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Las pelotaris, de pioneras al olvido

Lorenzo Calonge

“He sido campeona de España, de Europa, del mundo, de todo lo que está a nuestro alcance, y todavía hay muchos que ni se enteran”, cuenta con pena Maite Ruiz de Larramendi, una de las pocas pelotaris que siguen compitiendo. Ahora apenas resisten varios cientos de forma amateur en España, pero durante buena parte del siglo XX llenaron frontones a diario a ambos lados del Atlántico al calor del negocio de las apuestas. Ellas fueron unas auténticas pioneras, las primeras mujeres deportistas profesionales en el país. Un corto documental de media hora, Las pelotaris (Daniel Burgui, Andrés Salaberri y Jokin Pascual), rescata del fondo de la memoria (o del olvido) este fenómeno y muestra lo poco que sobrevive de aquellos años. Mientras los triunfos femeninos se suceden, el deporte que tiró abajo la puerta palidece.

En muchos pequeños pueblos vascos y navarros, los niños y las niñas pisan antes un frontón que unos columpios. La pelota está en el ADN de esos valles que continúan siendo la cantera de este deporte, sin embargo, el boom de las pelotaris, entendido como negocio y espectáculo, surgió en Madrid, detrás de la Puerta del Sol. Allí, en 1917, Ildefonso Anabitarte, que había hecho fortuna compitiendo en América, construyó el Frontón Madrid y puso a jugar a mujeres a raqueta en unas dimensiones más reducidas y con una pelota más ligera. El éxito fue rotundo y pronto se abrieron más instalaciones similares en la ciudad. El fenómeno también se extendió a América, sobre todo a México, Cuba y la costa este de Estados Unidos. Más allá de la novedad (la pelota vasca profesional era solo cosa de hombres hasta entonces), la clave estuvo en las apuestas, un mercado en plena expansión.

Bene II, Chiquita de Ledesma, María Elena Hernández, la Eibarresa o Chiquita de Anoeta fueron algunas estrellas de la época dorada. A mediados del siglo pasado, las mejores llegaban a ganar unas 6.000 pesetas al mes. Por el contrario, sufrían insultos machistas de todo tipo de un público mayoritariamente masculino que, además, se estaba jugando el dinero. “Fea era lo más bonito que nos gritaban, pero lo volvería a hacer porque era lo que me gustaba”, recordaba el pasado marzo Josefina González, Bene II, con motivo de una exposición en el Consejo Superior de Deportes que homenajeaba la labor de aquellas mujeres que estaban haciendo historia pero que los espectadores del momento solo las veían como parte de algo “a medio camino entre el deporte, las variedades y el erotismo”, como apuntaba en el mismo acto la historiadora Elena Caballero.

En la costa este de Estados Unidos, en México y en Cuba, estas deportistas se incorporaron al potente circuito de pelota vasca que llevó durante varias décadas a muchos españoles, sobre todos vascos y navarros, a viajar hasta allí en busca de un contrato profesional. Aunque también había americanas, como Hortensia Buendía y Alicia Weeks Foster, dos de las protagonistas del documental. La primera, mexicana y de nombre “Hortina” en los carteles, jugó en el Metropolitano del DF cinco años, tiempo suficiente para hacer su “guardadito” (ahorros) con el que luego se compró una casa. “Casi me sentía como una artista”, dice orgullosa. Y la segunda, americana de San Diego, compitió en Tijuana (México) en la modalidad de cesta punta (Jai Alai) y llegó a ser portada de varias revistas de la época, un ejemplo de la importancia que alcanzó este deporte. Cinco millones de personas compraron una entrada en la temporada 1975-76 para ver un partido de cesta punta en Florida y hasta en la cortinilla de inicio de la serie Corrupción en Miami aparecía una imagen de un encuentro de Jai Alai.

Sin embargo, el declive de la pelota vasca femenina fue brusco a ambos lados del Atlántico (en América también en el apartado masculino). El Frontón Madrid, origen de todo, cerró en 1981 por falta de mujeres ya que el franquismo había impedido en sus últimos años conceder más licencias (ya lo había intentado sin éxito tras la Guerra Civil). Y en Estados Unidos, una huelga de tres años de los pelotaris por sus condiciones laborales causó en gran medida la desaparición del profesionalismo. Ahora, Maite Ruiz de Larramendi, navarra de 42 años y una de las mejores jugadoras del mundo en la categoría de paleta, se gana el sueldo como trabajadora en el hospital de Pamplona, y en sus ratos libres entrena y compite con su club. “¿Por qué no hay más chicas?”, se pregunta. “Puede haberlas, ¿pero quién se preocupa de ellas?”, se responde a sí misma.

‘Las pelotaris’, un corto documental de Daniel Burgui y Andrés Salaberri. Director de fotografía: Jokin Pascual. Web: www.laspelotaris.com. El documental se estrenó el pasado noviembre en Bilbao y ahora comienza su temporada de festivales.

Comentarios

muy mala la noticia y el señor director , los mejores pelotaris de los ultimos 40 años en las mayorias de las modalidades fueron argentinos, porfa hay que informarce,
Muy buen artículo, pero si queréis saber más sobre el tema y sobre la conquista de la mujer española en el deporte, no dejéis de leer el libro titulado "El origen del deporte femenino en España", recién publicado (hace exactamente un mes) y que versa sobre las pioneras del deporte español, donde se repasa todos los deportes y deportistas entre 1900 y 1939, con más de 2000 biografías e imágenes de ese periodo.
No sabá que hubiera mujeres que se dedicaran a la pelota vasca, siempre que he visto algún documental se han visto hombres; parece que la feminidad se muestra actualmente en todas las actividades, aunque sean mimoritarias ¡¡no está mal!!!

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