Pactad, malditos
Cada vez que se le pregunta a la gente lo que deberían hacer los políticos para solucionar un problema, la mayoría responde: sentarse a hablar. Pero no lo saben hacer. Se ve en el Congreso; hablan y hablan, pero no razonan ni argumentan ni intentan convencer, y mucho menos escuchan a sus rivales políticos o responden a sus preguntas, porque son enemigos odiados a los que hay que vencer siempre y no hacer ninguna concesión. Todos aseguran estar siempre dispuestos a sentarse y hablar, pero sin moverse ni un milímetro de sus convicciones por temor a mostrar debilidad o poca firmeza de ideas. Así no hay posibilidad alguna de negociar nada. No están acostumbrados, es uno de los defectos de nuestra deficiente democracia. En la mayor parte de los países europeos son habituales los Gobiernos de coalición, y los acuerdos puntuales sobre cualquier asunto forman parte de la tarea diaria de gobernar. Aquí nadie sabe hacerlo sin mayoría absoluta; se dice que sin ella el Gobierno sería inestable. Todos necesitan lo que llaman una mayoría “suficiente”, que viene a querer decir: carta blanca para hacer lo que me dé la gana sin tener que escuchar a nadie. Esto revela la incapacidad de nuestra clase política para la negociación y el entendimiento. Pero gracias a la aparición y al peso de los nuevos partidos, esta vez van a tener que aprender sin remedio a considerar otras opiniones, a entender otros puntos de vista, a discutir razones, y a llegar a acuerdos. Así se enterarán por fin de lo que todo el mundo lleva tanto tiempo pidiéndoles a gritos. Y no será una mala manera de empezar esa regeneración democrática que hace tanta falta.— Jaime Tapia-Ruano.
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