Benjamin Clementine: de cantar en la calle a triunfar en los escenarios
Alabado por Paul McCartney y con un Mercury Prize bajo el brazo, este es su momento
Hablar con Benjamin Clementine (Londres, 1988) días después de que se alzase con el Mercury Prize, el respetado galardón británico a mejor disco del año al que estaban nominados titanes como Aphex Twin, Florence + The Machine o Jamie xx, hace que inevitablemente empieces la conversación preguntándole por cómo lo lleva. "Me siento genial. Es un premio prestigioso y le da mucho valor a mi música".
No se lo esperaba y, si por él fuese, se lo daría a otro nominado, C. Duncan. "El hombre grabó el disco con 50 libras, todo el dinero que tenía". Que simpatice con Duncan tiene una explicación: hasta hace no demasiado cantaba descalzo en las calles de París a cambio de unas monedas. "Empecé a tocar porque no tenía nada que hacer en mi vida. Estaba nervioso y hambriento, por eso me decidí", recuerda.
Cuando fue a recoger el Mercury por su debut, At least for now, se acordó entre lágrimas de las víctimas de los atentados del pasado noviembre, así que es comprensible que revele que su próximo álbum se inspira en París. Aunque haya sido comparado con grandes del minimalismo como Erik Satie, no cierra puertas a su estilo. "Creo que alguna vez utilizaré una orquesta pero, si eres un artista de verdad, solo con tu voz, tu mano o lo que sea puedes expresar lo que quieras. Mi intención es ser como soy, por eso voy descalzo en el escenario y llevo ropa sobria".
Su música también ha sido comparada con la de Nina Simone, pero no le gusta un pelo leer eso de que es su relevo. "Es una tontería. Fue una leyenda, una activista. Dio la cara por el pueblo y la lucha por la igualdad. Que te comparen con ella al principio de tu carrera es un insulto hacia ella", espeta. Con todo, hubo un halago que sí le gustó: el de Paul McCartney. "Estaba en el mismo camerino y me preguntó si era el siguiente cantante. Después de tocar, me coge de la nada y me dice: 'Eso fue genial, sigue así'. Se lo agradezco mucho".
Lo que queda claro es que pasar noches al raso le ha hecho crecer: "Me di cuenta de que todos somos lo mismo, sin importar lo grande que sea tu casa, lo bien que vistas o huelas. Soy más humilde ahora". En pocos meses pasó de pedir por Montmartre a tocar en uno de los locales históricos de París, La Cigalle. "Fue muy extraño y agradable. Significaba que mi música se estaba convirtiendo en algo", reflexiona. En sus canciones habla de los tiempos en los que se saltaba el torno del metro, pero ha hecho cosas mucho más locas. "No sé si quiero decirlo", dice riendo. "Anduve por la línea del metro. Pasé de un vagón a otro por el pasillo. Es muy peligroso en París". Ahora espera editar su primera colección de poemas. De hecho, sostiene que es "mejor poeta que músico", y que prefiere "escribir a cantar". Pero la música seguirá, y ya se marca como objetivo para 2016 tocar en el Royal Albert Hall. Humilde pero consciente de su enormísimo potencial.
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