¿Cuándo te sacrificas demasiado por tu pareja?
Te esfuerzas por agradar a tu pareja, te vas adaptando a sus planes, renuncias a cosas tuyas por estar con él o con ella… pasa el tiempo y de repente, un día, tenéis una discusión o, sencillamente, tú no te sientes bien. Es en ese momento en el que una pregunta te surge con fuerza: ¿Cuántas cosas he dejado de hacer por mí? Puede que sean cosas sencillas, como no haber ido a algunas fiestas o no haberte apuntando a ese viaje de fin de semana con amigos. O puede que se traten de decisiones más complejas, como haberte mudado de ciudad o haber comenzado una convivencia con sus hijos. Pues bien, si te ha ocurrido, tranquilo, tranquila: forma parte de los estragos de la química del enamoramiento. Cuando caemos en manos de Cupido, vemos todo de “color de rosa”. No nos importa renunciar a nosotros porque sencillamente, él o ella se convierte en lo más importante. Sin embargo, las hormonas van descendiendo su baile y poco a poco nuestra mente comienza a “resucitar”. Es entonces cuando tiramos de una balanza interna y sopesamos. Y si el resultado no es muy favorable, de la manera en la que sepamos gestionarlo dependerá la continuidad (o la cantidad de discusiones) con nuestra pareja.
Antes de nada, aclaremos algo: cuando decidimos, renunciamos. Si nosotros queremos estar con alguien, es lógico que tengamos que renunciar a otras cosas que hacíamos de solteros o con nuestras anteriores relaciones. Ahora bien, el problema surge cuando en una pareja siempre hay una de las partes que está continuamente cediendo con tal de agradar al otro. Si eso ocurre, deja de ser renuncia para convertirse en sacrificio. Y un sacrificio en una relación tiene un precio demasiado alto para los dos. Cuidarte a ti es cuidar también a tu pareja. No te engañes con frases de: “si me da igual”, “total”… Todo ello, te puede llevar a un enfado silencioso que de repente un día explota. Por dicho motivo, intenta frenarlo a tiempo. Veamos algunas claves:
Identifica cuáles son tus necesidades
El amor es muy bonito, pero este no existe si es a costa de dejarte tú la piel. Haz un listado de qué es importante para ti: aficiones, actividades, amigos, visitas a la familia… Valora en los últimos tres meses cuánto has hecho de todo ello o cuánto habéis compartido. Hay personas que se mimetizan con el otro y llega un momento, en el que no saben ni qué es lo que realmente desean. Si te ocurre a ti, acude a tu infancia o a tu adolescencia: ¿Qué te gustaba hacer? Quizá de ese modo alcances algunas respuestas. Y si el motor por el que no tienes en cuenta tus necesidades es el miedo al abandono, ten en cuenta algo: no vivas una relación de pareja a costa de renunciar a ti mismo o a ti misma. El precio es demasiado elevado y un amor así, “no es amor, sino obsesión” (como decía la canción hace años) o egoísmo por la otra parte… Todos tenemos el derecho (y la obligación) de defender nuestras necesidades sin hacer daño a la otra persona. Anular dicho derecho es matarnos a nosotros mismos de manera silenciosa.
Da espacio a sus necesidades
Una relación es un juego bidireccional. Él o ella también necesitan su tiempo. Identifica qué le gusta a tu pareja y aunque te cueste, dale ese espacio y evita todos los juegos de chantaje emocional, tipo “qué lástima que no estés aquí” o no te llamo porque te lo estarás pasando muy bien con tus amigos o amigas. Al igual que nos merecemos cuidarnos, nuestras parejas también necesitan hacerlo. Cualquier forma de culpabilidad o de chantaje encubierto es un terreno minado que no suele acabar bien.
Negocia
No todo es blanco o negro. Existen fórmulas mixtas. Si tu pareja quiere que vayáis a tal sitio y no te apetece, puedes aceptarlo a cambio de algo. Sé creativo o creativa. Existen miles de opciones para salir los dos ganando. Pero cuidado, que no sea siempre el mismo quien cede.
Compensa
Los seres humanos tenemos una balanza interna en la que medimos qué hacemos por alguien y recogemos lo que el otro u otra ha hecho por nosotros. Si comenzamos una relación con una mochila demasiado pesada (cargas familiares, difícil situación laboral, hijos pequeños…), hemos de ser sensibles e intentar compensarlo de algún modo con otras decisiones, detalles y con un sincero agradecimiento. De este modo, conseguiremos equilibrar nuestra balanza.
¿Vale la pena?
Hay personas que hasta con sus amantes se sacrifican. No te engañes jugando al solitario y sé sincero contigo mismo o contigo misma. Si crees que es una relación que no tiene mucho futuro, no hagas grandes renuncias de las que luego te vas a arrepentir. El pragmatismo también funciona en el amor y este no está reñido ni con el romanticismo ni con la ternura.
En definitiva, una renuncia continuada en el tiempo es un sacrificio que nos daña a nosotros y a nuestras parejas. Saber identificarlo a tiempo es un buen método para mejorar nuestra relación y, por tanto, nuestra felicidad.
Imagen: Licencia Creative Commons, Carmen Eisbär
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