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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

Burundi se asoma de nuevo a la guerra civil

Esta entrada está escrita desde Nairobi (Kenia) por nuestro colaborador Alex Prats(@alexpratstweets).

Burundeses llegan a Rwanda tras huir de la violencia en el país. Foto: ACNUR/Kate Holt

1993-2003. Diez años de conflicto armado en el que más de 300.000 personas perdieron la vida. Hoy, doce años después, Burundi se encuentra en una situación en la que, posiblemente, o se toma un paso hacia adelante en la defensa de la paz y la democracia o uno hacia atrás que lleve a la población a una nueva guerra.

El desencadenante del conflicto. La voluntad del Presidente Pierre Nkurunziza de optar a un tercer mandato ha sido el factor que ha desencadenado los enfrentamientos entre aquellos que defienden y los que se oponen a tal decisión. Para justificar sus intenciones, Nkurunziza realiza una particular interpretación del artículo 302 de la Constitución de 2005 y argumenta que su primer mandato de cinco años -el que dio inicio a un nuevo periodo tras la larga guerra civil- no fue precedido de elecciones y que, por tanto, solo su segundo periodo de cinco años debería ser tenido en cuenta, por lo que aún le quedaría opción a cinco años más para completar los dos mandatos que permite la Constitución.

Las primeras consecuencias para la población. Desde que Nkurunziza confirmara su decisión de optar a un tercer mandato, el pasado 25 de abril, las tensiones han ido en aumento. Varios medios de comunicación han sido obligados a suspender las emisiones, líderes de la oposición y la sociedad civil han sido arrestados, al menos treinta personas han sido asesinadas y más de 75.000 han decidido dejar sus casas y huir hacia Ruanda, Tanzania o la República Democrática del Congo. Los recuerdos de la guerra están aún frescos en la memoria de la población. La situación es especialmente crítica en Tanzania, donde casi 40.000 personas esperan -hacinados en las orillas del lago Tanganica- a ser trasladados a un campo de refugiados donde se les garantice agua, comida y cobijo.

Golpe de Estado y vacío de poder. El miércoles de esta misma semana, mientras Nkurunziza participaba en Tanzania en un encuentro con otros líderes africanos sobre la crisis desatada en su país, el general Niyombare, contrario a la posibilidad de un tercer mandato, lideró un golpe de Estado y anunció la destitución de Nkurunziza. No obstante, ayer jueves, apenas veinticuatro horas más tarde, miembros del gobierno afines a Nkurunziza anunciaron el fracaso del golpe. Durante todo el día de ayer se produjeron enfrentamientos violentos entre ambos grupos, con el control de la televisión y la radio nacionales como principal objetivo. Ahora mismo en Bujumbura, la capital, nadie sabe con certeza quién está al mando.

¿Hacia una nueva guerra civil? No es ningún disparate pensar que la situación actual pueda evolucionar hacia una nueva guerra civil, especialmente si el partido de Nkurunziza, el CNDD-FDD y el ejército, están tan divididos como parece entre opositores y defensores del tercer mandato, y si el factor étnico – el conflicto entre hutus y tutsis – fuera utilizado de nuevo para movilizar a unos y otros. Para evitarlo, la Unión Africana y las Naciones Unidas deberían persuadir a Nkurunziza de que abandone la idea de optar de nuevo a la presidencia y convoque elecciones en las que su partido compita con un nuevo candidato, restableciendo de ese modo el orden constitucional y asegurando el respeto de los Acuerdos de Paz de Arusha.

El peor escenario: la regionalización del conflicto. La llegada de refugiados a Tanzania, Ruanda y la República Democrática del Congo no es el único posible impacto de la tensión en Burundi en la región de Grandes Lagos. Paul Kagame, presidente de Ruanda, podría decidir intervenir militarmente en Burundi para atacar facciones del FDLR, un grupo armado formado, en parte, por los líderes hutus que orquestaron el genocidio de 1994, y que podrían aprovechar la confusión actual para lanzar ataques contra Ruanda o incluso contra la población tutsi en Burundi. Kagame presentaría entonces la intervención militar como una intervención humanitaria que tuviera como objetivo evitar un nuevo genocidio. El conflicto también podría extenderse a territorio congolés si algunos de los muchos grupos rebeldes que campan a sus anchas en Kivu del Sur decidieran ir a pescar en río revuelto.

¿Y Nkurunziza? Los rumores apuntaban ayer a que el presidente Nkurunziza estaría dirigiéndose por carretera, desde Kampala, Uganda, hacia Bujumbura, dado que el aeropuerto está controlado por militares defensores del golpe.

Las próximas horas serán claves para saber qué camino decide tomar Nkurunziza; también para saber qué rol decide jugar la comunidad internacional para evitar, si es necesario, un nuevo conflicto.

Ojalá que los intereses personales de algunos líderes no se pongan una vez más por encima de los intereses de la población. Para eso, con la guerra en Sudán del Sur -una guerra de dos en la que han muerto cientos de miles- nos sobra.

Ojalá que en Burundi, aquellos que tienen la responsabilidad y posibilidad de hacer que todo vuelva a su cauce, tomen el camino correcto.

Comentarios

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