Días de viejo color
La derecha española sufre una mala conciencia histórica con la memoria histórica. Le produce alergia, especialmente, cualquier cosa que huela a los años treinta. Pero es una lástima que algunos profesionales de la tele pública se contagien de ella
El otro día, en el Festival de Cine de Tudela, el encanto de Pedro Olea recibió un homenaje. Rodeado de Ana Belén, Pepe Sacristán, Diego Galán y Víctor Manuel, contó una anécdota de su ópera prima, Días de viejo color, que captura un aire moral: la madre de la actriz Cristina Galbó se sentó en la cama donde su hija rodaba una escena subida de tono y, cada vez que Olea deslizaba la sábana que cubría el cuerpo de Cristina más milímetros de lo que ella podía soportar, le apartaba la mano y volvía a poner las cosas en su sitio.
Además de esa madre, la censura también se ensañó con la película, de 1967. Pero, desde 2012, Pedro Olea sufre otro tipo de censura: TVE mantiene retenida La conspiración, un telefilme con guión de Elías Querejeta que recrea cómo el General Mola organizó la Guerra Civil. No es la única víctima. La segunda temporada de la serie La República permanece en el mismo limbo absurdo. El pretexto oficial es de traca: mientras no las emita, la tele no ha de pagarlas. La auténtica razón se la dio el anterior director del ente a otro cineasta que, con el guión aprobado, vio interrumpido el rodaje de una película ambientada en los años previos a la guerra: “Estoy hasta los cojones de memoria histórica”. Eso es lo que le dijo.
Días de viejo color. La derecha española sufre una mala conciencia histórica con la memoria histórica. Le produce alergia, especialmente, cualquier cosa que huela a los años treinta. Pero es una lástima que algunos profesionales de la tele pública se contagien de ella y dejen pasar la ocasión de parecer gente decente.
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