Un director de cine español en Torontontero
Paco Cabezas nos cuenta su participación en el Festival Internacional de Cine de Toronto, donde presentó 'Mr. Right'
Me prometí a mí mismo que no volvería a hacer el chiste de Torontontero pero como el chiste del perro mis tetas todos los chistes malos son adictivos, es como poner “de chichinabo” después de cualquier palabra, siempre funciona…
Nos vamos corriendo al aeropuerto mi novia y yo, y como no, el vuelo se retrasa y pasamos 3 horas en Barajas haciendo el tonto, como estoy nervioso porque quiero escribir un buen articulo para TENTACIONES y porque cerramos el Festival de Toronto con mi peli Mr. Right (pero sobre todo por lo de TENTACIONES) me hago una foto vestido de torero y con cara de pánico.
Mi novia me recuerda que no me gustan los toros y lo del toro de la Vega y eso pero a estas alturas ya no tengo escrúpulos, todo por la fama… Al llegar a Toronto noto enseguida por lo buena gente que son los del Festival que los canadienses son como una versión descafeinada de los americanos. Serán muy amorosos y todo eso pero no llevan armas de fuego encima, lo que les quita bastante encanto. Aun así recojo mi acreditación. Que te den una acreditación en un festival de cine es lo mejor del mundo, en pocas palabras, te sientes DIOS, te dejan pasar a cualquier sitio y quitarle comida a la gente del plato cuando te apetece: pueden girarse como para darte una leche pero cuando ven la acreditación están obligados por la ley canadiense a hacer una reverencia… En general estar en un festival de cine es lo mejor del mundo porque por unos días no tienes que lavar los platos, no tienes que estar rodando y levantarte a las 5 de la mañana, no tienes que darte cabezazos contra el portátil porque no te sale esa puñetera escena… Que por una vez cuiden de ti, para que os voy a mentir, mola. Por eso a los directores, actores, a todos nos encanta que nos inviten a los festivales, principalmente para llorar en el hombro de los compañeros y para que te traten bien, aunque sea por un rato, en esta profesión somos todos un poco “tristón solo quiere un amiguito, un hogar y mucho amor”.
Al final, solo pude ver una maldita peli en todo el Festival (aparte de la mía). Estuve haciendo tantas entrevistas que solo vi la mitad de Black Mass, con Johnny Depp. ¿Por qué vi solo la mitad? Porque iba con un jet lag de tres pares y porque en el tráiler salía Johnny con un maquillaje y unas lentillas de color azul intenso que parecía Scarface Condemor y claro, yo que estaba encantado con la idea de ver una comedia vampírica de gánsters de chichinabo (veis que bien queda), luego me di cuenta de que todo iba en serio y que habían retocado digitalmente los ojos de Johnny para que no fuera tan cantoso. Me imagino perfectamente a Depp el primer día de rodaje saliendo de su tráiler con unas lentillas fluorescentes y el pelo blanco y el director pensando “Madre mia, esto lo vamos a tener que arreglar en pospo”, así que me salí del cine a la mitad y me fui a dormir porque al día siguiente estrenábamos Mr. Right.
Estrenar una peli en un festival es muy parecido a casarse: hay una chica muy mona que te lleva de la mano todo el rato y te presenta a un montón de gente que no conoces que te pregunta cosas como, ¿estás contento? ¿Estás feliz?, y tú solo tienes ganas de ver tu peli con el público y que no te pregunten más cosas. Porque si estrenar una peli es como casarse, el momento de la proyección con el público es como el sexo, es increíble, es orgásmico… Pero no adelantemos acontecimientos.
Te pruebas el traje en el hotel y te sientes como una morcilla de Burgos ¿Puedo ir al estreno en chándal? Le preguntas a tu novia. Y no, se ve que no. Luego llega la chica super mona y te mete en una limusina, la limusina llega a la parte trasera de un edificio donde vais a hacer la rueda de prensa y hay como 500 fans esperando a que aparezca Sam Rockwell o Anna Kendrick. Cuando se abre la puerta del coche y aparezco yo, escucho algo parecido a “UOOOOooooh” y caras de decepción, ya lo sé, no soy famoso. Antes de la rueda nos llevan a una sala y allí están Max Landis y Sam Rockwell comiendo palomitas y chocolate caliente, no sé si lo he dicho ya, pero amo a estos dos tíos. Luego aparece Michael Eklund, que aunque tiene cara de malo, es también un amor y nos falta el canto de un duro para improvisar una orgia. Me lo he pasado como un niño pequeño rodando esta peli y cuando ruedas una peli es como cuando vas a la guerra o a gran hermano, es una experiencia traumática pero que te marca para siempre. Se crea un lazo, una conexión, con la gente que la compartes que no se rompe nunca. Así que aunque lleve varios meses sin ver a Sam y a Max, nos abrazamos y enseguida empezamos a hacer bromas y a reírnos como niños chicos.
Resulta que Anna no aparece por ningún lado y nos enteramos de que se ha olvidado el pasaporte y cuando ha ido a pillar el avión no le han dejado subir, pero para pasar la frontera con Canadá, si lo haces en coche, lo puedes hacer con una fotocopia, así que se monta en uno en Nueva York, se lía la manta a la cabeza e intentará cruzar la frontera con Canadá. Cruzamos los dedos y esperamos que llegue a la alfombra roja. Al final, hacemos la rueda de prensa y lo pasamos muy bien, hablamos de como hicimos las coreografías de pelea con Sam, como metimos pasos de baile a lo Michael Jackson o movimientos a lo Mohammed Ali, o como Max escribió este guión como una respuesta a no sentirse aceptado cuando era un adolescente, aunque supongo que llevar una nariz de payaso en el instituto no ayudaba demasiado.
Al rato toca el estreno y tenemos que hacer 2 seguidos, uno en el Teatro Princess of Whales a las 6 y otro a las 8 en la mega-ópera-con-3000-asientos Roy Thomson Hall. Pero bueno, como decía el Chapulin “Síganme los buenos”.
La primera presentación parece que sale bien, nos llevan otra vez por la parte de atrás, ahora hay como 800 fans de Anna Kendrick con cara de decepción al verme bajar del coche y, cuando llego al backstage, allí está Anna, no sé cómo ha llegado a allí sin que la vean, probablemente las mega estrellas ya tengan acceso al teletransportador de la mosca pero no me lo quiere decir, así que le doy un beso y hablamos de la peli un buen rato, solo ha visto sus escenas, en las que sale peleando pero está deseando ver la peli entera.
Y allí que vamos al estreno grandote, este tiene alfombra roja y como 5000 personas esperando a que salga Anna Kendrick, cuando salgo yo de la limusina les miro con cara de “anda y que os den”, pero hay un señor con el pelo blanco con un cartelito de Carne de Neón y un rotulador que grita “¡Paco, Paco!”, a mí casi que se me saltan las lágrimas y voy y le doy un beso a ese señor y el mejor autógrafo que he firmado nunca. Luego alguien de publicidad me da una nariz de payaso y yo le digo “se supone que lo de que Sam Rockwell se ponga una nariz de payaso cada vez que asesina a alguien es un secreto”, pero el publicista me mira con cara de “baila para mí, maldito” y yo, por supuesto, bailo. Así que me hago mil fotos con la nariz de payaso.
Y después de 800 entrevistas donde me hacen las mismas preguntas en distinto orden por fin, entramos al cine. Presentamos la peli y Sam me dice que hablemos Max y yo, que él prefiere no hablar, yo le digo que igual podíamos hacer algo y él me dice que lleva una máquina de pedos en el bolsillo, que igual yo podría decir al público que Sam Rockwell quiere leer un discurso y que cuando se acerque al micro y se meta la mano en el bolsillo de la chaqueta suene un largo y rotundo pedo. Así es Sam Rockwell. A mí me parece una idea genial, pero Max al final se lleva al público de calle haciéndoles cantar una canción hortera de los Backstreet Boys. Luego yo hablo de lo mucho que amo esta película y que el cine está ahí como una evasión, para divertirnos, para disfrutar y de cómo mi padre trajo a casa un día un video VHS y trajo dos cintas Cantando cajo la lluvia y Taxi driver y que Mr. Right es justamente la mezcla de esas dos pelis.
Y al final las luces se apagan, la película empieza, el público comienza a reírse y no para hasta el final y yo, como una novia en su luna de miel, soy feliz.
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