El no analógico
Necesitamos el papel para ser interesantes y creativos, pero, al final, es la tecnología la que hace que las cosas pasen
Alfonso estaba estudiando en la biblioteca de la Universidad de Southampton, cuando una bella muchacha se sentó dos asientos más allá. Cogió un folio y lo dobló hasta que hizo un iPhone. Ahí dibujó una pantalla de WhatsApp y escribió un mensaje en el que invitaba a la chica a tomar un café junto a dos posibles respuestas: una aceptando, otra rechazando. Se lo pasó. Ella lo leyó y le hizo una foto al papel. La colgó en Twitter junto a un mensaje diciendo que este había sido el momento más incómodo de su vida (nunca ha ido de invitada a El Hormiguero) y, aunque no iba a tomarse ese café, le daba a Alfonso un diez en creatividad. Pero un detalle le pasó inadvertido. En el papel se veía el número de teléfono de él. Inmediatamente, decenas de chicas que habían visto el tuit empezaron a mandarle mensajes ofreciéndose a tomar café.
La noticia fue publicada en la web del Daily Mail. Los comentarios de los lectores hablaban de puertas que se cierran y otras que se abren (mentira: las puertas se cierran todas y lo único que pueden abrirte es una ceja con el golpe), de noes que son síes (mentira: los noes son todos noes, incluso los que se escriben en minúscula). Yo que, como las modelos, he aparcado el amor para centrarme en mi carrera, empecé a barruntar una moraleja ligada a mi profesión. Y di con una frase digna de un gurú mediático: necesitamos el papel para ser interesantes y creativos, pero, al final, es la tecnología la que hace que las cosas pasen. Se lo comenté a mi empleador esperando un ascenso. Me dijo que me hiciera un Tinder.
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