Los cachorros del alquitrán buscan hogar sin fisuras

Chapa y Pote se han hecho famosos. Tras una semana en la que han aparecido en todos los periódicos y televisiones, ayer hicieron parada en El Hormiguero (Antena 3) y volvieron a revolucionar las redes sociales. Buscan dueño. A poder ser, responsable. Que los quiera a los dos juntos porque ya son un pack. Los cachorros, que se convirtieron en celebridades hace unos días tras ser rescatados de una poza de alquitrán, llegaron a Madrid tras cinco horas y media de viaje limpios ya de chapapote, sanos por dentro y por fuera, tímidos, algo desconfiados al principio y juguetones al final. Su imagen inocente derretía a cualquiera. Pero Chapa y Pote no viven de los suspiros que provocan en la gente: les sobra fama y les falta un hogar.

Pero estar seguro de algo así no resulta nada fácil. A veces, Amparo se tiene que guiar de su intuición. Otras, de una leve investigación. Y en algunas ocasiones, ni una cosa ni la otra son determinantes para evitar cometer un error. Le pasó con el primer adoptante que le salió a Chapa, nada más conocerse el caso de los cachorros en la poza de alquitrán. El trato estaba hecho. Y días después recibió la llamada en la que rompieron esa especie de contrato verbal. “De repente ya no la querían. Pero fue una señal. En el fondo me alegré porque me di cuenta de que no los podía separar. Ya han sufrido mucho. Se merecen seguir juntos”, cuenta sentada en un parque madrileño, mientras los cachorros van cogiendo confianza poco a poco con el entorno.

Y es que la relación entre los dos hermanos se ve a la legua que es especial. Él, más pequeño y más débil, se refugia siempre detrás de ella. “Chapa es más segura, algo más independiente. Es un pelín más grande, mira que es raro, porque normalmente las hembras son más pequeñas, pero en este caso no es así. Y ella siempre le protege”, explica Amparo mientras Pote pierde poco a poco la timidez con otros perros. “Con el resto de animales no tienen problemas. Con las personas un poco más. Después de lo que les ha pasado, al principio les cuesta un poco confiar”, dice Amparo. Pero tienen solo cuatro meses y, según la veterinaria, “si encuentran a alguien adecuado, superarán el trauma sin problema”.

El caso es que sus “nenes”, como ella misma les llama, acaban siempre enamorando al personal. No levantan dos palmos del suelo, y les basta dos horas para revolucionar un parque entero. No se sabe muy bien si eso ocurre por su nueva condición de estrellas televisivas, pero lo cierto es que allá por donde van se llevan un sinfín de abrazos, besos y caricias. Curioso, claro, después de que hace dos semanas intentaran ahogarlos en alquitrán. “De la persona que hizo aquello no se sabe nada, ni se sabrá. No confío en que la Guardia Civil encuentre al culpable. Lo están intentando, claro que sí. Pero con este tipo de cosas tenemos que lidiar día a día”, explica Amparo, que lleva 20 años luchando contra el maltrato animal.

“Lo peor de todo esto es que ha salido gente diciendo que me he querido lucrar con esto. Tenemos 50 perros en la protectora, además de estos dos cachorros. En El Portalico entra todos los meses unos 950 euros procedentes de donativos de la gente, y salen 1.100 en gastos de veterinarios y demás cosas. Solo hay que echar cuentas”, explica algo cansada. “Te entran ganas de cerrar el chiringuito y hacer otras cosas”. Mientras Amparo se plantea, exhausta, el futuro de su lucha particular, Chapa y Pote le recuerdan a su lado por qué empezó todo hace ya tantos años. “Igual me los quedo yo. Si no les encuentro una buena casa, que ojalá que sí, se quedan conmigo”, admite con una sonrisa. Después de todo, a estos cachorros les sobrará fama, pero mientras estén con ella tienen asegurado el hogar.