Exclusión social en urbes españolas
Foto de la Fundación Arrels, "Viure al carrer", Barcelona. En: Flickr Commons
Todos los que paseamos habitualmente por espacios urbanos nos cruzamos con personas que, al caer la noche, buscan un rincón protegido donde poder pernoctar. Y, a pesar de vernos cotidianamente, la realidad de estas personas sin hogar sigue siendo una gran desconocida, tanto para la ciudadanía como para los agentes sociales (medios de comunicación, empresas, etc.). Cáritas Española estima que ya son 40.000 las personas sin techo en nuestro país, eso sin tener en cuenta el millón y medio de familias que viven en infraviviendas, sin servicios mínimos ni ventilación adecuada. Y gran parte de estas personas no han llegado a esa situación de repente, sino que posiblemente han atravesado dolorosos procesos antes de alcanzar una situación de exclusión social severa. Y es que, las personas más vulnerables son las que han sufrido más duramente las consecuencias de la crisis económica actual. Familias enteras se han sumido en las ciudades en procesos de exclusión social y se ven imposibilitadas para ejercer sus derechos sociales básicos por carecer de recursos personales, sociales o económicos suficientes. Según en el Informe Foessa 2014, en España uno de cada veinte hogares se ve muy afectado por intensos procesos de exclusión social, lo que suma un total de 11,7 millones de personas (4,4 millones más que en 2007). Y cinco millones de ellas viven en situación de exclusión severa, un 82% más que en 2007.
A esto se une que España es el segundo país europeo con mayor desigualdad social, detrás de Letonia. La relación entre la renta que acumula el 20% más rico y la del 20% más pobre, ha crecido más del 30% desde 2007, de manera que el 1% de la población española concentra más riqueza que el 70% más pobre. Y estos datos se inscriben y dejan huellas sobre el paisaje urbano. Como plantea el urbanista Bernando Secchi en su último libro “La città dei ricchi e la città dei poveri”, la desigualdad constituye la “nueva cuestión urbana” que condiciona tanto la lectura y la explicación de la ciudad presente como su proyecto hacia el futuro. Una desigualdad social que da hoy lugar a formas evidentes de injusticia espacial y conlleva la diferencia entre grupos sociales y la exclusión de los más desfavorecidos.
Y los españoles, según los datos del Barómetro de Cultura Ecológica de Metroscopia, se muestran preocupados ante esta realidad: el 64% opina que a los ciudadanos, en general, el bienestar de las personas les preocupa mucho. Pero el porcentaje de españoles que opina que al gobierno le preocupa mucho se reduce al 18%. Medidas como la propuesta de multas de 750 euros para mendigos de la alcaldesa de Madrid Ana Botella, la introducción de reposabrazos en los bancos de las paradas de autobús y de los parques que impiden tumbarse, o declaraciones como las recientes de Esperanza Aguirre, quizá formen parte de la explicación de estas cifras. Sin embargo, también en las ciudades nacen iniciativas encaminadas a la creación de entornos urbanos más sostenibles (huertos comunitarios, nuevos espacios urbanos de convivencia, trueques populares, bancos del tiempo, etc.). Y parten de la premisa de que la sostenibilidad, además de una vertiente ecológica, tiene otras dos: social y económica. De manera que ciudades más sostenibles serán ciudades más equitativas, y aquellas con redes de apoyo mutuo fortalecidas. Los españoles se muestran también optimistas, y consideran que esta grave desigualdad social puede ser reversible. Así, un 82% de los españoles considera que la pobreza y el hambre no se deben a causas naturales, y el 91% está de acuerdo: si los gobiernos se lo propusieran, sería posible erradicar la pobreza y el hambre.
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