Guerra de fans
Nos gustaría que se nos conociera como las 'bertiners'. Olvídense de las broncas entre 'selenators' y 'beliebers'. Esto sí que es una guerra, y va a ser mortal
¡Esto es la guerra! Sorry, beliebers; id con la música de Baby, baby a otra parte. Esta columna es para mayores de 18 años. Quedan prohibidos los móviles, los jeggins y los wapissimas. Y, sobre todo, nada de mentar al innombrable. A Justin. Ese. Bieber. El ídolo juvenil. Para leer esto se pide el DNI.
El empacho justinesco combinado con una sobredosis de salchichón condenado por la Organización Mundial de la Salud me provocó un tremendo efecto rebote mientras veía El hormiguero. Bueno, viví una epifanía y todo; una fuerza sobrenatural me impulsó a comerme otra rodaja, y tuve que abandonar Antena 3. Cambié a TVE y ahí estaba él. Su nombre también acaba en “in”. Pero a sus fans —somos un poquito mayores que las otras, ejem— nos gustaría que se nos conociera como las bertiners. Olvídense de las broncas entre selenators y beliebers. Esto sí que es una guerra, y va a ser mortal.
Como ya habrán adivinado, nuestro ídolo es Bertín Osborne, como el toro, el brandy y Ozzy, el cantante de Black Sabbath reconvertido en estrella de la telerrealidad.
Lean, comparen y decidan si quieren ustedes apuntarse a este nuevo club de fans.
Bertín te recibe en su casa o en la tuya, con palmadas en la espalda, y antes de que te quites el abrigo te pone delante un plato de jamón. Además de jamón, Bertín saca titulares. Bertín es un padrazo. Bertín rocks. Bertín lleva cuatro décadas siendo famoso.
¿Queréis que siga, beliebers? Ah…
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