Señoras y mujeres
La Infanta ha asumido el "en la salud y en la enfermedad" en su versión más 'heavy'
Cada vez que Iñaki Urdangarin suelta un “mi señora” en la Audiencia de Palma, muere un gatito. Alguien debió comentarle el tema porque tras varios “mi señora” que nos teletransportaron a los tiempos del landismo, Urdangarin amagó con otro “mise…” que transformó en un “mi-se-sposa”, comiéndose el “ñora” y transformándolo hábilmente en “mi esposa”. Curiosamente, la infanta Cristina, desde que comenzó su vía crucis personal en el caso Nóos,se ha comportado con Urdangarin no como su señora esposa, sino como su mujer.
Hay que reconocer que cerrar filas junto a un marido al que se le tuercen mucho las cosas no es una elección fácil. La Infanta ha asumido el "en la salud y en la enfermedad" en su versión más heavy: del Palacio de Marivent al banquillo de los acusados. Quizás pensando que el momento no iba a llegar nunca, pero junto a su marido contra viento, jueces y la Casa del Rey; contra la opinión pública y en desgarradora soledad, independientemente de sus presuntas culpabilidades o inocencias.
Los dos principales encausados y la defensa se han propuesto la noble tarea de salvar a las damiselas también contra viento, marea y Manos Limpias. Y, para conseguirlo, las han despojado de su condición de mujeres para convertirlas en “señoras de”. Una especie que vivió hace muchos años, entre visones hasta los pies, televisores PAL Telefunken, e ignorancia fiscal.
La Infanta se ha comportado, equivocada o no, como una mujer al lado de su hombre. Esa lealtad, contra el mundo, también tiene mucho de noble. Y, a pesar de su marido, de ella misma y de la estrategia de su defensa, de señora. Sin "de".
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