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La semilla para un futuro digno

Un programa de cooperación para el empoderamiento de la mujer en el entorno rural de Palestina y Líbano propicia la creación de casi un centenar de empresas

Antonio J. Mora
Algunas de las participantes del programa Ruwomed, durante su visita a Sevilla.
Algunas de las participantes del programa Ruwomed, durante su visita a Sevilla.A. J. MORA

Fathiye S. Saleh aún recuerda los consejos que, de pequeña, le daba su padre para conseguir que las abejas fabricaran más miel. Y más sabrosa. En esos momentos, no podía imaginar que, casi medio siglo después, la apicultura sería su forma de ganarse la vida. Y la de las siete mujeres que trabajan en la pequeña empresa que dirige en Gaza. “Hemos tenido hasta 52 colmenas, pero llegaba la guerra y arrasaba con todo. Una y otra vez. Hasta en tres ocasiones”, recuerda Saleh sin apenas cambiar el tono de voz. “Ahora, tenemos 37”, apunta con la misma sobriedad. Esta empresaria de 50 años es una de las 550 trabajadoras que participan en un proyecto puesto en marcha por Asamblea de Cooperación por la Paz para promover el emprendimiento y el empoderamiento de la mujer en el entorno rural de Palestina y Líbano.

Saleh tiene siete hijos, de entre 10 y 25 años, y sobre su espalda recae la economía familiar. Su marido no trabaja desde hace una década y sus tres hijos mayores van a la Universidad. “Dos estudian Administración y el tercero para ser asistente social”, afirma orgullosa sin dejar de apuntar los gastos que ello conlleva. “Cuando mi marido perdió el empleo, empecé a moverme por diferentes cooperativas para conseguir un crédito y poder comprar las primeras colmenas. Fue duro, pero satisfactorio. De cada colmena, sacábamos dos y así íbamos creciendo. Después, en 2008, al perderlo todo por la guerra, estuve trabajando en la construcción de unos pozos de agua de siete por 13 metros de profundidad. Éramos 14 mujeres”, apunta mientras simula cavar. “He trabajado de sol a sol para poder mantener a mi familia”, asegura Saleh.

Las participantes visitan una empresa dedicada a la apicultura.
Las participantes visitan una empresa dedicada a la apicultura.CEDIDA POR Asamblea de Cooperación por la Paz

Solo el 13% de las palestinas que viven en las zonas rurales trabaja, según Asamblea de Cooperación por la Paz. En Líbano no hay datos oficiales, pero las estimaciones son menores. “En las ciudades lo hace el 22%”, apunta la coordinadora del área de Oriente Medio de esta organización, Kirsten Sutherland. Desde 2012, el programa Ruwomed (Rural Women Mediterranean) ha ofrecido apoyo a microempresas y cooperativas gestionadas por estas mujeres y ha conseguido la creación de casi un centenar de entidades tanto en Cisjordania (44) como en Gaza (50). “El programa pretende reducir la pobreza y contribuir en el empoderamiento económico y social femenino. En él participan más de medio millar de mujeres de entre 18 y 70 años. Casadas, solteras o viudas sin ningún tipo de apoyo y que tienen que sacar a su familia hacia delante en las más difíciles de las condiciones”, asegura Sutherland. El proyecto, que debido a la situación política en ambos países se ha alargado hasta finales de este año, ha contado con 1,9 millones de euros procedentes de un fondo europeo de cooperación transfronteriza (Programa de la Cuenca del Mar Mediterráneo).

Además de apoyar la creación de empresas, el programa se ha centrado en fortalecer la actividad económica en estas zonas ofreciendo ayudas, microcréditos y formación a este grupo de mujeres. En el caso de Saleh, por ejemplo, el proyecto se ha hecho cargo de la maquinaria y el material necesario para disipar las huellas de la guerra. “Nos facilitaron los trajes especiales para la apicultura, antes nos las apañábamos con la ropa que teníamos. Ahora, podemos trabajar más rápido y más seguras”, explica la empresaria, quien también dirige un taller de bordados y artesanía. “Hemos aprendido informática, contabilidad, marketing y hasta hemos puesto en marcha un cáterin”, explica Hala Ghammouch, presidenta de una cooperativa libanesa dedicada a la elaboración y envasado de diferentes productos y en la que trabajan 27 mujeres. “Hacemos mermeladas, esencias, hierbas aromáticas, un tipo de berenjena confitada… Todo cien por cien ecológico”, se apresura a calificar.

Una trabajadora de un invernadero en Al Jiftlik, una localidad en el Valle del Jordán.
Una trabajadora de un invernadero en Al Jiftlik, una localidad en el Valle del Jordán.CEDIDA POR Asamblea de Cooperación por la Paz

Como parte del proyecto, 16 empresarias de ambos países, entre ellas Saleh y Ghammouch, han visitado a mediados de este mes varias empresas y cooperativas de comercio justo en Cádiz, Málaga y Córdoba. También encabezadas por mujeres y dedicadas a sus mismas labores. “El objetivo era que intercambiaran conocimientos y técnicas”, explica la coordinadora de la organización. Y, al parecer, la visita ha sido más que fructífera. “Estoy deseando volver para poner en marcha muchas de las cosas que he visto. Voy a intentar hacer con la miel jabones y cremas como hacen aquí”, explica Saleh. “Nosotros producimos 100 toneladas de pepinillo al año. Me han aconsejado que pruebe a hacer con ellos una especie de crema”, afirma Nawal Khalil Yousef, una venezolana que desde hace 17 años vive en el pequeño pueblo palestino de Deir Ballout. Su cooperativa vive de la agricultura. “También he podido ver maquinarias que nos vendría muy bien para, por ejemplo, controlar la fermentación. He tomado nota”, reconoce.

Otro de los objetivos del programa y de esta visita a la comunidad andaluza ha sido analizar el potencial del mercado español de comercio justo para absorber sus productos. Pues, como reafirman estas mujeres, su principal escollo es la comercialización. “Es muy complicado que un producto ecológico como el nuestro pueda competir con el de los supermercados”, reconoce Hala Ghammouch. “Hasta que tomé las riendas de la cooperativa, los comerciantes hacían lo que les venía en gana y eso desmotivaba mucho a mis compañeras. En los primeros días de la cosecha, nos la compraban a, por ejemplo, cinco euros, pero conforme iban pasando los días nos iban pagando menos. Esa competencia injusta no se puede permitir. Y así se lo dije, hasta les amenacé”, asegura Nawal Khalil Yousef como rememorando ese momento. Como parte de esta campaña de promoción, el grupo ha participado en la feria BioCultura celebrada hace unos días en Madrid.

El expositor de Ruwomen en la feria BioCultura de Madrid.
El expositor de Ruwomen en la feria BioCultura de Madrid.CEDIDA POR Asamblea de Cooperación por la Paz

Ante la dificultad de vender sus productos, unas 40 empresas libanesas unieron sus fuerzas en la cooperativa Namlieh (que significa alacena), situada en el centro de Beirut. “Estamos en un punto estratégico para así poder dar mejor salida a nuestros productos. Los beneficios se reparten por igual entre las cooperativas participantes. Nuestro objetivo es lograr que las mujeres sean autosuficientes”, explica la responsable de Namlieh, Nathalie Chemaly, quien apunta que están trabajando con el Ministerio de Agricultura para conseguir que las mujeres tengan un seguro en caso de accidente. “En Líbano no existe la Seguridad Social para una mujer, si tiene algún accidente, debe costeárselo de su bolsillo”, expone la representante. “Hala se quemó hace unos días la cara y la mano con el horno y ha tenido que pagarse el tratamiento”, apunta mientras la empresaria muestra las heridas. “El proyecto respalda el empoderamiento de las mujeres, que sean iguales, que no haya tantas diferencias de oportunidades, que tengan los mismos derechos. El objetivo es que la mujer tenga una vida digna”, concluye Chemaly.

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Sobre la firma

Antonio J. Mora
Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Fue redactor en la delegación en Andalucía durante más de seis años y, actualmente, es portadista web. Licenciado en Periodismo por la Universidad de Málaga y Máster de periodismo de EL PAÍS, también trabajó en Diario Sur e Infolocalia. En 2009, ganó el premio nacional Alma de Periodista.

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