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COLUMNA
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Los pilares de las coaliciones

Son soluciones que exigen valorar cohesión interna, reparto de poder, impacto en el electorado y capacidad de influencia

Soledad Gallego-Díaz

El resultado de las elecciones andaluzas del próximo día 22 serán los más interesantes de las últimas décadas. No sólo porque, según las encuestas, irrumpirán dos nuevas fuerzas políticas, que prácticamente se estrenan en estos comicios como partidos de ámbito nacional y que demostrarán su capacidad para desangrar a los partidos tradicionales, sino también porque, tan interesante como el reparto electoral, serán las negociaciones posteriores para formar gobierno o para alcanzar mayorías parlamentarias estables.

Los partidos tradicionales de ámbito nacional, PP, PSOE, han intentado hasta ahora extender la imagen de que las coaliciones políticas son una especie de “desviación patológica” del sistema, que provocan crisis políticas y, en definitiva, ingobernabilidad, pero, en realidad, la literatura sobre el tema no apoya mucho esa tesis. Ellos mismos buscan ahora, forzados por las circunstancias, borrar esas huellas. En realidad, las coaliciones son, en muchos casos, soluciones racionales y prácticas.

Eso sí, son soluciones complejas que exigen tener en cuenta muchos elementos. Cuatro de ellos parecen ser, según los expertos, los pilares sobre los que se levantan: capacidad de mantener la cohesión interna de cada una de las partes, repercusión en el propio electorado, reparto de poder y capacidad de influir en políticas concretas.

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Por ejemplo, las coaliciones exigen que los grupos que pretenden formar parte de ellas dispongan de una fuerte cohesión interna, de manera que su posición negociadora y la calidad de su compromiso sean notables. De esa cohesión interna depende en la mayoría de los casos la estabilidad de los acuerdos, porque la experiencia demuestra que, en muchas ocasiones, son las luchas internas en las distintas formaciones coaligadas las que obligan a convocar nuevas elecciones.

La negociación poselectoral en Andalucía será un buen indicador de la coherencia de los nuevos partidos Podemos o Ciudadanos, pero también del PSOE, que tiene que combinar los posibles acuerdos andaluces con su posterior repercusión en el ámbito nacional, con un electorado que se encuentra ya muy irritado.

El éxito o fracaso de una coalición depende también, en muchos casos, de la transparencia con la que se forma. Hay coaliciones en las que sus partes buscan por encima de todo su cuota en el reparto de poder y sus beneficios intrínsecos. En España, como ha descrito Andrés Ortega, después de cada periodo electoral se produce la ocupación de miles de cargos intermedios en las diferentes administraciones, cargos que en otros países están gestionados por el funcionariado, por lo que no entran en negociación. Esta característica propia dificulta los acuerdos, porque no se trata, como en el caso alemán o británico, de decidir qué carteras ministeriales ocupa cada grupo, con un pequeño corolario de puestos secundarios, sino de un catálogo mucho más amplio.

En cualquier caso, no siempre los partidos buscan en exclusiva la ocupación de una parcela de poder. En ocasiones, los partidos quieren influir en la elaboración de políticas concretas o tomar parte en la “acción de gobierno” en su conjunto. En esos casos, advierte el profesor Josep M. Reniu, en su libro Las teorías de las coaliciones políticas revisadas, lo que juega un papel más relevante es el ordenamiento derecha-izquierda. Cuanto mayor sea la distancia ideológica, más se dificulta el acuerdo.

Otro elemento que añade complejidad a las coaliciones es la llamada “dimensión ambiental”: las coaliciones dependen en muchos casos de acontecimientos específicos que ocurren en un momento determinado, como una huelga, una negociación internacional o unas elecciones parciales. La formación de una coalición en Andalucía estaría rápidamente sometida a esa “dimensión ambiental”, debido a la inmediata convocatoria de otras elecciones y al muy probable endurecimiento del panorama social.

Lo más importante de una coalición, dijo hace cuatro años el líder liberal británico Nick Clegg, “es que podamos llegar a las próximas elecciones y decir: muchos de ustedes dudaban de que esta coalición pudiera funcionar, pero funcionó”. El problema es que, a punto de celebrarse los nuevos comicios, la mayoría de quienes dudaron tenían razón: la coalición británica no se rompió, pero no funcionó, por lo menos para el propio Clegg, al que los sondeos dan 37 escaños menos que entonces (de 57 a 20).

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