Carles Francino: "Yo quería ser el raro, el 'loser', el borracho"
El actor juró que no haría tele, sólo teatro. Acabó en culebrones catalanes. Juró no ser un galán. Ahora es uno de los mejores guapos de España

Le costó asumir que le esperaban al menos dos décadas de hacer papeles de guapo. Ahora que lo ha interiorizado, Carles Francino se lo pasa mejor.
Quedamos con él en un bar de Gràcia, en Barcelona, barrio por el que se mueve con mucha soltura. Eran sus dominios cuando estudiaba en la escuela de teatro Nancy Tuñón, La Nancy, cómo él la llama. Algo de eso debe rondarle por la cabeza porque no para de recordar cómo era su vida entonces, antes de protagonizar Punta Escarlata y Víctor Ros. Ahora ha vuelto a casa para rodar Sé quien eres, la ambiciosa serie para Telecinco de Pau Freixas con Blanca Portillo y Lluís Homar. Llegó a la escuela casi de rebote, tras el curso que pasó “en el bar de la facultad de Sociología” y sin haber mostrado inclinación por la escena. “Como mucho, había sido un poco payasete, pero no el típico niño que participa en las funciones del colegio, que representa obras de teatro para sus padres… No salía del fútbol”, aclara.
El 70% de esto es la imagen. Y casi todo el resto, suerte. Yo he tenido siempre la flor en el culo
Pero algo ocurrió en los seis años que pasó en la escuela de teatro. Un momento, ¿seis? “Es que era nefasto. Lo repetía todo. Empezaba los cursos, los dejaba a medias…”. En algún momento, se dio cuenta de que quería dedicarse a ello el resto de su vida y abrazó la causa con la fe del converso. “Salíamos a fumar al patio y decíamos: ‘Yo no haré tele en la vida, sólo escena y construcción del personaje”.
A los pocos meses, claro, los que tenían más suerte o más talento estaban trabajando en culebrones catalanes, una industria que provee de no pocos actores y técnicos al resto de la ficción nacional. Francino pasó por Vent-delplà y El cor de la ciutat, antes de saltar a Hospital Central, a la que llegó sin haber visto jamás un capítulo. Por aquel entonces, le medio molestaba hacer siempre de “el guapito, el chulito. Pensaba: ¿por qué no me dejan ser el raro, el loser, el borracho?”. Ahora, a sus 34, y con varios protagonistas a sus espaldas, tiene bastante asumido que feo, feo no es. “Además, hay muchos tipos de galanes. Me queda mucho por explorar dentro de lo mío”, defiende. En Rabia, la ficción de Cuatro que todo el mundo compara con The walking dead, hizo de fugitivo infectado, que no de zombi. No tuvo que desfigurarse por exigencias del guion, algo que haría “solo a la americana, con cuatro nutricionistas cuidándome”, dice medio en broma.
Desde hace unos años, Francino forma parte de la escudería del representante Antonio Rubial, al igual que sus amigos Quim Gutiérrez, Andrés Velencoso, y Jon Kortajarena, todos muy activos en las redes sociales. Gracias a ellos, el actor le ha ido perdiendo el miedo a asomarse por Twitter e Instagram, pero sigue siendo bastante alérgico a los saraos de Madrid, donde vive. “El blablablá es el auténtico cáncer de nuestra profesión. Peor que el IVA cultural”, sentencia ¿Y la envidia? “Yo la tengo y mucha, pero siempre que sea sana… Ayer mismo, estaba en mi casa leyendo guiones, puse la tele y vi Carlos, y me entró como una cosa… Hasta que me dije: ‘¡Para ya, hombre, si estás aquí con el guion de Sé quién eres, que es una seriaza!”.
El 'blablablá' es el auténtico cáncer de nuestra profesión. Peor que el IVA cultural
Antes que un photocall, prefiere las cañas con el “grupete majo” que se ha ido construyendo, quedándose con amigos de todos los proyectos por los que ha pasado, y las pachanguitas futboleras de actores y periodistas que organiza su padre, Carles Francino, en las que juega media cadena SER y gente como Ricardo Gómez, de Cuéntame, y Javier Pereira, de Gran Reserva. En el campo, admite, es él quien le grita a su padre y no al revés. “Él se ha ido calmando con los años, yo me he vuelto peor”.
Le hemos entretenido más de lo debido y se ha quedado sin tiempo para hacer lo que quería: pasarse por La Nancy a saludar a sus profesores. ¿Qué le diría a los alumnos, en plan veterano? Se lo piensa y luego se lanza, dibujando esquemas en el aire. “Les diría que el 70% de esto es la imagen. Y casi todo el resto, suerte. Yo he tenido siempre la flor en el culo”. Eso, por cierto, también lo comparte con su padre: la capacidad de dejar caer algún taco con bastante elegancia.
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