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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

Seis meses después del alto el fuego, el trauma del conflicto atrapa a los niños de Gaza

Esta entrada ha sido escrita por Catherine Weibel, directora de comunicación de UNICEF Estado de Palestina.

Después de perder a su padre y su casa en el conflicto del pasado verano, dos jóvenes gazatíes luchan por asimilar el pasado y aspirar a un futuro mejor.© UNICEF/NYHQ2015-0256/El Baba

Ya han pasado más de seis meses desde que una precaria tregua pusiese fin a otro devastador episodio de violencia en Gaza. Para niños como Samar y Rosol Barakat, las cicatrices provocadas por los 51 días de hostilidades del pasado verano están más recientes que nunca.

Durante el conflicto, las dos niñas, sus padres y otros tres hermanos tuvieron que huir de su piso en medio de intensos bombardeos. La familia se refugió en una escuela de las Naciones Unidas. Una noche, el aula en la que dormían fue alcanzada por el fuego de los proyectiles. Su padre murió en el ataque y su madre resultó gravemente herida. Además, las dos niñas sufrieron heridas a causa de la metralla.

Casas destruidas

Samar, que tiene 11 años, y Rosol, que tiene 6, no pudieron regresar a su casa de las torres residenciales de al-Nada, ya que estas habían sido destruidas. Se mudaron con su abuelo a un piso pequeño y descuidado en Beit Lahiya en el que viven 12 personas apiñadas.

La familia se encuentra entre los 100.000 palestinos de Gaza, la mitad de ellos niños, que vieron cómo sus casas quedaron destruidas parcial o completamente durante el conflicto del pasado verano, y que continúan desplazados desde entonces.

“Mis niños han perdido todo y necesitan todo”, cuenta Neveen, la madre de Samar y Rosol. “Ahora tengo que ser tanto su madre como su padre”. A causa de las heridas, Neveen tiene una discapacidad y no se vale por sí misma al cien por cien.

Ningún lugar es seguro

Samar y Rosol siguen sufriendo una profunda angustia. Neveen intenta consolar constantemente a sus hijas, que tratan de asumir la pérdida de su padre.

Pasaron meses antes de que Rosol accediera a ponerse el uniforme y regresar al colegio. Cuando le preguntan si le gusta su profesora, se queda paralizada, enmudece y, después de algunos minutos, comienza a sollozar.

“A mis hijos los hirieron en un colegio”, cuenta Neveen. “Vieron a gente sangrando, sin piernas o brazos, y con la cara y ojos magullados”.

Algunas mejoras

Un terapeuta psicosocial que trabaja para el Centro Palestino para la Democracia y la Resolución de Conflictos (PCDCR, por sus siglas en inglés) hace un seguimiento de los progresos de Rosol y su hermana mayor, Samar.

Samar muestra algunos signos de mejora. A consecuencia del conflicto, tenía cambios de humor y los berrinches eran frecuentes. Además, se negaba a hacer sus deberes. Después de varias sesiones con el terapeuta, ahora está más calmada.

Algunas veces, Samar va con su abuelo a ver lo que queda de su antiguo hogar, ahora reducido a escombros. Aunque está cerca de aceptar la situación, le resulta difícil centrarse en sus estudios, y sus logros en la escuela están cayendo.

“En el colegio todo ha cambiado desde lo que nos pasó. Nuestro padre fue asesinado, mi madre, mis hermanos y yo sufrimos heridas y ya no tenemos casa”, dice Samar.

Necesidad de apoyo continuo

Como muchos niños en Gaza, Samar y Rosol necesitan apoyo psicológico y educativo para volver a sus vidas. La implicación de los colegios es esencial para apoyar a los estudiantes en el reto físico y emocional al que se enfrentan. Sin embargo, 281 escuelas de este enclave costero han sido destruidas, y todavía hay muchas por reparar.

Hasta ahora, UNICEF ha proporcionado apoyo psicosocial a casi 35.000 niños y más de 7.000 cuidadores. Además, ha formado a 12.000 profesores de la escuela pública con habilidades para trabajar con los niños. UNICEF también está ayudando a reparar escuelas, proporcionar uniformes escolares y zapatos a los niños, después de una campaña de vuelta al colegio en septiembre en la que se entregó material escolar a 230.000 niños. Estos esfuerzos han ayudado a mejorar la vida de los alumnos, pero la situación continúa siendo precaria.

“No hay futuro para nadie en Gaza. Ni hombres, ni mujeres ni niños”, dice Ali, el padre de Neveen. “Se han hecho muchas promesas sobre la reconstrucción de Gaza. Esperemos que se implementen finalmente y así mi hija pueda tratarse y recuperarse de sus heridas y las personas que hayan perdido sus casas como ella tengan un lugar en el que rehacer una vida mejor”.

“Mis nietos se merecen llevar una buena vida”, dice. “Como todos los niños del mundo”.

[Encontrarán información sobre la labor de UNICEF con relación a la emergencia de Gaza aquí.]

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