Con Esperanza
La entrevista qué realizó Jordi Évole a Esperanza Aguirre en televisión el domingo pasado fue un espectáculo digno de nuestra mejor literatura del Siglo de Oro. Más concretamente, cervantina. La manera en que la realidad planteada por las preguntas lúcidas del periodista chocaba con las respuestas entre cínicas y evasivas de la buena señora recordaban a esos diálogos de El Quijote en los que un Sancho Panza, honesto pero ingenuo, trata de reconducir los desvaríos del caballero andante con razonamientos obvios que generalmente acaban con la reprobación del cuerdo quien, aquí, como en la novela, se ve, al final, ninguneado. Por suerte, en esta ocasión, ni los espectadores son ignorantes campesinos ni doña Esperanza puede ocultar sus deseos de someter al periodista a un correctivo manteo y tiene que conformarse con la chulería vergonzante de dejarle “abandonado” en el sofá de su despacho.— Ricardo López Piñuela.
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