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Columna
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Maltrato

Quien conozca mi afición a la hípica comprenderá cuánto llega a repugnarme la fechoría de ese sujeto

Fernando Savater

Un motivo más para envidiar a los animales: ellos no tienen que soportar a los animalistas y nosotros sí. Veamos: un bruto mata a palos a su caballo después de una mala actuación en el hipódromo de trotones de Manacor. Quien conozca mi afición a la hípica comprenderá cuánto llega a repugnarme la fechoría de ese sujeto. Pero también me repele que se utilice el caso para generalizar sobre el maltrato que sufren los animales en nuestro país. Precisamente lo sucedido sirve para marcar la diferencia entre tratar a un animal bien, es decir, de acuerdo con los fines para los que ha sido criado (yo diría inventado), y maltratarlo, o sea, martirizarlo por puro rencor. Maltratar a un caballo de carreras no es hacerle competir para mantener viva su raza y de paso alegrar los corazones de quienes le admiran, sino castigarlo estúpida y brutalmente. Claro que también se les maltrataría suprimiendo los hipódromos por razones falazmente “humanitarias” y condenándolos a la extinción…

Los medios informaron profusamente del episodio de Manacor, pero nada dijeron en cambio de que en esas mismas fechas se disputó en el hipódromo de Madrid el Día de Campeones, donde pudo verse competir a nuestros mejores amigos equinos, ante la emoción de quienes más les apreciamos. Esa jornada brillante no interesa, porque sólo tienen morbo informativo en lo que respecta a la hípica los accidentes, los fraudes o las burradas de los malnacidos. Imagínense que al fútbol o al automovilismo se los tratase igual… Dedico esta nota a Michelle Payne, primera mujer que ha ganado la Melbourne Cup, la carrera que paraliza a una nación. De familia hípica, Michelle sabe cómo debe tratarse correctamente a un animal, sin confundirle con una reencarnación con cuatro patas de su tía solterona.

 

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