De padre fundador a líder de un musical rapeado
Alexander Hamilton, el político que aparece en los billetes de diez dólares, se ha convertido en la razón inesperada de uno de los éxitos del año
Alexander Hamilton, al que considerábamos hasta ahora como el Ringo Starr de los Padres Fundadores de Estados Unidos, ha conseguido recientemente reclamar, una vez más, su lugar en los libros de historia. Y eso que lleva más de doscientos años muerto. Está a punto de convertirse en el primer hombre en abandonar su privilegiada posición como estandarte del billete de diez dólares, para dar paso, por fin, a un billete oficial norteamericano en llevar la imagen de una mujer. Y además, es el protagonista absoluto del musical que ha revolucionado no sólo Broadway, y la música en general, sino también la forma de mirar y contar la Historia.
Pero, parafraseando el número de apertura de Hamilton, ¿cómo es posible que un bastardo, huérfano, hijo de una puta… haya dinamitado completamente el mundo del musical y de la cultura popular? ¿Es un George Washington y un Thomas Jefferson negros eso que ven nuestros ojos? ¿Y acaso no están… rapeando? ¿En Broadway? ¿Con colas de infarto antes de cada representación para hacerse con las pocas entradas reservadas para el día, y meses y meses de espera hasta la siguiente función con butacas libres?
Y espera, porque si echamos un ojo a la lista Billboard de ventas en Estados Unidos, nos encontramos con que el bueno de Alexander Hamilton ha ayudado, una vez más, a hacer historia. El disco con la banda sonora del musical debutó este mes directamente en el número 12 de ventas (una proeza absolutamente inaudita, sólo superada por el disco de Camelot, en 1961). Pero aún hay más, porque alcanzó el número 5 en álbumes digitales, el 9 en el top ventas y, nada más y nada menos que el 3 en álbumes de rap.
¿Qué maravillosa locura es esta? ¿Por qué hace unas semanas el nombre de Alexander Hamilton era, como mucho, una vaga noción en el fondo de nuestra memoria, y ahora sabemos todos y cada uno de los pormenores de su vida, rapeamos sus andanzas y las de sus amigos y enemigos a grito pelado y rezamos cado noche para que alguien, algún día, nos envíe cartas tan románticas como las que él le enviaba a uno de sus compañeros de batallas?
La respuesta es clara y concisa: Lin-Manuel Miranda. Lo que es imposible de explicar de manera concisa, es, exactamente, porqué el creador, escritor de partitura y letras e intérprete de esta obra, es un genio absoluto. Aunque quizá mostrando nuestro primer encuentro con Hamilton, la cosa resulte un poco más fácil.
Fue en la velada dedicada a la poesía, la música y la palabra de La Casa Blanca. Allí, frente unos Michelle y Barak Obama apunto de convertirse en sus primeros fans, Miranda interpretaría lo que acabaría convirtiéndose en el número de apertura del musical. O lo que en aquel momento presentaba como parte de un álbum conceptual de hip hop basado en la vida de quien él consideraba una figura intrínsecamente representativa de este género musical: El Tesorero Alexander Hamilton.
Después de escuchar esta canción, Ron Chernow, el biógrafo autor del libro en el que está basado Hamilton, le dijo a Miranda: “Creo que esto es lo más impresionante que he escuchado en mi vida”. Es difícil no apasionarse con la energía que irradia Miranda. Incluso cuando el tema que presenta es uno, a priori, tan poco atractivo. Pero cuando Lin-Manuel comienza a dejar fluir las palabras, a contar la historia de este pobre diablo cuya infancia estuvo plagada de tragedia, este inmigrante que llegó a América y, como tantos otros antes y después que él, ayudo de manera indiscutible e indeleble a forjarla como lo que es hoy en día… es imposible no dejarse seducir, y empezar a entender no sólo el éxito de un musical como Hamilton, sino el propio genio, el talento inconmensurable del propio Miranda. Ese hombre que se llevó como lectura de vacaciones un libro de 800 páginas sobre uno de los Padres Fundadores de Estados Unidos y, tras ver con meridiana claridad que ahí había material para un trabajo de hip hop, se sorprendió genuinamente al descubrir que nadie antes había tenido la misma idea. Hablamos del mismo hombre que arrasó en Broadway con In The Heights y recogió su Tony rapeando. El que lo mismo parodia a High School Musical que crea sobre la marcha un rap de final de ceremonia de los Tony que deje a todo el mundo alucinado. El mismo al que llama Stepehen Sondheim (lo que traducido al lenguaje de Broadway, viene a significar “Dios”) cuando quiere adaptar letras de su West Side Story al español.
Pero no hace falta saber su historia para apreciar la calidad y complejidad de una obra que le llevó prácticamente ocho años completar (sólo en el tema My Shot, trabajó un año entero) y que bebe claramente de todos los patrones clásicos de Broadway, que los doma y los amaestra para que den un paso más. R&B, pop, jazz, hip-hop y lírica tradicional conviven en armonía, arropando a letras ricas, poderosas y tan llenas de matices, de pequeñas historias que se esconden en los pliegues de sus rimas, de referencias y homenajes, que es imposible no descubrir constantemente nuevos guiños. Si no, que se lo digan a los contribuidores de webs como genius.com, en las que, prácticamente a diario, miles de personas las debaten y añaden nueva información.
Si con todo esto te ha picado el gusanillo y quieres emocionarte en vivo y en directo con la historia de Alexander Hamilton contada desde el punto de vista de su verdugo, si quieres ser dedo participante en una peineta como dios manda al whitewashing (o supremacía de intérpretes blancos en la cultura popular) y tu cuerpo te pide ser agasajado con una historia amena, divertida, emocional y endiabladamente rítmica que pone en su merecido lugar a los verdaderos arquitectos de Estados Unidos… lamentamos comunicarte que, incluso si tienes previsto un viaje próximo a Nueva York, a no ser que no te importe esperar hasta aproximadamente mayo del año que viene, es bastante improbable que puedas conseguir entradas.
¡Pero espera, aún hay una pequeña esperanza! Todavía puedes participar en el Ham4Ham, la lotería que organizan antes de cada función entre todos los asistentes a la cola para conseguir asiento en la primera fila al muy interesante precio de 10 dólares (exacto, de ahí lo de Ham4Ham, un billete con la cara de Hamilton para ver la obra basada en su vida). Puede que, ni con esas, consigas entrar, después de todo habrá contigo una marea de fans esperando ser uno de los afortunados del día, pero aún así podrás disfrutar de uno de los exclusivos y diarios mini espectáculos que el equipo artístico de la obra preparan para cada ocasión. Una pequeña delicatesen para sus fans, y una manera brillante de generar contenido diario con capacidad de hacerse viral, que arrasa en las redes sociales. Ya avisamos. ¿Lin-Manuel Miranda? Genio total.
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