El sastre que supo ser célebre sin renunciar al silencio
Jaime Gallo, que trabajó para la familia real española desde la Transición, fallecía el pasado 22 de noviembre en Madrid
La sastrería madrileña es un sector influyente pero extraordinariamente discreto, construido a base de horas de trabajo en silencio al margen de las estridencias del mundo de la moda. Al sastre Jaime Gallo solo le liberó del anonimato su cliente más ilustre, el rey Juan Carlos I, a quien vistió ininterrumpidamente durante las cuatro décadas de su reinado. Sin embargo, esta notoriedad apenas logró compensar su escasa familiaridad con las cámaras; cuando, el año pasado, se le concedía el Dedal de Oro en 2014, el reconocimiento público venía a reivindicar la solidez de un modelo de negocio (la sastrería masculina a medida) que cuenta con clientes en los sectores más acaudalados e influyentes de la sociedad española.
De origen burgalés (nació en la localidad de Barbadillo de Herreros en 1932), los primeros pasos de Gallo en el oficio estuvieron marcados por la humildad; tras trabajar como aprendiz en distintos talleres y formarse en academias profesionales de la época, entraba en el gremio de sastres en 1938 y abría en 1972 las puertas de su propia sastrería, que pronto contaría entre sus clientes con el futuro monarca. Hoy dicho negocio sigue abierto en un espacioso local de la madrileña calle de Ayala, donde recibió durante décadas a clientes como el futuro Felipe VI, empresarios como Juan Abelló y celebridades como Francisco Rivera Ordóñez, pero también a numerosos empresarios y políticos.
Frente a la confección a medida que hoy ofrecen numerosas firmas de lujo, el trabajo de Gallo se caracterizaba por aspirar a trasplantar en España los principios básicos de la sastrería bespoke británica que tiene su epicentro en Savile Row, en el londinense barrio de Mayfair: confección íntegramente realizada a mano, a partir de numerosas medidas tomadas directamente sobre el cliente y con una serie de innovaciones técnicas que la hacían difícilmente imitable. La elaboración de los trajes se realizaba íntegramente por el equipo de sastres y cortadores de su taller madrileño, pero desde hacía décadas, consciente de los desafíos de la industria, había incorporado a su catálogo una importante selección de tejidos italianos y británicos.
La considerable inversión en tiempo de su metodología, que requería más de sesenta horas en la elaboración de cada traje, implicaba también una considerable habilidad y preparación. En las escasas entrevistas que concedió en los últimos años, principalmente a medios especializados digitales, lamentaba la falta de preparación de las nuevas generaciones de profesionales, y la necesidad de regular la enseñanza que debía garantizar la continuidad del negocio. Acaso por ello empleó sus últimos años en consolidar la preparación de la generación de profesionales destinada a sucederle al frente de su negocio. Al mismo tiempo, su tienda de moda masculina Best, inaugurada en 1980 en la calle Serrano, le permitía diversificar sus actividades en el terreno de la camisería y la distribución de productos de firmas extranjeras de lujo.
Jaime Gallo fallecía en Madrid el pasado 22 de noviembre. A la capilla ardiente instalada para rendirle homenaje acudía Felipe VI, que vistió su primer traje elaborado por Jaime Gallo a los 11 años, en 1979.
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