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El talento de Sarah Burton gana enteros en McQueen

La diseñadora ha cuadriplicado el valor de la firma en seis años

Sarah Burton junto a Kate Moss.
Sarah Burton junto a Kate Moss.GETTY IMAGES

Poco después de tomar las riendas de Alexander McQueen, Sarah Burton recibió una oferta de otra casa de moda. La rechazó. “Te arrepentirás. Siempre te perseguirá la sombra de McQueen”, le contestó quien pretendía contratarla. Seis años después del suicidio del diseñador, es evidente que esa persona se equivocaba. Esta británica de 42 años ha demostrado que tiene el talento suficiente para que la memoria del brillante McQueen no la desdibuje. En el último año Burton ha asistido a una espectacular exposición dedicada al modisto en el museo Victoria and Albert, al estreno de una obra de teatro sobre él y a la publicación de un libro que lo consagra como el “genio de su generación”.

Nada de eso logró apocar a la diseñadora, que desde que ejerce de directora creativa de la firma ha cuadruplicado el valor de la misma. Tanto es su prestigio en el sector que su nombre se baraja como sucesora de Raf Simons en Dior, una posibilidad que ya se había planteado cuando John Galliano fue despedido de esta firma francesa. Burton, a punto de alumbrar a su tercer hijo, llevará la presentación de Alexander McQueen a la Semana de la Moda de Londres tras 15 años desfilando en París. Es un buen momento para volver a casa.

La reservada Burton nunca quiso ser una diseñadora estrella. Tras la traumática pérdida de su jefe, mentor y amigo, se resistió inicialmente a asumir la dirección de la firma. Francois-Henry Pinault, el CEO de Kering, conglomerado del que es parte la empresa, tuvo que implorarle que aceptase. Ella asumió la responsabilidad, más que nada por lealtad con el equipo. Terminó la colección que estaba a medias y tiró hacia delante sin alharacas. Tras su primer desfile como directora creativa en octubre de 2010, todavía tenía unas tijeras en el bolsillo. Sus propuestas deslumbraron a la crítica, que no había oído hablar de quien estaba detrás. “¿Qué creen que hice allí durante años?, ¿que era la limpiadora?” opinó ella algo molesta.

Sarah Burton, en un desfile de Alexander McQueen en 2001.
Sarah Burton, en un desfile de Alexander McQueen en 2001.Getty Images

Pocos la conocían fuera del atelier de McQueen. Era la mano derecha de Lee (su nombre de pila y por el que le conocían sus íntimos), el antídoto para el a menudo temperamental y abrasivo modisto. Entró en el estudio como becaria, aún estudiante en la prestigiosa escuela de londinense Central Saint Martins y pronto empezó a coser, muchas veces a mano. McQueen, que durante la entrevista de trabajo le preguntó si creía en los ovnis, la eligió como su protegida. Ella aseguró que en tres años no dijo ni una palabra, paralizada por la timidez, pero despuntó gracias a su tesón y capacidad técnica. En el año 2000 fue nombrada jefa de las colecciones de mujer.


Alérgica a los flashes

Burton creció a las afueras de Manchester en una familia numerosa. Sus padres, contable y profesora de música, les criaron en un ambiente donde la cultura y la educación eran sagradas. Fue una infancia feliz, muy diferente a la del londinense McQueen, que sufrió abusos sexuales por parte del entonces marido de su hermana. La diseñadora es casera y familiar, detesta posar para fotos, evita las fiestas y prefiere pasar el tiempo con su marido el fotógrafo David Burton y sus gemelas de 3 años. Su buen carácter y discreción hacen que sea una de las profesionales más buscadas por los famosos, entre ellos el actor Eddie Redmayne o la duquesa de Cambridge, a quien diseñó su vestido de boda en el más absoluto secreto. No lo sabían la mayoría de los empleados de la casa, no se lo dijo ni a su madre y mantuvo silencio cuando la directora de Vogue Ana Wintour le preguntó si era cierto el rumor. Cuando finalmente se supo, Wintour, admirada, le sugirió que si se planteaba cambiar de profesión, se hiciera actriz.

Bajo su batuta, Alexander McQueen es una firma más ligera, romántica y femenina. Sin la oscuridad y visceralidad que emanaban las prendas de su predecesor. McQueen era un artista que hacía ropa, Burton es simplemente una magnífica diseñadora.

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