¿Por qué es tan difícil luchar contra la pobreza infantil?
Hoy les ofrecemos en @3500M una entrada de Gabriel González-Bueno, responsable de políticas de infancia en España de UNICEF Comité Español y una de las referencias nacionales en este campo. Su comentario a los datos publicados recientemente por la Encuesta de Condiciones de Vida del INE ha coincidido con la celebración ayer de una jornada de debate organizada en Madrid por el colectivo @politikon_es, que en los últimos meses ha desplegado una intensa agenda de publicaciones y comentarios acerca del impacto de la desigualdad en las políticas de infancia y género.
A lo largo de esta jornada, la coincidencia de los expertos fue tan excepcional como desasosegante: la crisis ha golpeado de manera devastadora a los niños (en particular a algunos grupos vulnerables como familias monoparentales e inmigrantes); lo ha hecho más que a ningún otro colectivo social; y sus consecuencias tendrán efectos mucho más allá de la crisis y ciertamente más allá de las propias familias afectadas. La respuesta exige acciones de choque en el corto plazo (muchos mencionaron el incremento sustancial de las ayudas a las familias con hijos, por ejemplo) y otras políticas cuyos efectos no veremos hasta dentro de unos años, como el refuerzo de la educación equitativa para niños de 0 a 3 años.
La descripción deGabriel González-Buenoavala este diagnóstico y por esa misma razón debería figurar en la parte alta de cualquiera de los programas que se discuten estos días en las nuevas coaliciones autonómicas y municipales. La famosa regeneración de la democracia debería empezar por garantizar que nuestros hijos son ciudadanos de pleno derecho y no un mero apéndice de sus padres.
Foto: UNICEF Comité Español.
Hace unos días se publicaron los nuevos datos de la Encuesta de Condiciones de Vida 2014 del Instituto Nacional de Estadística (INE), que han vuelto a colocarnos frente a frente con la pobreza infantil en España.
Más de uno de cada tres niños y niñas en nuestro país (el 35,8%, casi 3 millones) están en riesgo de pobreza o exclusión social. Es decir, viven en hogares que están en una o varias de estas tres situaciones:
· ingresos por debajo del umbral de la pobreza (30,5%).
· carencia material severa (9,5%).
· los adultos del hogar están desempleados o trabajando menos de 20% del tiempo (14,2%).
Una vez más ha aumentado el porcentaje y el número de niños bajo el umbral de la pobreza. Y además el crecimiento ha sido fuerte: 250.000 niños y niñas.
Una vez más los niños constituyen el grupo de edad que presenta cifras más llamativas, si comparamos ese 35,8% de ellos en riesgo de pobreza con el 22,2% de adultos, el 11,4% de mayores de 65 años y el 22,2% de tasa de riesgo de pobreza general.
Una vez más los hogares con niños presentan mayores tasas de pobreza que aquellos que no tienen niños a cargo.
¿Por qué esa fotografía de la pobreza infantil se repite año tras año?
Por la crisis, por el paro, por los recortes, podríamos responder. Pero sólo tendríamos razón en parte. Las tasas de pobreza infantil permanecen muy altas en España desde hace mucho tiempo. Desde que, con distintas encuestas y metodologías, se empezó a medir a mediados de los años 90. La crisis, el desempleo o las medidas de austeridad, en el caso de los niños, han agravado la situación y evidenciado la debilidad política y económica de los sistemas de protección social dirigidos a familias y niños en nuestro país.
Por un mercado de trabajo en el que el desempleo es casi crónico, unas políticas públicas de familia e infancia poco o nada generosas y coordinadas (y además poco orientadas a combatir la pobreza) y, por último, una cultura política y social en la que los niños y niñas se ven todavía como “asunto de sus familias” y en la que es aún difícil que cale la idea de “inversión social”.
Cuesta ver el “gasto social” no como un sumidero de recursos, sino como una legítima herramienta de bienestar y de garantía de derechos de las personas que además sea estratégica para el futuro económico y social del país.
Estos son algunos de los obstáculos, y son todos de mucho calado, porque implican cambios en las estructuras y el enfoque de las políticas, en el destino de los recursos y en una mentalidad arraigada en la que el papel de los niños sea tenido en cuenta.
Esa visión de Estado es ahora más necesaria que nunca, y los niños y niñas, su bienestar, su educación, su salud, tienen que ser partícipes de ella.
Si miramos fuera de nuestras fronteras podemos ver países de nuestro entorno económico y geográfico en los que los niveles de pobreza infantil no superan el 15% (o incluso el 10%), otros en los que la crisis no ha supuesto un crecimiento de la pobreza infantil (en algunos casos ésta se ha reducido), y algunos más que han cambiado su tendencia modificando sus políticas.
¿Queremos ver al año que viene por estas fechas la misma foto? Es posible que no sea tan difícil reducir la pobreza infantil, quizás es que todavía no nos hemos puesto a ello.
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