Generación 'reality': crecer queriendo ser famoso de la tele
Quince años después del estreno de 'Gran hermano', hay toda una generación de jóvenes que han vivido con la telerrealidad. Para algunos es también una puerta de acceso a la fama.
Le están haciendo las fotos ahora mismo. Sí, está quedando estupendo. Si es que este chico vale pa' tó. "¿Que quieren que vaya a plató qué día? Vale, lo miro y luego lo vemos". Al habla la acompañante de Christopher Mateo; al otro lado del teléfono, su madre, María Luisa, convertida ya en estrella catódica por derecho propio. El millonetis franco-marbellí de 19 años es el ganador de la última edición de Supervivientes (200.000 euros). En todos los sentidos: pasó de hacer un cameo en otro reality show, ¿Quién quiere casarse con mi hijo? (QQCCMH), a eclipsar a su hermano, Rafa, el que se presentó a buscar novia; se ha hecho más famoso que él; tumbó también a otras caras mucho más populares que él en la isla y se ligó (o algo parecido) a Chabelita. Es el paradigma de la generación reality: gente que ha crecido viendo eso y ve en ello una fórmula para alcanzar fama, éxito, con suerte algo de dinero...
El reality que le ha visto triunfar ha puesto en marcha desde ya su convocatoria para el año que viene con otro invento, Pasaporte a la isla, cuyo premio es exactamente eso. Esto cada vez va más rápido. Y sigue sumando audiencias. Ha dejado de ser un placer culpable para que hasta el moderno de turno lo comente en las redes, en el curro, en los bares (con o sin ironía). Los shares dan la razón. Particularmente a Gran Hermano (GH), que acaba de comenzar su 16ª edición. Y para enero tendremos nuevo GH VIP, remedo actualizado del mítico Hotel Glam, solo que con celebrities amasadas en la factoría Mediaset.
En el año 2000, Mercedes Milá se asomó a la parrilla televisiva anunciando este novedoso experimento sociológico que resultó tener poco o nada de una cosa y la otra, pero mucho de nuevos códigos del entretenimiento. Jaime Guerra, productor ejecutivo de Zeppelin, recuerda así aquellos comienzos: “GH se había estrenado en Holanda en una televisión pequeñita; tenía buenos resultados por el boca a boca. Con su llegada, en Zeppelin conseguimos algo más allá de un nuevo formato: un nuevo género, la telerrealidad. Un cambio tan grande en el lenguaje televisivo, que tardará mucho en volver a darse otro. La generación que hoy se presenta a los castings de GH tenían cinco años en aquellos comienzos”.
Es el caso de Ylena Padilla (conocida como Ylenia, a secas), de 27 años, entregada estos días a su insólita faceta –incluso para ella- de cantante rompelistas. Su único tema, Pégate, lleva ocho millones de visitas en YouTube y la ha llevado desde los escenarios del Orgullo gay a festivales veraniegos de música calentita. ¿Cómo explicar a alguien recién aterrizado en España por qué se ha hecho tan popular? Su trayectoria profesional se resumiría así: con 24 se dio a conocer en Gandía Shore, un reality sucursal de otro norteamericano, Jersey Shore, en el que unos ninis veranean juntos ante las cámaras de televisión. Acudió a la llamada de GH VIP, robó el plano a todos menos a Belén Esteban (la gran redimida gracias al programa y hoy su nueva íntima, que la invita incluso al cumpleaños de Andreíta) y desató su potencial máximo como personajón televisivo.
El éxito de Ylenia radica en su incontrolable personalidad y su chonismo; en mantenerse fiel a su tinte y a sus ideas y en que el pueblo la percibe como "auténtica" (vocablo que, por el contrario, produce alergia en los departamentos de casting: cuando alguien se define como "auténtico" o "amigo de mis amigos" pierde todo el interés). Su “hasta nunqui” ha calado tanto que debería ser aceptado por la RAE. Ylenia nunca se desmaquilla (nosotros la convocamos para que posara “natural y despeinada” y casi nos cuesta a todos un trauma), responde rauda e ingeniosa, ataca cuando le tocan sus inseguridades... es de verdad, es carne de reality. “Ahora ya no tanto, pero antes… Antes los veía todos. Siempre he sido muy de realities; el que más, Gran Hermano. Ni de coña me imaginaba que acabaría ahí”.
En apenas unas semanas, comenzará su andadura en otro programa de tele junto a otro personaje adicto a la fama catódica: Carmen Lomana. Admite que “con esto de los realities no te forras” pero que “participar en uno es toda una aventura”. También dice que si se pega la torta siempre le quedará la inmobiliaria de su padre, en Benidorm, de donde salió. Por el camino, cuenta, se dedica a hacer bolos en discotecas, un recurrente sustento entre participantes de programas tipo Mujeres y hombres y viceversa (MYHYV) y personajes que salen al mercado laboral cuando abandonan la experiencia televisiva. Generalmente son captados por agencias que los mueven casi "al peso" por discotecas de toda la geografía española. Los bolos en sí consisten en hacerse fotos con la peñita y alguna vez twittearlo o instagramearlo. El líder absoluto en esto es Kiko Rivera que, además de ser participante de reality, pertenece a una famosa saga y ejerce de dj; labores para las que a simple vista (y solo a simple vista, seguro que luego es harto complicado) no hace falta gran cualificación profesional. Le preguntamos a Ylenia, que este verano se ha hinchado a hacerlos. “¿Qué en qué consiste eso de hacer bolos? Pues en plantarte allí y hacerte fotos con todo el mundo. Sí, la gente es muy fuerte, hacen cola por hacerse una foto contigo”.
Es una de las consecuencias de esa fama tan bestia e inmediata que da copar horas y horas de tele. Que se lo digan a Christopher Mateo, “el artista de la familia”, como se le presentó en QQCCMH. Al preguntarle qué supone participar en un reality, responde: “Pues depende cómo lo quiera enfocar cada persona. A mí, aparte de ser un gran reto, me ha sido para darme a conocer, ya que tenían una imagen equivocada de mí, y también para promocionarme como el artista que soy”. Así ve él su futuro: “Estoy lanzando mis propios temas de música electrónica. ¡Voy a seguir luchando por ser un artistazo! En unos años me veo haciendo mis propios conciertos y teniendo algún papel importante en alguna película”. Aparte de estudiar interpretación, quiere probar como DJ, cantante y modelo. Está claro que tendrá que elegir. La telerrealidad no da para todo.
"Siempre he sido muy de realities; el que más, 'Gran Hermano'. Ni de coña me imaginaba que acabaría ahí"
Jorge Javier Vázquez, conductor de Supervivientes, nos dice admirar el paso del proyecto de artista por la isla. “Fuera del programa me gusta menos. Dentro me parecía más naif. Siempre me ha chocado su discurso de ‘aquí me olvido de que soy un niño rico’. La que me encanta es la madre”. El joven ganador vive una paradoja. Al mismo tiempo que se queja -“lo peor de participar en un reality es exponerte al público y oír muchas críticas, aunque no sean ciertas”- ha paseado de plató en plató junto a su familia, convertida en la comidilla catódica del largo y cálido verano. No parece muy coherente, pero ¿quién busca coherencia en este alocado mundo? Su “relación” con Chabelita, hoy elevada a diva choni de la prensa rosa, de alimenta de la misma dualidad. Pregunto a Josep Tomás, director de Supervivientes y de Pasaporte a la isla. “Ni se nos pasaba por la cabeza que pudiera surgir algo entre ambos, ni hicimos nada por favorecer este romance. En cualquier caso, está claro que las adversidades del Caribe unen mucho. ¿Hasta qué punto estaban jugando con la audiencia para permanecer dentro del concurso? No lo sé. Pero si era un juego, es posible que se les haya ido de las manos. Esas cosas pasan”.
Jorge Javier Vázquez, curtido en tele como pocos, sigue admirándose por las cotas que va alcanzando la telerrealidad. “Con los realities me sucede algo maravilloso. Hay cosas con las que me pregunto: ¿Es verdad? Y te juro que no lo sé. Soy muy fan de QQCCMH y lo que pasa ahí es inaudito. Me parece increíble tener todavía esta capacidad de sorpresa. En general, lo que gusta es que los participantes sean desinhibidos y participen. Esto no significa necesariamente que discutan, tienen que ir a vivirlo. Pero ser un mueble no funciona”.
Por eso la selección de los participantes es esencial. Cada productora cuenta con un departamento de casting cada vez más numeroso y especializado. Por un lado, las agencias y los representantes ofertan a sus personajes y por otro, se hace la llamada “búsqueda directa”, labor de intrépidos redactores (con abrumadora mayoría femenina) que se abren perfiles en redes sociales -incluso en Tinder o Badoo-, que visitan discotecas ibicencas o se patean polígonos de mala muerte. Encontrar el personaje perfecto es un trabajo altamente tecnificado. A Corina, de Un príncipe para Corina la encontraron José Romo y Marta V. Machuca en una discoteca del paseo marítimo de Marbella. Al verla -su porte, su mirada, su estilo-, supieron que era lo que buscaban: una princesa que protagonizara un reality piramidal. No se equivocaron. Corina Randazzo hizo un papel bastante destacable también en Mira quién baila. Otra multi-reality para la saca de esta peculiar industria.
Vanesa Ferreiro ha coordinado varios castings de Eyeworks-Cuatro Cabezas, productora que ha definido todo un estilo en los reality dating, el de la ultraedición de corte más humorístico (QQCCMH; Adán y Eva, que tras convertirse en el estreno más visto de la historia de Cuatro acaba de regresar con una segunda temporada). Ferreiro defiende rotundamente que el mejor casting es el que no se hace: “No se trata de buscar, sino de encontrar. Buscamos unos perfiles determinados y encontramos siempre algo mejor. Buscamos una tarotista, y encontramos una que además cree en las hadas, hace retiros espirituales y es súper protectora con su hijo. Nosotros contamos historias y lo hacemos a través de los personajes. Buscamos gente con un mundo interior propio, hay muchas culturas, muchas curiosidades que pueden ser contadas”.
¿Por ejemplo? “Piensa que buscamos por todas partes, redes sociales, playas, repartimos flyers, y hasta ponemos anuncios en prensa. Encontramos gente increíble. A lo mejor veo en las noticias que un chino monta una bodega en La Rioja. ¿Qué está pasando ahí? ¿Por qué no monta un bazar? Pues busco a ese chino y me intereso por su realidad, y siempre es interesante lo que encuentras. También hay mucha gente que miente, y por supuesto les pillamos porque hacemos una auténtica labor de investigación del entorno, el pasado, la familia… todo. Cuando fuimos a conocer a Rafa Mateo y a su madre María Luisa, nos recibieron con champán y foie, como si fuéramos una gran productora de cine, ¡y solo éramos dos guionistas con una minidv! ¿Sabes? No hay mejor guión que la realidad”.
Yo misma, la firmante de este reportaje, he participado reclutando a gente. Cuando citábamos a alguien que buscaba el amor para QQCCMH, si el perfil parecía que podría valer para Adán y Eva, se le decía “te podrías desnudar, ¿por favor?”. Y, por supuesto, había gente que se quitaba la ropa y continuaba hablando de sus aspiraciones sentimentales en pelotas y con toda tranquilidad. Llega un momento en el que trabajar en televisión supone que todo parezca absolutamente normal. Y de hecho, lo es.
Pero para “fabricar” un personaje hace falta mucho más. No basta ser desinhibido, original o ser popular. Mario Vaquerizo es el ejemplo perfecto de sintonía con la cámara. Ha pasado de consorte de Alaska a pivotar a la diva de la movida a una nueva dimensión (televisada) para el público joven. La pareja ha grabado este verano la cuarta temporada de Alaska y Mario, que se emite en MTV a partir del 6 de septiembre. Vaquerizo me aclara: “Para mí participar en un reality es un hobby. Y sobre todo porque vengo de una cultura muy norteamericana donde muchos famosos lo hacen y no porque estén acabados ni su popularidad esté mermada, ni nada de eso… Cuando decidimos hacerlo, las primeras reacciones fueron: ya no saben qué hacer, están acabados; para nada, señora, lo hacemos porque nos divierte y estamos encantados de cómo es nuestra vida. Como siempre he proclamado: no eres nadie si no tienes un reality propio. Pasado el tiempo he llegado a la conclusión de que la clave de nuestro éxito es que todo es verdad. El público no es tonto”.
Alaska y Mario supieron capitalizar aquí lo que Paris Hilton, primero, y los Osbournes, después, instauraron en EE UU: mostrar tu vida tal cual (con los necesarios toques de guion para convertirla en algo televisable). La cantante lo justifica con su habitual lógica racional: “Cuando estás orgulloso de lo que eres, de tus amigos, de los lugares que te gustan, no solo no te importa mostrarlo sino que disfrutas haciéndolo. A ver, a estas alturas salir en un reality no es diferente a tener redes sociales más que por la dimensión que le da la televisión. Es una red social amplificada, pero mi intimidad no es más vulnerable que el que publica en Instagram las fotos de todo lo que hace o cuenta en Facebook los pormenores de su vida”.
"Cuando estás orgulloso de lo que eres, no solo no te importa mostrarlo sino que disfrutas haciéndolo"
Jaime Guerra, productor ejecutivo de Zeppelin, apunta la importancia de Twitter o Facebook en el inagotable auge de los realities: “Las redes sociales han democratizado más todavía la telerrealidad. Todos opinan y participan de forma directa e indirecta. Tienen mucho recorrido, entre otras cosas porque tienen un público interesante, lo que llamamos un buen target comercial: gente joven, consumidora, activa…”. Entren cualquier día en su cuenta de Twitter a la hora del reality de máxima audiencia y comprueben el aluvión de hashtags, mucho de ellos alentados por gente sospechosamente entregada que cuenta con muchos followers pero no ejerce el puesto de community manager oficial. ¿Una leyenda urbana más?
A la búsqueda de liquidez económica se una la de la fama, ese caramelo adictivo que, una vez se prueba, engancha. Lo he visto demasiadas veces. Hasta el participante más humilde se viene arriba durante la emisión del programa. La gente le reconoce por la calle, se hacen fotos con él, le llaman para eventos y se convierte en una pequeña celebridad local. Pero la rutilante carrera suele terminar cuando su presencia desaparece de la pequeña pantalla. De golpe. Y, en ocasiones, desemboca en cosas más turbias y decadentes que el olvido. En los mentideros televisivos se dice que participantes de Popstars, Supermodelo, QQCCMH o GH han terminado en la prostitución o el cine para adultos, extremo que solo en algún caso he podido corroborar.
Así, cuando un segundo reality llama a la puerta, es difícil resistirse. Carlos Maldonado ha entrado por una puerta más amable, la de MasterChef. Un talent show donde se privilegian las habilidades culinarias por encima de la convivencia a la que se somete a los concursantes (que queda fuera de emisión). El ganador de la última edición reconoce que “por ahora” no acudiría a la llamada de un programa de otro reality: “Soy cocinero. No showman. Tengo claro que me quiero dedicar a algo que esté relacionado con la cocina. Pero es impresionante ver lo que hay detrás de las cámaras: ¡más de 200 personas moviendo el cotarro para que tú seas protagonista!”. A sus 24 años, recién salido de Talavera, este ex vendedor ambulante nos cuenta que su gran inversión con el premio de MasterChef será “un food truck propio con el que difundir mi tipo de cocina por los pueblos de España. Sencilla, pero con rollo. O, directamente, hamburguesas gourmet, que le gustan a todo el mundo”. Es decir, hermanar sus raíces con sus recién descubiertas dotes de cocinillas deluxe.
La dinámica que apunta Maldonado es igual en cada uno de estos programas: para hacer que funcionen hay muchos técnicos, muchas reuniones, muchos turnos de trabajo y una asombrosa coordinación. En el caso de Supervivientes, montar el programa supone dos equipos (España y Honduras) con trabajadores de todas las nacionalidades y un dispositivo organizado casi de forma militar para retransmitir la supervivencia de un puñado de personajes que no pueden ni conocer el nombre de quien les está grabando para mantener la sensación de aislamiento. Por la noche, se queda un solo operador de cámara, “de guardia”. Es el único momento con ciertos “puntos ciegos”; y es difícil controlar filtraciones de información, interacción con el mundo exterior o que los participantes busquen alimentarse rompiendo las reglas. El redactor Carlos Otero y Paul Pen desgranan en un blog de Telecinco el día a día de los trabajadores del programa, algo así como un reality paralelo: “El equipo forma una especie de micro-cosmos social en Honduras durante tres meses. Es el trabajo más duro -física y mentalmente- que he hecho nunca, y a la vez el más sencillo para despertar envidias insanas entre tus amigos subiendo fotos al Facebook”.
Resulta complicado que alguien de quienes trabajan detrás de la cámara revele información sobre las dinámicas paralelas del programa, o sobre cómo se tensan los hilos para provocar situaciones entre los concursantes. O, incluso, cómo se puede favorecer de alguna forma la imagen de alguno de los concursantes a ojos del público (el famoso “es que no habéis puesto la escena en la que hice o dije tal” con el que se quejan algunos expulsados, indignados con el edit de su participación). Revelar estos trucos sería como descorrer las cortinas del mago de Oz, solo que en lugar de un globo de vuelta a Kansas lo que te puede valer es el destierro de este mundo de magia e ilusión.
Josep Tomás, director de Supervivientes, se lo toma con sentido del humor: “A ver, ¿cosas que no se sepan? Considero que si no se saben por algo será y mejor que siga así, ¿no? Jajaja. Aunque parezca lo contrario, un reality suele tener menos misterios de lo que se piensa. Hay mucha leyenda urbana. En cualquier caso, muchas cosas no se explican porque tienen que ver con la logística, la seguridad o la propia producción, Vamos, que no se oculta ninguna gran verdad, podéis estar tranquilos”. Aun así, accede a contarnos algunas rarezas que a él le han sucedido en pleno rodaje. “Reconozco que el momento en que apareció la Guardia Civil en la casona asturiana donde hacíamos Acorralados para pedir a El Dioni que les acompañara al cuartelillo fue bastante surrealista... Fue requerido por un simple papeleo y todo quedó en nada, pero fue un momentazo. Por lo demás, cualquier reality nuestro está plagado de momentos muy curiosos y surrealistas por la propia variedad de personajes en el casting. En esta última edición, poder asistir a una conversación sobre el auge de Podemos entre una señora de Serrano como Carmen Lomana, un actor de cine para adultos como Nacho Vidal y la hija de Isabel Pantoja, fue impagable”.
Cada producción suele contar con los servicios de un equipo entero de psicólogos. Estos validan los castings, están al tanto de posibles patologías y, si es necesario, ejercen cierta terapia. Nacho Vidal en este último Supervivientes se alteró tras unos días de convivencia pacífica y normal; y la escritora Lucía Etxebarria tuvo un brote bastante desagradable en el modesto Campamento de Verano que la llevó a encerrarse en la cabaña del baño, convencida de ser la diana de una conspiración judeomasónica para acabar con ella.
“La esencia de un reality es su casting”, insiste Josep Tomás. “Y tenemos más que comprobado que algunos personajes surgidos de la nada o que no suponen un drama presupuestario para la producción acaban siendo un auténtico descubrimiento mediático que se echa a la espalda el reality y tira del producto con fuerza. Y otras veces concursantes a los que a priori no presagias una participación muy larga, sobre todo en un reality duro de supervivencia, sorprende a propios y extraños, como Sonia Monroy, que hizo una exhibición de fuerza física y mental que nos dejó anonadados en la edición de 2011”.
Y es que no todo el mundo es lo que aparenta… antes, durante o después de entrar entrar en un reality. La telerrealidad es un espejo cóncavo que nos devuelve la realidad que conoceos en forma de esperpento. En general, los realities despiertan suspicacias y descrédito, pero yo me he hartado de defender que todo lo que ocurre es absoluta y totalmente verdad, y que creamos formatos, adaptamos guiones y editamos sobre una realidad, que siempre resulta más alucinante que cualquier ficción. La gente está tan acostumbrada a la manipulación que dan por hecho que todo es mentira. Aquí solo se ofrece una versión distorsionada, una amplificación ficcionada del mundo. Somos Ylenia enrabietada, somos Alaska camino a una premiere, somos Christopher pescando con un cuchillo, somos Carlos Maldonado improvisando un pan negro con tinta de calamar… Son tan reales como todos nosotros. Y a veces más.
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