El increíble mundo (kitsch) de las botellas de los bares de carretera
La vida de un viajero profesional está llena de ratos muertos acodado en la barra de un bar cualquiera de carretera, esperando a que el camarero parta con escoplo y cincel una ración de esa tortilla de patatas amarilla y dura como el pedernal que te ha guiñado un ojo tras la vitrina o te sirva el menú del día en el que invariablemente habrá paella (si es jueves) o macarrones ahogados en toneladas de salsa de tomate barata si es cualquier otro día de la semana.
Y allí estás tú, cansado de hacer kilómetros, sentado en el taburete, la cabeza apoyada entre las manos, aburrido y con la mirada ausente... hasta que de repente tus ojos se clavan, cual dardo en pub irlandés, en las botellas llenas de polvo y grasa de la estantería y das un respingo como si hubieras visto al mismo Andy Warhol vestido de lagarterana:
¡Ostis! ¿Quién ha sido capaz de diseñar ESO?
Botellas con forma de gallo, de vaca lechera, de racimos de uvas, de torero, de pierna de futbolista o de puñal nepalí. Las estanterías de los bares españoles son una elegía al kitsch. Diseños imposibles que no imaginarías ni en la peor de tus borracheras.
Botellas que llevan décadas allí, viendo pasar viajeros y viajeros, desde que el 1430 Supermirafiori era el ferrari de las nacionales españolas y lo más heavy que sonaba en los radiocassettes extraíbles era Pablo Abraira.
Joder, ¡qué botellas! ¡que ingenio! ¿Quien se beberá eso? ¿Habrá pedido alguien alguna vez una copa de esa botella con forma de gallo? ¿Qué podrá contener la pantorilla de Messi?
Hace tiempo que me dio por fotografiarlas. Los camareros se suelen quedar perplejos cuando les pido que me dejen una para inmortalizarla. Y más de uno me ha confesado que gracias a mi acción ha sido la primera vez que la ha movido de su sitio desde que Velázquez pintó Las Meninas.
Aquí van algunas de las más memorables botellas kitsch que he visto en mis horas huertas de bar de carretera:
(Este post fue publicado por primera vez el 19 de septiembre de 2011)
¿Qué tiene que ver un puñal de los gurkas nepalíes con el ron? El diseño no conoce fronteras
Una de mis favoritas. Un gallo relleno de nadie sabe qué licor (tampoco encontré a nadie dispuesto a probarlo para identificarlo). Impagable.
A veces los diseñadores se complican la vida innecesariamente. Si vendes licor de café, pues envásalo en una cafetera. Elemental, querido Watson.
Otro ejemplo de simplificación para que lo entienda el pueblo llano. Si contiene tequila, no le vas a poner un sombrero cordobés.
Este igual habría servido para un anís que para un perfume de Coco Chanel.
Si no puedes tener un Ferarri, siempre puedes comprar este otro cavallino rampante.
Este lo pones en el salón de casa y no vuelves a recibir una visita en tu vida.
Un clásico de las estanterías de los bares patrios. El tolón-tolón de la leche merenguada.
Esta está hecha para dinamizar el cerebelo de los parroquianos y hacerles pensar: ¿qué fue primero, la pera o la botella?
El kitsch viajó en las naos de Colón y se lo contagiamos a los incas. Ellos, en venganza, nos retornaron esta botella de pisco andino.
Todas las fotos© Paco Nadal
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