Guía mínima para pactos y coaliciones
Para que funcionen los gobiernos formados por varios partidos, algo novedoso en España, existen reglas de obligado cumplimiento

Las coaliciones o los pactos poselectorales son típicos de sistemas políticos parlamentarios, mientras que en los presidencialistas no tienen mucha cabida. El sistema político español es tan extremadamente parlamentario que hasta la Monarquía se decidió que fuera parlamentaria y no simplemente “constitucional”, como otras muchas monarquías europeas. La diferencia es que la Monarquía parlamentaria no concede autonomía al monarca, de manera que el Parlamento o el Gobierno deben refrendar todos sus actos y puede tomar cualquier medida que le obligue, mientras que en la “constitucional” el Rey tiene mayor capacidad y funciones. Por eso, Felipe VI ha necesitado la firma del presidente del Gobierno hasta para revocar el título nobiliario de Duquesa de Palma a su hermana la infanta Cristina, cuando se podría pensar que los títulos nobiliarios son un asunto que no interesa más que ellos mismos.
Los sistemas parlamentarios son, queda dicho, proclives a las coaliciones y pactos electorales. El fuerte bipartidismo que ha dominado la política española desde el fin de la transición ha ocultado esa característica, pero el vuelco electoral provocado, primero, por la crisis económica y después, por la crisis política, ha vuelto a poner sobre el tablero político la necesidad de que se formen pactos de dos o más grupos para poder alcanzar la influencia en el poder que no lograrían de manera separada. Así que la primera característica de las coaliciones o pactos de legislatura es que siempre van precedidos por especulaciones sobre el sistema de partidos y sobre el futuro de los que han sido más poderosos.
La segunda, según politicólogos famosos, es que es más fácil entrar en una coalición que salir de ella, pero que la perspectiva de unas nuevas elecciones pende siempre como una espada de Damocles sobre el pacto. Un experto británico, Angus Hawkins, asegura que suelen predecir cambios fundamentales en el alineamiento de los partidos, es decir que siempre tienen consecuencias. En general, tienen algo más de futuro cuando han ayudado a poner en marcha un cambio reclamado por la mayoría de la población. Y más dificultades cuando se limitan a ayudar a mantener en el poder a quien ya lleva años ejerciéndolo. Si eso fuera cierto, el partido más comprometido en España por las coaliciones sería Ciudadanos, que ha ayudado a mantener al PSOE en Andalucía y al PP en la Comunidad de Madrid.
En cualquier caso, existen reglas de casi obligado cumplimiento. La primera de todas es no creer que basta con compartir la información dentro de la propia coalición. Eso es necesario, pero mayor importancia tiene aún informar frecuentemente a los ciudadanos de lo que se hace y cómo se hace. Lo razonable es tener una agenda muy concreta de cuatro o cinco puntos y hacerla avanzar de manera rápida y comprensible. Nada hay mejor para una coalición que conseguir resultados tangibles cara a los ciudadanos. Se recomienda mucho que los portavoces de los grupos no compitan entre sí, sino que procuren aparecer juntos defendiendo una misma campaña u objetivo. Hay que esforzarse en hacer gestos que ayuden a mantener la confianza, entre los que han llegado al pacto, pero también de los propios ciudadanos. Otra regla fundamental es que quede claro desde el principio el mecanismo de la toma de decisiones y el mecanismo de resolución de disputas.
Nota: La mayoría de estas reglas han sido tomadas de la Guía para Construir Coaliciones que elaboró un think tank que preside Madeleine Albright y que estaba destinada a Irak. Ese dato no debería dar lugar a demasiadas interpretaciones simbólicas.
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