La competición de golf que nadie quiere ganar
Tiger Woods aparece como padre de familia en el torneo de los pares 3, a McIlroy le hace de porteador el ídolo adolescente Niall Horan y el presidente de la Real acompaña a Olazabal
Victor Dubuisson es un golfista francés con un cierto gusto por el malditismo y la contradicción, nació y aprendió a jugar al golf en la Costa Azul, donde el Mediterráneo espléndido y magníficos campos de golf, entre Niza y Cannes, pero reside oficialmente en Andorra, donde las montañas cierran el horizonte, la nieve hiela los espíritus y no hay dónde jugar al golf. Es sobrino de aquel jugador internacional de baloncesto llamado Hervé Dubuisson, pero ha prohibido a todos sus familiares y amigos que hablen a cualquier periodista de su vida privada. Conduce un Lamborghini amarillo y no habla con la prensa francesa porque, alega, sus periodistas no tienen ni idea de golf. Un artista del juego corto, imaginativo y casi tan imprevisible como Ballesteros y con toque de futbolista zurdo, Dubuisson, de 24 años, llegó el año pasado a Augusta (Estados Unidos) rodeado de decenas de grandes reportajes en todo tipo de revistas y con la etiqueta de casi favorito. No pasó el corte.
Este año nadie le hace ni caso en Augusta, donde las modas pasan rápido, pero él ya ha dado un primer paso firme hacia la victoria final: yendo de líder en el festivo torneo de nueve hoyos en el campito de pares 3, construido coquetamente alrededor del llamado Estanque de Ike (por el expresidente Eisenhower, que allí tenía su casa), llegado el noveno hoyo decidió retirarse cuando lideraba el marcador. Lo hizo, y varios grandes nombres hicieron como él, para huir de la maldición: ninguno de los ganadores de los pares 3 el miércoles ha ganado el torneo grande el domingo. Y esto es así desde que nació el torneo mini, en 1960, para dar valor al capricho del presidente del Augusta National, Cliff Roberts, quien usó el campito como terreno para probar nuevas superficies (sus greens se plantaron desde el principio con hierba bent, la que sustituyó a la bermuda en el gran campo 23 años más tarde), y le gustó tanto su arquitectura cuidada que eligió ese lugar para pegarse un tiro en el otoño de 1977. Sus cenizas, dicen, están enterradas en una urna en el búnker de la calle del hoyo 10.
Lejos de tales consideraciones trágicas y metafísicas, la mayoría de los jugadores usaron, como siempre, el torneo de los pares 3 para divertirse con sus amigos o para sus operaciones de relaciones públicas. José María Olazabal dejó que le llevara los palos, vestido con el mono blanco, su amigo Jokin Aperribay, presidente de la Real Sociedad. A Rory McIlroy le hizo de porteador su amigo Niall Horan, ídolo de quinceañeras y así llamado cantante de One Direction. Tiger Woods dio un toque de mayor profundidad, un mensaje de madurez, a su elección, pues en su primera participación en la fiesta en una década quiso que sus caddies fueran sus hijos Charlie y Sam, fruto de su relación con Elin Nordegren, la sueca de la que se divorció en 2010 cuando estalló su escándalo de adicción sexual. Para completar la estampa familiar, a Tiger y sus hijos les acompañó, vaporosa, la novia del campeón, la esquiadora de Colorado Lindsey Vonn. "Siempre me acuerdo de mi padre [fallecido hace años] que me acompañaba a Augusta. Ahora espero que mis hijos se acuerden de mí", tuiteó el golfista.
Truly indescribable day
— Kevin Streelman (@Streels54) April 8, 2015
Thank u @couchie05 for allowing me to b your player.I'm honored and inspired to b ur friend
🙏 pic.twitter.com/LIxO7mTZGk
A un jugador no le importó ganar el miércoles pese a quedarse ya sin posibilidades para el domingo. Se trata del estadounidense Kevin Streelman, quien se sacrificó por una buena causa: había invitado a llevar su bolsa de palos a un chaval de 13 años, quien antes de ser operado de un tumor cerebral había escrito un deseo: "Cuando me despierte de la operación, quiero ir al Masters". El niño sobrevivió. Streelman se enteró de la historia y le escribió: "¿Te importaría ser mi caddie el miércoles?".
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