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3.500 Millones
Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

Se busca 99% para cambiar el sistema

Esta entrada ha sido escrita por Miguel Ángel Vázquez (@MAVazquez22), portavoz del partido Por Un Mundo + Justo.

América Latina conoce desde hace décadas la desigualdad que hoy castiga a Europa. Foto: barriadas en Colombia (ACNUR).

Según afirmaba el politólogo Robert Dahl nos encontramos en la tercera gran transformación sistémica de la Historia de la Humanidad. La primera, desde la visión del autor estadounidense, fue el paso de la organización de la sociedad en tribus más o menos estructuradas a la unificación social, política y económica en torno a la ciudad-Estado (las polis griegas). La segunda sería, siglos después y hasta hoy, la conversión de estas ciudades-Estado en las actuales naciones-Estado en las que se reparte el mundo. Este modelo sistémico cada vez muestra mayores síntomas de agotamiento y, desde hace unos años, asistimos a esa gran transformación que es el surgimiento de un único mundo-Estado como marco donde se toman las grandes decisiones y desde donde se dirige la realidad de los países. Este mundo-Estado inevitable es lo que algunos hemos empezado a llamar Matria en contraposición al concepto de patrias y es una realidad en la que las grandes multinacionales nos llevan una gran ventaja organizativa a las instituciones internacionales y a la sociedad civil.

Hace no demasiados años, cuando la crisis comenzaba a agudizarse, las calles gritaban que si el problema era global la solución también habría de serlo. Se encaraban los problemas causados por el sistema de manera mundial viendo de una manera más clara que nunca sus estrechas relaciones. Sin embargo, según esta crisis sistémica se ha ido volviendo más y más asfixiante, los colectivos, movimientos sociales e incluso partidos que han surgido como reflejo de la misma han ido centrando su discurso cada vez en mayor medida en los problemas locales dejando a un lado, cuando no olvidando, la perspectiva mundial. Pareciera como si la inmediatez de los problemas de aquí no nos permitiesen, o no nos dejasen tiempo, para ver el origen de los mismos. Los árboles y el bosque.

No sería justo que tanto esfuerzo, que tanta lucha por temas tan importantes como el paro, los desahucios o la privatización de la Sanidad, se quedasen al final en meros parches (hoy necesarios) frente a la gran causa del problema. A las gentes de este tiempo nos ha tocado vivir un momento histórico, un auténtico cambio de era, y no lo podemos desaprovechar. Afortunadamente, tenemos en el horizonte una oportunidad de vital importancia a la que no se le está dando toda la publicidad que merece: la Agenda Post-2015.

La Agenda Post-2015 es el nombre que recibe el plan mundial de desarrollo que sucederá a los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) a partir de septiembre. El plazo que 186 países acordaron en la histórica Declaración del Milenio termina este año sin que los objetivos hayan sido cumplidos y se hace urgente una nueva propuesta para erradicar la pobreza y asegurar la igualdad. Nacida a raíz del aprendizaje de los errores de los ODM, dentro de esta nueva agenda encontramos varias cosas muy sugerentes que nos hacen pensar que puede ser una oportunidad histórica de abrir una brecha en el sistema desde donde aportar un cambio. O eso o una nueva foto de líderes mundiales.

¿Y por qué algo que relacionamos inconscientemente con actos de caridad puede ahora cambiar el sistema? Porque ya no será una agenda de cooperación, sino de desarrollo, y por su vocación universal. Esto significa que ya no será una agenda del Norte para el Sur, sino que los compromisos asumidos corresponderán a todos los países firmantes. Sea su nivel de desarrollo el que sea, cada país estará obligado a cumplir con todos los puntos dentro y fuera de sus fronteras. No se trata ya de dar dinero a los empobrecidos, sino de cambiar estructuras globales y locales que generen pobreza y desigualdad. Esto, que dicho así puede parecer una bonita declaración de intenciones, abre la puerta a una realidad profundamente transformadora y emancipadora. De lograr los mecanismos que obligasen al cumplimiento global de los más o menos consensuados Objetivos de Desarrollo Sostenible (una lista de 17 puntos nacida a raíz de la Conferencia de Río+20), ciertamente se atacaría directamente a las causas (y los causantes) no sólo de la crisis sino de la pobreza mundial.

Los objetivos parece que están, así como la transversalidad de los enfoques de género, medio ambiente y derechos humanos. La clave reside en acertar con esos mecanismos de cumplimiento para que la agenda no vuelva a quedarse en un propósito de año nuevo. Todo apunta a la Coherencia de Políticas, la transparencia y la rendición de cuentas (tanto en el sector público como en el privado) como las grandes garantes de este cumplimiento. Lograr priorizarlas al mismo nivel de los objetivos dependerá más de la presión ciudadana que de las decisiones de los líderes mundiales.

Toca tirar de fraternidad global y difusión. La lucha por un mundo más justo nos convoca. Tenemos hasta septiembre.

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