La nieta ociosa de Isabel II
La princesa Beatriz ha heredado la afición de su padre por la buena vida
Ya sea disfrutando de las cálidas aguas caribeñas, esquiando en estaciones exclusivas de ambos lados del Atlántico o jaleando las carreras del circuito de fórmula 1, la apretada agenda social de Beatriz de York contradice la imagen que la monarquía británica quiere proyectar sobre los miembros de una institución en la que imperaría la ética del trabajo por encima de un mundo de privilegios. “Otra semana, otras vacaciones para Bea”, ha ironizado el tabloide Daily Mail a la hora de hacer recuento de las 11 escapadas de recreo que lleva acumuladas en el último medio año la primogénita del príncipe Andrés, rebautizada por los medios británicos como la nieta ociosa de Isabel II.
Descrita en la página web oficial de su padre como una joven profesional “que trabaja a tiempo completo en el mundo empresarial”, a Beatriz, una licenciada en Historia de 26 años, no se le conoce ninguna actividad laboral desde que a finales del año pasado renunciara a su breve puesto en la sede neoyorquina de Sony Pictures Television. Adujo entonces sentirse víctima de los háckers supuestamente norcoreanos que invadieron la privacidad de la compañía —y que difundieron online los datos sobre su salario y su misma dirección— para embarcarse en un periplo vacacional que parece no tener fin. Su calendario ha incluido, entre otros, una estancia de principios de año en la isla de St. Barts (Caribe), donde pudo disfrutar del yate del multimillonario Lakshmi Mittal; sendas visitas a las pistas de esquí de la localidad suiza de Verbier y las montañas de Aspen (EE UU), un mes de marzo en el que escapó a la costa de Grecia y un abril en la cálida Florida, antes de asistir al Gran Premio de Bahrein, en el que la princesa fue fotografiada departiendo con el rey Juan Carlos. Pocos días después ya estaba en Florencia, donde asistió a unas conferencias sobre moda y se la vio saliendo de fiesta con grandes nombres de la industria.
La hija mayor del duque de York y Sarah Ferguson no cuenta con asignación en las cuentas de la reina sufragadas por el contribuyente, y se permite esos viajes gracias a la generosidad de sus padres y, sobre todo, de su novio de los últimos siete años, Dave Clark, un ejecutivo de altos vuelos en Virgin Galactic. La insistencia de algunos medios británicos en criticar esa existencia regalada apunta en realidad a la línea de flotación del progenitor, un príncipe que habría legado a su hija su conocida afición a la buena vida, alimentada en gran medida por los contactos en las altas esferas que le ha procurado su condición de príncipe.
El segundo hijo de Isabel II ha adoptado un perfil bajo desde que su nombre apareciera citado en relación con un caso de abuso de menores en EE UU en enero. Un juez federal dictaminó a principios de abril que el testimonio de una mujer que asegura haber mantenido relaciones sexuales con Andrés bajo coacción cuando era menor debe ser excluido de la causa que se sigue contra uno de sus grandes amigos, el millonario americano Jeffrey Epstein, acusado de promover una red de prostitución de menores. Pero la imagen del príncipe ya estaba para entonces hecha trizas, despojado de su papel como representante especial de Reino Unido para el comercio exterior por su proclividad a utilizar los viajes oficiales con fines lúdicos como la práctica del golf. De ahí que se ganara el apodo de Air Miles Andy, en alusión a las miles de millas recorridas a costa del contribuyente.
Beatriz intenta huir ahora de la presión de unos medios que la proclaman digna heredera de su padre en esa vena viajera, y según sus allegados se plantea instalarse definitivamente en Nueva York con su hermana menor, Eugenia, mucho más discreta en sus actividades sociales y enrolada en una empresa de subastas de arte online. La princesa más ociosa de la corte incluso se habría decidido finalmente a buscar trabajo.
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