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Tribuna
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‘Trêve’

Entonces, la tentación: intentar ganar el Arco por tercera vez lo que ningún caballo ni yegua ha conseguido nunca

Fernando Savater

Cuando tenía un año, nadie quiso comprársela a sus criadores, la familia Head. Su padre es ganador del Derby y su madre una yegua de lo más estimable, pero no tiene un pedigrí de los que ahora se llevan. En todo manda la moda. Volvió con los Head y la entrenó Criquette, la hija del patriarca Alec. Desde que pisó la pista, no hizo más que ganar carreras pequeñas o grandes: el Diane, el Vermeille y el mismísimo Arco del Triunfo, la prueba más prestigiosa que se disputa en el hipódromo parisiense de Longchamp. Al año siguiente, 2014, mostró menos ímpetu, la derrotaron por primera vez, en Ascot pareció enferma. Sin embargo, fue recuperando la forma hasta volver a conseguir, brillante como nunca, su segundo Arco del Triunfo. Sólo otra yegua, Corrida, había conseguido antes ese doblete en 1936 y 1937. A Corrida la mataron los nazis, cuando en su retirada de Francia quisieron utilizarla como acémila y la campeona se rebeló.

Entonces, la tentación: intentar ganar el Arco por tercera vez, lo que ningún caballo ni yegua ha conseguido nunca. Esta vez tendría que enfrentarse a Golden Horn, el excepcional ganador del Derby. La pista de Longchamp estaba seca y dura, al gusto del inglés pero al contrario de lo que ella prefiere. Toda la afición francesa y muchos más queríamos asistir al triunfo histórico. Luchó con bravura pero no pudo ser: en vez de La Marsellesa, oímos el God Save the Queen. Temo que ahora sea más recordada por lo que no logró que por lo mucho conseguido, porque la memoria popular es así. Al día siguiente, llovió en París. Si hubiese sido unas horas antes, se habría ablandado la pista y quién sabe… Como acertadamente suspiró la bruja mala de Oz cuando Dorothy la despachó al infierno con un simple cubo de agua: “¡Qué mundo!”.

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