi siete kilómetros los gigantescos resorts adornados con neón que acogen, además de juego y lujo, espectáculo. Elvis Presley, Frank Sinatra o Cher son algunos de los ilustres residentes que catapultaron a la capital mundial del entretenimiento. Todos los que han optado por establecerse en Las Vegas tienen en común una trayectoria larga con muchos éxitos, pero sin lanzamientos nuevos y lejos de ser superventas. El concepto de residencia ha terminado asociado a declive, y Las Vegas, a refugio para el ocaso de grandes estrellas que hace tiempo dejaron de brillar. Pero echando un vistazo a las cifras de recaudación, se entiende que una residencia en la ciudad del pecado surja como una alternativa muy tentadora para cualquier artista, ya sea como periodo de transición en su carrera o para retrasar la jubilación. En ambos casos, muy lucrativamente.
“Buenas noches, damas y caballeros. Bienvenidos al grande y extraño hotel International, con esas muñecas raras en las paredes y esos ángeles funky en el techo. Antes de que termine la velada estoy seguro de que me habré burlado completamente de mí mismo, pero también de que alucinarán con lo que van a ver”. Hablaba Elvis Presley a los asistentes al show inaugural de su residencia en Las Vegas hace 47 años. Después de ocho sin pisar un escenario en los que se alistó en el Ejército y rodó películas, el 31 de julio de 1969 el rey del rock volvía a dar un concierto de verdad. Había actuado muchas veces allí, pero hasta su regreso, coincidiendo con la apertura del hotel International, Elvis no se convirtió en un sinónimo de Las Vegas. Ofreció 837 recitales agotando las entradas para un total de dos millones y medio de espectadores. Generó un beneficio de 44 millones de dólares de la época, que equivaldrían a unos 250 millones de euros de hoy. Una de cada dos personas que visitaron Las Vegas en esos años fue a ver su espectáculo.
El legado del rey también marcó negativamente a los residency shows. Su imagen desmejorada ofreciendo algunos conciertos mediocres los últimos años de su vida dio paso a una especie de maldición que acompaña desde entonces a los que siguieron sus pasos. Ningún cantante que ha pasado por Las Vegas ha conseguido relanzar su carrera después, aunque prácticamente todos se establecieron allí ya en la madurez. Cuando un cantante deja de ser rentable para las discográficas, Las Vegas surge como el refugio perfecto. Es una de las ciudades más visitadas del mundo, el año pasado batió su récord con 42 millones de personas. Un público en su mayoría adulto, con poder adquisitivo y con una sola cosa que hacer en la ciudad: gastar en ocio. Cher representa a la perfección ese ejemplo. Después de publicar Believe (1998), el álbum más exitoso de su carrera, a los 52 años, la californiana pensó que tal hazaña era difícilmente repetible. Tras una gira mundial de despedida firmó un contrato con el Hotel Caesars Palace. Su Cher at The Colosseum dejó 192 actuaciones en tres años, de 2008 a 2011, y 160 millones de euros para ella. El retiro soñado para una diva. El teatro Coliseo de este rascacielos con forma de templo romano había sido construido cinco años antes para otra dama de la canción. Celine Dion inauguraba una nueva era en las residencias después de unos años donde uno de los pocos nombres destacables había sido el de Frank Sinatra. La canadiense se comprometió a dar 600 conciertos en tres años. El espectáculo, titulado A New Day, recaudó más de 350 millones y fue visto por casi tres millones de fans, y aún hoy es el más exitoso de la historia. Dion se convirtió en la nueva Elvis, la reina de Las Vegas. Con el objetivo de superar su propia marca, acaba de dar comienzo la segunda parte de su espectáculo Celine, que comenzó en 2011 y que tuvo que interrumpir hace dos años para atender a su marido, y que retomó el mes pasado tras la muerte en enero de René Angélil.
En 2013, y con solo 31 años, Britney Spears anunció su show Piece of Me, que sigue en el Casino Planet Hollywood. Esta misma semana se publicaba que la princesa del pop es la número uno en taquilla de la ciudad tras haber recaudado 3,5 millones de euros solo en febrero. Su presencia, además, ha provocado un cambio de tendencia, atrayendo a la ciudad a multitud de jóvenes y animando a colegas de profesión lejos de ser considerados viejas glorias, como Jennifer Lopez, Mariah Carey o el DJ Calvin Harris, residente esta temporada en el club nocturno Hakkasan. La decisión de Spears plantea un debate sobre la oportunidad que ofrece este tipo de espectáculos para artistas jóvenes. Por una lado está la relación comodidad-rentabilidad. Las residencias recaudan menos pero tienen menos gastos. Una gira mundial en el top 10 anual puede generar unos 400 millones en ingresos y casi un millón por show para el artista. Spears se embolsa unos 350.000 euros cada noche.
Los detractores de las residencias argumentan que son actuaciones para un público que acude a verlos como el que va a jugar a la ruleta. Conciertos sin encanto donde los artistas buscan hacer caja, y que leyendas del directo como los Rolling Stones jamás pisarían. Recientemente el mánager de Christina Aguilera, al ser preguntado si se la vería pronto por allí, respondió: “No quiero ofender a Britney o a Jennifer Lopez, pero Christina no ha alcanzado la cima de su carrera. No nos vamos a sentar en Las Vegas”. Por edad, por su larguísima carrera y porque ya no vende como antes, muchos apuntan a Madonna como candidata. La reina del pop, que ostenta el récord de recaudación en una gira para un artista solista, aun se ve en plena forma para seguir llenando estadios por el mundo. Esta semana en Melbourne (Australia), en un recital íntimo, sus fans le preguntaron si se atrevería, y ella sentenció: “Antes muerta que trabajar en Las Vegas”.
Un formato exportable
La primera gran residencia que se anunció fuera de Las Vegas nunca llegó a estrenarse. Fue el espectáculo de Michael Jackson This is It, que el rey del pop estaba a punto de ofrecer durante 50 noches en el pabellón londinense O2. Un mes antes del estreno, en junio de 2009, moría no sin antes haber batido un récord de rapidez de entradas vendidas. Los 10 primeros conciertos se agotaron en una hora. Beyoncé eligió la otra capital del juego estadounidense, Atlantic City y su hotel casino Revel, para una miniresidencia de cuatro noches. Vendió las entradas para los tres primeros recitales en un minuto.
Solo Reino Unido ha ejercido cierta competencia en este tipo de espectáculos. Kate Bush llenó el Hammersmith Apollo londinense durante 22 noches en 2014. En Wembley, Take That batió el récord de recaudación con 620.000 fans en ocho noches consecutivas, a las que se sumaron otras ocho en Manchester como culminación a su gira de 2011. Se tradujo en 140 millones de euros en 14 noches para la boy band de los noventa.
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