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Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado

Barrios globales. La Chinesca de Mexicali

Archivo Histórico del Municipio de Mexicali

Una de las paradojas de la vida urbana contemporánea es la que nos da a reconocer cómo lo global es barrial. Es en la vida de cada día en los contextos más inmediatos la que nos brinda la posibilidad de contemplar la proximidad de lo remoto. En efecto, los flujos migratorios nos han traído vecinos con rasgos culturales y fenotípicos que alguna vez fueron exóticos y ahora se han vuelto cotidianos. Entre todo los ejemplos posibles, ya hay pocas ciudades que no cuenten con su correspondiente barrio con fuerte presencia china, no por fuerza casi amurallado, como los chinatonws norteamericanos, sino muchas veces confundiéndose con el entorno urbano en que se ubica.

De entre todos los ejemplos, detengámonos en uno: La Chinesca, el barrio comercial chino de Mexicali, la capital de la Baja California, en el límite entre México y Estados Unidos, un caso estudiado recientemente por la antropóloga mexicana Ximena Alba, en un brillante trabajo recogido en parte en la compilación de Federico Besseres y Daniela Oliver, Ensamblando la ciudad transnacional, recién publicada por el centro en Itztapalapa de la Universidad Autónoma de México.

A La Chinesca fueron a parar desde principios del siglo XX una cantidad creciente de familias de origen cantonés, en concreto de la ciudad de Toysan: los huaren. Su asentamiento ha ido generando hasta ahora un buen puñado de pruebas de cómo dos grupos humanos con maneras de hacer y de pensar completamente distintas van trenzando intersecciones, sobreposiciones, mixturas..., encuentros y a veces encontronazos que expresan a nivel local —mejor dicho, barrial— en qué consiste eso que damos en llamar globalización, reconocible ahora no como concepto abstracto para todos los usos, sino como concreción en un universo cotidiano hecho de fronteras lábiles y cambiantes, constantemente negociadas para su reconfiguración minuto a minuto, situación a situación.

lo único que puede haber de imperdonable en una frontera es que no se deje traspasar

El estudio recorre algunas —imposible que sean todas— de esas expresiones de como ciertamente el mundo está ya en este barrio, que podría ser el nuestro, y que en sus dos manzanas resume procesos y dinámicas que son planetarias. Así, se atiende el papel de las relaciones mercantiles de proximidad como articuladoras de un cierto tipo de sociabilidad entre comunidades diferenciadas; el papel de los estereotipos culturales y su uso en la gestión de la convivencia diaria; cómo un determinado sistema de representación acaba convirtiéndose en un medioambiente siempre presente y activo, como es el caso de las leyendas urbanas sobre una misteriosa red de catacumbas bajo La Chinesca, metáfora perfecta de una comunidad imaginada como no menos subterránea; que la cocina típica de Mexicali sea la comida china, pero una comida china que nadie come ni ha comido nunca en China...

Un barrio, dos comunidades separadas e inseparablemente unidas, sobre todo porque todo tipo de costuras —algunas invisibles— las mantienen pegadas. En eso consiste la lógica y virtud de toda intersección: que junta lo mismo que divide. En Mexicali, como en tantos sitios, se demuestra que lo único que puede haber de imperdonable en una frontera es que no se deje traspasar.

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