Estrenar
Es un misterio de la naturaleza, al menos del siglo que corre. ¿Usar y tirar? Fuera: estrenar y tirar. ¿Por qué (nos) gusta tanto?
Una de las actividades favoritas del patio de mi colegio era pisar zapatos. Los más blancos, los más negros, los impolutos. Un radar captaba cuáles habían salido de su cuna de cartón y papel almidonado esa misma mañana para correr a estrenarlos con un pisotón. No era para mal. Su portador casi se sentía en una obligación moral: “Sí, aquí estoy, mirad mis níveas zapatillas, manchadlas, pervertidlas”.
Es un misterio de la naturaleza, al menos del siglo que corre. El ansia viva de estrenar y solo de estrenar: saquen lo nuevo, muéstrenlo, pasemos a lo siguiente. ¿Usar y tirar? Fuera: estrenar y tirar. ¿Por qué (nos) gusta tanto? No es solo cuestión de ropa. En cuatro días de Fiesta del Cine no ha dado tiempo ni a ver las pelis que llegan a la cartelera una sola semana. Todo es novedad. Queremos estrenar con los ojos, con los oídos. Ver la primera foto de la hija de los duques de Cambridge. La segunda da igual. Saber su nombre, antes que nadie. Carlota. Bien. Las invitadas del Met lucieron vestidazos para la —cuando menos inquietante— gala sobre cultura china. No vale con eso. Tres horas después sacaban ¡otro! vestido para la fiesta de después. Y zapatos. Alguna hasta peinado, aunque sea a base de humildes horquillas.
Vayan, vayan y estrenen la primavera estos días que casi se puede hacer un 2x1 y estrenar también verano. Rompan el envoltorio de los parques, las playas, las terrazas; estrenen los no-panties, o una columna (ejem), o la pradera de San Isidro. Quizá se crucen con Esperanza Aguirre (re) estrenándose por centésima vez, bailando un chotis con vestido y sonrisa. Como nuevos.
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