Verano, pobres toros
Llegan las altas temperaturas y parece que, como cada año, el calor nos achicharra el cerebro. Por desgracia nos da por reafirmarnos en nuestras más oscuras costumbres para lucirlas a los ojos de los turistas. Nos da por soltar toros por las calles para correr delante de ellos con el riesgo de que nos desgarren un órgano vital de una cornada, o por prenderles fuego en los cuernos y dejarlos ciegos, que ya me explicarán dónde está la gracia. También se les tira al mar o se les arrincona tras perseguirlos todo el día con lanzas para ver quién se lleva el sonrojante honor de ser el primero en liquidarlos para algarabía de su parroquia. Visto desde fuera, al menos da para reflexionar un buen rato.— Óscar Camiño Santos.
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