Elecciones mundiales

¡Ehhhh…! ¡Eoooohhhh!

Hoy sé que me va a costar hacerme oír. Lo entiendo; no hay elecciones generales todos los días. Una se acostumbra a bregar con los lunes posliga, pero la resaca electoral hace que, no sin razón, el universo periodístico se convierta en monotemático. El próximo gran acontecimiento, la lotería de Navidad —tapar agujeros, tapar agujeros— ya le toca al columnista del miércoles.

Yo he votado. He sido uno de esos electores que han sorteado colas y complicaciones para votar por correo. Y me gustaría votar más. No solo cada cuatro años, o en la urna, en España o en Europa; también en Estados Unidos, en Rusia, en China, en Siria. En todos los países y ocasiones en las que una elección o falta de ella nos afecte.

En este mundo global en el que vivimos, en el que el aleteo de una mariposa causa un tsunami en la otra punta del globo, aparte de determinar quién gobernará en nuestra casa durante los próximos cuatro años estaría bien poder hacernos oír sobre quienes deciden lo que afecta a nuestra comunidad de vecinos. Porque la elección de los que cortan el bacalao en la geopolítica puede llevar al mundo a convertirse en la enésima secuela de James Bond, o, a la inversa, contribuir a que nos acerquemos al civilizado universo de Borgen.

A Putin le parece que Donald Trump es un hombre de gran talento. Putin y Trump juntos harían que el próximo Bond fuera mejor que Spectre, y hacen muuucha falta buenos guiones en el cine. La política, mejor que sea aburrida.