El aula limbo
"No sé cuándo voy a terminar, porque los años no se respetan estrictamente", reconoce Edouard Essis (nombre ficticio), estudiante de Historia en la Universidad Felix Houphouët-Boigny, en Abiyán. Se refiere a la carrera y al limbo en el que las aulas se han convertido para los casi 100.000 estudiantes universitarios del país que han elegido la educación pública. Edouard precisa que el año académico en la universidad pública marfileña puede estirarse hasta llegar casi a solaparse con los 12 meses de un año natural.
El malestar del sector educativo marfileño es general y grave. A todos los niveles. Abril se estrenaba con la segunda huelga de profesores en lo que va de año en las universidades públicas del país. Esta vez con carácter indefinido, sin reconocer al ministro del sector como interlocutor y a la espera de una conversación directa con el presidente del país, Alassane Ouattara. Convocada por el sindicato de los profesores, el CNEC, a mediados de mes, reflejaba el hartazgo por los retrasos en el pago de las primas y en las subidas de sueldo que les prometió el anterior gobierno en el año 2009 y que el actual gobierno asumió a su vez. Los profesores hablaban de 50 meses de salario que todavía no han recibido. La huelga cesó bruscamente el 18 de mayo, suspendida que no desconvocada, y los alumnos, aliviados y furiosos a un tiempo, regresaron a los campus. En el caso de Edouard, para enfrentarse a jornadas maratonianas de 12 horas de clases, de lunes a viernes, con las que intentarán recuperar el tiempo perdido durante los meses de junio y julio.
Edouard casi no ha tenido clase en lo que va de 2015. Las facultades cerraron tres semanas en enero, se abrieron de nuevo el 10 de febrero y volvieron a clausurar sus puertas a mediados de abril y hasta hace apenas un mes. Es posible que puedan cerrar otra vez en verano y no por vacaciones. En principio, las promesas y declaraciones de Ouattara por el Día del Trabajador no sirvieron para calmar los ánimos ni para que los profesores desconvocaran su movilización definitivamente. Y estamos centrándonos en la enseñanza superior, aunque las huelgas también han paralizado a institutos y colegios públicos hasta abarcar toda la educación infantil, primaria y secundaria.
El profesorado marfileño tiene la paciencia carbonizada: la gota que colmó el vaso fue ver que las primas de las Fuerzas Republicanas de Costa de Marfil (FRCI), prometidas por Ouattara durante la guerra, llegaban inmediatamente a los bolsillos de estos tras una pequeña demostración de fuerza por las calles de Abiyán a finales del año pasado. Casualmente, en el momento en el que Blaise Compaoré, presidente derrocado de la vecina Burkina, se instalaba en Costa de Marfil para comenzar su exilio.
La educación pública marfileña está mal pagada, colapsada y mal considerada. No hay ministro ni funcionario con posibles que no matricule a su descendencia en escuelas privadas, mientras la pública languidece entre recortes, afrentas varias y huelgas. Las primas y subidas de sueldo que los profesores reclaman quieren poner en valor, tras muchos años de negligencia y quejas, el trabajo de sus profesionales. En el caso de la universidad, pretenden compensar el esfuerzo en investigación y tutoría de los alumnos en doctorados, investigaciones y tesis.
"Nuestros títulos son del tipo francés", precisa Edouard. "Diplomatura con el BAC (especie de selectividad o prueba de acceso para la universidad) más tres años universitarios. Maestría con el BAC más cinco años. Y doctorado con el BAC y ocho años. Ahora estoy en mi primer año de maestría, el cuarto en la universidad. Quiero ser profesor universitario, catedrático. Necesito cuatro años más en la universidad, como mínimo, para empezar a trabajar como profesor".
Edouard comenzó la universidad en el año 2008 y apenas ha completado tres cursos en siete años. Perdió el curso 2010/2011 a causa de la guerra y su posterior exilio en Ghana. Tras el final de la guerra, las universidades -sospechosas de acoger a opositores al régimen de Ouattara y blanco de los ataques de los FRCI y la artillería de aviones y helicópteros franceses- vivieron un año blanco. Cuando re-abrieron sus puertas, lo hicieron con una simple capa de pintura que intentaba solucionar el efecto devastador de la guerra en sus instalaciones y con una subida de tasas que muchos bolsillos no pudieron afrontar.
Se tomaron medidas para paliar los retrasos causados por el conflicto, como admitir la licencia de estudiantes que no pudieron hacer los exámenes en su momento para que no perdieran un tercer año de estudios. Sin embargo, una revisión de expedientes posterior hizo que alumnos como Edouard tuvieran que volver a matricularse en cursos inferiores y repetir exámenes y temas. Ahora está dos años por detrás del curso que le correspondería. La huelga intermitente y el carácter tirando a infinito del curso le hacen suponer que los cuatro años que le faltan para tener su título también pueden eternizarse.
Gnamien Konan es el ministro de la Enseñanza Superior y la Investigación Científica, un economista procedente de la Aduana. Su antecesor, Ibrahim Cissé Bacongo, vio su nombre mezclado en el caso del desvío de fondos públicos para la rehabilitación de las universidades, que se solucionó con la destitución del director de Finanzas y Patrimonio de su ministerio. Hablamos de una rehabilitación para la que se presupuestaron 70 millones de euros y que acabó en 165 millones de euros volatilizados y la anteriormente mencionada capa de pintura superficial en las instalaciones universitarias públicas. Sin investigación hasta el momento, algo que por otra parte parece el procedimiento habitual en casos de corrupción, visto el reciente caso de la desaparición de las primas del equipo nacional de fútbol tras ganar la Copa de África este año.
Muchas residencias universitarias siguen en manos de ex-combatientes de Ouattara, a los que se prometió casa por su participación en la guerra. La policía y el ejército han ocupado el campus periódicamente durante las manifestaciones de estudiantes y los FRCI vigilan la universidad desde el año pasado -en teoría- por la seguridad de los propios estudiantes. Sindicatos como la FESCI ya se han manifestado por escrito, con huelgas y sentadas que han acabado con detenciones y disturbios en algunos casos. En la facultad de español de la UFHB y a raíz de la guerra que finalizó ya hace cuatro años, se han juntado alumnos de tres cursos académicos en el mismo nivel y la solución que plantea la universidad es expulsar a la mayoría y enfrentarles a otro año en blanco más.
"Encuentro la situación de la escuela pública marfileña dramática", se queja el periodista Daouda Coulibaly (Buaké, 1986), que ha tocado el tema en su videoblog y en sus reportajes. "Si la escuela está mal, es seguro al 100 % que el desarrollo del país no existe. Espero que el gobierno cumpla con sus responsabilidades solucionando el tema de los retrasos en los salarios de una buena vez. Y que los profesores sean indulgentes".
Otros cronistas de la realidad marfileña que conocen el funcionamiento de la universidad también piden clemencia a los profesores, recordándoles que "los hijos de los pobres" tienen derecho a la educación y que las huelgas no castigan al gobierno, si no a los alumnos. Los alumnos presienten, por su parte, que el presente curso en la educación pública marfileña no será fácil. Más bien y como siempre, afirma Edouard con un suspiro, "casi interminable, complicado y tirando a un auténtico infierno para todos los implicados".
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