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Columna
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Sonidos

Sin duda Monterroso tenía razón: pocas cosas como el Universo. Quizá sólo los calamares…

Fernando Savater

Cuando inauguró en Donosti el Peine de los Vientos, ahora se cumplen cuarenta años, despertaron curiosidad los respiraderos de aire y agua en el entorno diseñado por Peña Ganchegui. A mí me gustaron porque los surtidores que brotan de ellos cuando aprieta la marea pueden recordar el chorro de las ballenas: “¡Por allí resopla!”. Pero corría la leyenda de que los tubos estaban dispuestos de tal modo que en ciertas ocasiones el húmedo aliento que salía de ellos dejaba oír: “Askatasuna”, que no es el nombre de una deidad hindú sino la voz en euskera para “libertad”. Un amigo bastante impresionable se lo tomó en serio y en cuanto veía olas en Ondarreta corría al Peine para escuchar el mensaje marino. Volvía decepcionado, murmurando: “Yo sólo oigo brumm, brumm…”. Creo que se culpaba a sí mismo de perderse el milagro.

Ahora la gente interesada por esas cosas anda revuelta con las ondas gravitacionales, de las que sé poco (mejor: nada) salvo que su descubrimiento dicen que prueba un acierto centenario de Einstein. Juan Calaza sostiene con razones eruditas que no hay tal, pero yo prefiero creerlo: necesitamos héroes que no sean deportistas. Otro amigo se ha empeñado en hacérmelas escuchar por Internet. Como me conoce, advierte para que no me distraiga: “¡Es la música del universo!”. Presto toda la atención de que soy capaz, empeño mi escaso lado místico en la audición, pero lo que oigo me suena a una sartén donde están friendo calamares. Como supongo que será culpa mía, pongo cara de éxtasis y, tras rebuscar un rato, expectoro: “¡Sobrecogedor!”. Mi amigo asiente, con la satisfacción inconfundible del misionero que ha logrado bautizar otro caníbal. Sin duda Monterroso tenía razón: pocas cosas como el universo. Quizá sólo los calamares…

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