¿De verdad existe el hombre objeto?
Ahora ellos quieren ser discriminados por su cuerpo ¿Pero qué tipo de invento perverso es este?
Cuenta la leyenda que los hombres han venido a quitarles a las mujeres el calificativo de 'objeto'. Nuevos y rutilantes ejemplares masculinos que, con el paso del tiempo, se han visto abocados a ofrecer su físico de escándalo a cualquier tipo de propuesta comercial sin abrir la boca ni rechistar, asumiendo que, a partir de ahora, tan solo se les valorará por lo marcados que tengan los abdominales. Hombres que tienen que demostrar el doble en sus carreras por el mero hecho de ser sexualmente atractivos, que luchan por cambiar los cánones establecidos para poder desarrollarse como personas, que ven cómo la sociedad no les tiene en cuenta y sienten la discriminación en carnes propias. Hombres cosificados y sexualizados hasta la saciedad que se levantan la camiseta como signo de protesta ante tanta opresión. No, no se asusten, que esto no es más que una leyenda.
El mito del 'hombre objeto' ha ido cobrando fuerza a lo largo de los últimos años, tratando de ocultar que se trata de eso, de un mito, una historia fantasiosa creada para evidenciar la estupidez humana. Los hombres, una vez más, han -hemos- hecho gala de nuestra concepción sesgada de la realidad para ignorar las décadas de lucha feminista y creernos víctimas de un sistema que nosotros mismos hemos creado. Ebrios de poder y amenazados ante el imparable avance de las mujeres, nos hemos levantado y hemos exigido 'todos los focos hacia nuestra persona', sin reparar en el absurdo en el que estábamos incurriendo. No nos basta con ser el origen del problema, ahora queremos ser también parte del mismo. Y todo sin sonrojarnos, despeinarnos o avergonzarnos. Total, si año tras año hay quien reclama la existencia de un Orgullo heterosexual -como si por ser heterosexual alguien sufriera algún tipo de discriminación-, ¿por qué recular en este intento de apropiarnos de la cosificación femenina?
Los 'hombres objeto' están de moda. No hay famoso convenientemente musculado que no haya lucido sus carnes morenas para regocijo de fans y admiradores. Lo ha hecho Justin Bieber en innumerables ocasiones -en versión trasera, claro, que la entrepierna es un asunto demasiado complicado y peliagudo para debatir en público-, lo ha hecho también recientemente John Legend, con la excusa de que ha sido su mujer la que ha compartido la fotografía 'robada' de su retaguardia. Jóvenes estrellas encantadas con ver la relevancia que les otorgan sus esculturales cuerpos. ¿Qué problema hay en que les valoren por su físico si están orgullosos de ello? Los 'hombres objeto', a diferencia de las 'mujeres objeto', viven su condición con satisfacción y la cabeza bien alta. Claro que a ellos no les supone absolutamente nada. ¿Qué límites sociales hay para un hombre heterosexual random?
Total, si año tras año hay quien reclama la existencia de un Orgullo heterosexual -como si por ser heterosexual alguien sufriera algún tipo de discriminación-, ¿por qué recular en este intento de apropiarnos de la cosificación femenina?
Tal es la impunidad que el discurso de la cosificación masculina ha llegado a despertar aplausos como si fuese algo bueno, algo digno de mención. Chris Pratt, estrella del momento y víctima de la obligación de seguir los patrones físicos aceptables para triunfar -¿quieres ser protagonista? Pues muscúlate-, lo explicó sin paliativos, creyendo que estaba contribuyendo a una sociedad mejor. “No me horroriza saber que me juzgan por mi físico, lo han hecho la mitad de mi carrera. Creo que lo que sí ha consternado a la gente es que durante tanto tiempo sólo las mujeres hayan sido tratadas como objetos, pero creo que si de verdad queremos la igualdad, es importante nivelar esto”, aseguró no sin razón. El problema es que mantener un discurso coherente no siempre es fácil. “No es que haya que tratar menos a las mujeres como objetos, pero sí cosificar a los hombres tanto como a las mujeres”. ¿Perdón? ¿Hemos entendido bien?
El problema, también, no es que la sociedad haya denigrado a las mujeres durante décadas, relegándolas a un papel meramente decorativo, valorándolas por su físico y obligándolas a demostrar el doble que cualquier hombre para ser tomada en serio. No, eso es lo de menos. La igualdad no pasa por tratar a las mujeres como se trata a los hombres, sino en hacerlo al revés. ¡Acabáramos! ¿Para qué reclamar los mismos derechos y oportunidades si podemos discriminar a todos por igual? ¿Para qué igualar por arriba, si podemos hacerlo desde abajo? ¿Que los homosexuales continúan siendo víctimas de agresiones físicas y verbales en pleno siglo XXI? Pues nada, que se agreda también a los heterosexuales por su orientación sexual y así todos seremos iguales. ¿Es este el 'método Pratt' de activismo social? Miedo.
Nos hemos creído que estamos cosificando a los hombres como respuesta a la evolución social y el empoderamiento de las mujeres cuando, realmente, lo que estamos haciendo es sacar a relucir, de nuevo, el paternalismo. 'Pobrecitas, quejándose de ser tratadas como objetos atractivos y sexies cuando esto no es más que un juego divertido para presumir de bíceps'. A los hombres se les cosificará, sí, pero de momento las mujeres no han obtenido los mismos resultados en el trasvase de posiciones. Ni igualdad en el entorno laboral, ni en la representación institucional, ni siquiera en la realidad cotidiana. Y si podemos, les empujamos un poquito más. '¿Que el físico ha jugado un papel fundamental en la promoción profesional de las mujeres? ¡Pues esa suerte que han tenido!'. A eso se referiría, suponemos, Chris Pratt al declarar que “me estoy aprovechando de ello [del físico] en mi carrera”. Para él es una forma más de conseguir papeles. Para ellas, un estigma.
Nos llevamos las manos a la cabeza con la cara de Meg Ryan, pero nadie habla de la de Mikey Rourke.
Hablamos de 'hombres objeto', de torsos cincelados acompañando cualquier producto, de deportistas quitándoselo todo para promocionar ropa interior, pero seguimos sacando el cuchillo para diseccionar las apariciones femeninas en las alfombras rojas. Nos llevamos las manos a la cabeza con la cara de Meg Ryan, pero nadie habla de la de Mikey Rourke. No nos confundamos. Creer que la sexualización de los hombres redimirá el trato discriminatorio de las mujeres es una utopía -y una ofensa-. No se equivoquen, por el momento nada ha cambiado, son tan solo unos pectorales hipertrofiados que no les dejan ver el bosque. Escarben un poco y encontrarán la misma basura de siempre. Se lo garantizamos.
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