La frágil blancura africana
Por Analía Iglesias
"Lo sé. Los albinos tienen poderes", dice un hombre al que algunos llaman 'sabio'. No hay porqués que valgan: él lo sabe. Y a ciencia cierta.
El músico de 'Negre/blanc', el filme documental rodado en Camerún por Cheikh N'diaye.
En Europa y América nace un albino por cada 20.000 personas, contábamos un tiempo atrás. Pero la incidencia de esta afección hereditaria, en África, es mayor: se registra un albino por cada 4.000 nacimientos.
¿Las razones? Al parecer, las prácticas endogámicas en ciertas regiones del continente coadyuvan con las características de esta enfermedad que se transmite cuando ambos padres son poseedores del mismo gen recesivo. Para colmo de males, la naturaleza de la dolencia -una ausencia total de pigmentación en ojos, piel y pelo- y gran parte de las precauciones y riesgos asociados tienen que ver con lo dañino de la exposición al sol de una cobertura tan débil.
En un entorno de gente de color que aguanta tan bien el sol impío, los albinos destacan por su frágil blancura, sus problemas de visión y, en algunos casos, todas las pecas y las manchas con que la piel se defiende de tanta luz.
Imágenes de 'Negre blanc' del franco-mauritano Cheikh N'diaye.
"Me gustaría sentirme a gusto con mi piel. Sentirme limpia", dice la adolescente que entrevista el director Cheikh N'Diaye en un pequeño pueblo camerunés, para Negre/Blanc, su película documental sobre un puñado de vidas que transcurren sin casi melanina y entre rumores de maleficios.
De no tener melanina a ser "un fantasma... de los blancos", nada menos. Tal el estigma de los albinos, principalmente en Tanzania -donde son cruelmente perseguidos- como en ciertas zonas de Camerún, Benín, Guinea y Angola, entre otras.
La persecución se ampara en argumentos como el excesivo poder de los albinos, que solo se neutraliza con mutilaciones y rituales atroces. Porque además de la mala fortuna que acarrean a su familia o a su pueblo, a las personas de piel despigmentada se les atribuyen virtudes curativas o de éxito que pueden revertir mágicamente en otro individuo, una causa o un colectivo. Esto, siempre que se despoje a niños y bebés albinos de su poder sobrenatural de manera sangrienta, en ocasiones, con el vil objetivo de fabricar talismanes.
El realizador franco-marroquí-mauritano, Cheikh N'diaye, elige remontar el río Nkame, en Camerún, con fondo de blues, de la mano del cuentacuentos local Léonard De Semnjock, en una necesaria reivindicación del valor de la narración oral. Si las fantasmagóricas leyendas perturban la convivencia y convierten a unos seres humanos en objetos fóbicos, bien puede favorecer la paz un contador de nuevas historias, cuentos frescos de pieles blancas y amores negros.
El cuentacuentos busca a los contadores de las leyendas y a los hacedores de brujerías y se encuentran con gente que sale del paso diciendo que los poderes de los albinos y los conjuros son "secreto". O que ellos han escuchado hablar de los de los rituales pero que son de otro pueblo más allá, quizá de la aldea del lado, la siguiente estación: aquí no sabemos nada.
Suena a todas las discriminaciones del mundo, a las mil y una maneras de volver a decir yo tengo un amigo judío, un vecino negro, un pariente albino y no es que haya "nada en contra de ellos", pero "gastan mucho". Sí, gastan "en alimentación especial", en cuidados, "no cualquier familia" puede afrontar su crianza. Y así se suceden los mitos sobre lo que deben comer o sobre sus fortalezas fuera de escala: "si uno les retira el poder serán como los demás", dice el curandero.
"Somos los negros-blancos", sonríe el músico country camerunés. Y en su frase resuenan todas las contradicciones de la barbarie.
'Negre/blanc'.
El filme es una bella manera de afirmar que si en una sociedad hay blancos de discriminación que se transmiten en forma de dolorosas mentiras, de generación en generación, también es posible empezar a forjar nuevas tradiciones y contar historias del presente sobre gente que nace para ser aceptada.
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