De la heroína a la proteína: conversación con Irvine Welsh
El autor de 'Trainspotting' fue el yonqui oficial de los noventa. Su cruzada actual es la obsesión con el físico
El parque o el gimnasio no son los primeros lugares que vienen a la mente cuando se piensa en Irvine Welsh, pero el escritor escocés, el mismo cuya primera novela aún resuena como el símbolo de una clase trabajadora atrapada entre el pub y las drogas, pasa en estos dos sitios gran parte del tiempo que no dedica a escribir. Haciendo ejercicio. "Necesito actividad física, paso demasiado tiempo sentado", explica vía Skype desde su casa de Chicago. "Ir a correr te ayuda a ver las cosas más claras". Incluso cuenta que hace unos años participó en maratones ("aunque ahora me mataría", puntualiza). Pero, si nos cuesta imaginarle con pantalones cortos y dorsal en el pecho, es porque vivimos bajo un yugo que el autor de Trainspotting lleva toda su vida combatiendo. Sí, ha pasado buena parte de su juventud en squats, bares, raves o clubs de boxeo, y lo ha reflejado en libros que trascurren en los márgenes de la sociedad, pero esa parte no es un todo.
"Ya desde el colegio eres el chico artístico o el deportista. Eso siempre me ha molestado", cuenta con su fuerte acento escocés. "Esa división de la personalidad nos desintegra como seres humanos. Nos obligan a entrar en esta u otra categoría. Y esa división nos llega del sistema económico, del capitalismo". Esa separación artificial es también uno de los temas principales de La vida sexual de las gemelas siamesas, su última novela publicada en castellano. En ella confluyen dos mujeres: Lucy es una monitora de fitness criada en el sacrificio físico que alcanza la fama de forma inesperada al reducir a un hombre armado. Lena, la obesa e insegura artista que graba con su móvil el incidente, es su polo opuesto.
Estoy deseando que pasemos a un sistema postcapitalista que se base más en el juego que en el trabajo. Espero que ocurra pronto, quizás en la próxima generación
Aquí no hay barrios obreros y la acción transcurre en la soleada Miami –"no podría estar ambientada en otro lugar", asegura Welsh, que vivió allí años y conserva aún un apartamento en la ciudad–, pero es posible que sus dos protagonistas sean los personajes de toda su carrera que mejor le representan. Eso piensa, al menos, la esposa del escritor. "Sí, ellas dos expresan muy bien mi dicotomía particular", reconoce. "Yo puedo centrarme mucho en mis objetivos, pero también ensimismarme. Siento esas dos fuerzas dentro de mí. Por eso Lucy y Lena buscan integrarse, formar una única persona". Pero, además de un relato sobre la "separación entre cuerpo y mente", la novela es también la visión de un escocés de la sociedad estadounidense. "Quería escribir sobre América. Me interesa su obsesión con la imagen, con el físico. Y también la fama y la cultura de las noticias. En realidad, lo que buscan es crear una especie de narrativa dramática, en la que el presentador se convierte en la celebridad".
Esa tendencia de los medios a dramatizar y simplificar también le ha salpicado. "Cuando se publicó Trainspotting todo el mundo supuso que yo era un yonqui de las casas de protección oficial", recuerda. "Y hasta cierto punto lo era, pero también había otras cosas. Había vivido en Londres, tenía un par de títulos universitarios, varios trabajos...". Eso no le impidió retomar a sus protagonistas en una secuela (Porno) y una precuela (Skagboys). "Es que yo escribo a través de los personajes", argumenta. "Siempre pienso en qué estarán haciendo. Hace poco he empezado a escribir de nuevo sobre Renton, y está siendo muy interesante".
Cuando se publicó 'Trainspotting' todo el mundo supuso que yo era un yonqui de las casas de protección oficial. Y hasta cierto punto lo era
Una vez que menciona al personaje que Ewan McGregor interpretó en la versión cinematográfica de Trainspotting, resulta imposible no preguntarle sobre su secuela, ya confirmada por el director Danny Boyle. "Tiene que ser diferente a la novela", asegura. "El reto es hacerla contemporánea, descubrir dónde estarían ahora los protagonistas. Ya no puede ser una película sobre jóvenes; ahora todos ellos están en la mediana edad". Esa época, la mediana edad, es también la suya. Al igual que Renton, Welsh escogió la vida, y confiesa que ya ni siquiera es un gran bebedor. Sin embargo, su naturaleza le sigue llevando al extremo, aunque con aspectos menos peligrosos: "Sí, soy un poco obsesivo-compulsivo. He intentado encontrar el equilibrio, pero vivimos en un mundo en el que se nos fuerza a ser así. Nos hemos ido divorciando de muchas de las cosas que nos hacen humanos. Pero hemos pasado un punto y mucha gente ya busca algo distinto. Por eso estoy deseando que pasemos a un sistema postcapitalista que se base más en el juego que en el trabajo. Espero que ocurra pronto, quizás en la próxima generación. Creo que solo deberíamos pagar por tres cosas: alojamiento, viajes y comida. Y nada más". ¿Ni siquiera por sus libros? "No, deberían ser gratis. Y creo que lo serán".
• La vida sexual de las gemelas siamesas está editado por Anagrama.
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