La provincia
Muchas Diputaciones se han convertido en estos últimos tiempos en nidos de corrupción, pero también hay que tener en cuenta que son las únicas instituciones que se ocupan de los problemas del mundo rural
Se lo escuché a Joaquín Sabina en una entrevista televisiva que le hizo Fernando Sánchez Dragó. Contó el cantante ubetense que, cuando se murió su padre, un antiguo comisario policial, él pasó los últimos días acompañándolo y que, justo antes de morir, su padre recuperó la conciencia brevemente, como suele ocurrir con los moribundos, y le hizo un gesto para que se aproximara a él. Pensé —contaba Joaquín Sabina a Dragó— que me iba a decir esa frase que cierra toda una vida, ese consejo postrero que todos hemos oído en el cine o leído en las novelas, del tipo “hijo, nunca te fíes de una pelirroja” o “júrame que serás feliz”, y, efectivamente, el padre de Sabina así lo hizo, sólo que su última frase, sin duda inducida por la medicación, no pudo ser más desconcertante: “Digo yo que de dónde sacarán el dinero las Diputaciones”.
La frase del padre de Joaquín Sabina (éste se reía al contarla, asegurando que le habría gustado, por supuesto, decir que su padre antes de morir había dicho una frase más memorable, pero que la que dijo fue esa) bastaría por sí sola para que se conservaran las Diputaciones, pero es que además esas instituciones que se crearon en la Constitución de 1836 y cuya financiación yo tampoco alcanzo a entender deberían mantenerse porque son las únicas que se ocupan de unas circunscripciones que cada vez más se parecen a lo que su etimología sugiere: las provincias, del latín pro vinci (para los vencidos). Cierto que muchas de esas Diputaciones se han convertido en estos últimos tiempos en nidos de corrupción, pero eso ha ocurrido también con los Ayuntamientos y con las autonomías, y que por su estructura se prestan al caciquismo y al tráfico de influencias (¿quién no recuerda a Baltar y a Cacharro, los expresidentes de las Diputaciones de Ourense y Lugo, respectivamente, que ejercían de auténticos padrinos en sus territorios), pero también hay que tener en cuenta que son las únicas instituciones que se ocupan de los problemas del mundo rural, ése tan olvidado por el Estado central y las comunidades autónomas, volcados casi exclusivamente en atender a las grandes áreas urbanas por su mayor rentabilidad política y económica, y de unas circunscripciones, las provincias, que con su desaparición lo único que harían es aumentar la marginación y abandono de sus habitantes, alejados cada vez más de los centros de decisión política. Que el promotor de la medida sea un partido que se llama Ciudadanos (según el diccionario de la RAE, vecinos de las ciudades) no es casual, como tampoco lo es que las que más les apoyan en su propósito sean las comunidades autónomas, que verían aumentar su poder todavía más.
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