El músico que se inspiró en la naturaleza
El madrileño Juan Zelada viajó de mochilero a Latinoamérica; y allí, en unos poblados brasileños ausentes de vida moderna, encontró la inspiración


Juan Zelada es un músico madrileño de 33 años que se marchó a vivir a Londres y acabó ejerciendo de telonero de Amy Winehouse. Editó allí dos discos. Su carrera se disparó. Pero ocurrió algo. Primero, sufrió la codicia del mercado musical. Su discográfica quería vender más. Como no fue así, la compañía cerró el grifo. Casi al mismo tiempo su relación sentimental se rompió. Buen momento para el reseteo. Zelada decidió desconectar marchándose de mochilero a Latinoamérica. “Me movía por contactos. Me dejaban sofás en casas para pasar la noche. Hacía intercambios. Yo cantaba en una posada y el dueño me dejaba pasar allí la noche”, nos relata. Quería irse lejos. Y acabó en el lugar ideal, un espacio libre de coches, sin acceso a internet, sin cobertura para móviles, ausente de estrés, sin espacio para boinas de contaminación.
Se trata de dos pequeñas localidades de Salvador de Bahía. Primero accedió a Moreré, que no es asunto fácil. Es un pequeño poblado situado a sur de la isla de Boipeba. “El trayecto arranca montando en una barca que te lleva a un puerto. Una vez allí, coges otra barquita hasta un lugar lejano. Y desde ese punto de la isla hay que montarse en un tractor destartalado, el único medio de transporte capaz de atravesar el barro de la zona. Y cuando llegas, ahí está, un paraíso en la tierra”. Para Zelada el edén consiste en unas chabolitas, contacto salvaje con la naturaleza y cuatro brasileños generando endiablados ritmos de sus cavaquinhos, la guitarra portuguesa de cuatro cuerdas. “Es un paraíso protegido, con playas eternas, aguas transparentes y ríos afluyentes dando un tinte rojo con su agua dulce. Y campos y campos de cocos y palmeras. También hay unas pocas casas. Un lugar de ensueño”, relata el músico.
Allí conoció a varios músicos, de los que se deshace en elogios. “Cantan muy románticos, casi llorando. A veces tiran de raíces populares bahianas, otras del mítico Roberto Carlos. Y siempre con voces rasgadas, dañadas y tan sentidas que te llega al alma. Me dio qué pensar: cómo es posible que se puede transmitir tanto con tan poco. Ni tambores ni artefactos ni nada. Solo una guitarra y un señor expresándose con pureza y sentimiento”.
Celebración de un forró en Caraíva.
La siguiente parada fue en Caraíva, al sur de Bahia, otro lugar epifanístico. Allí, Zelada vivió la explosión del forró, un estilo musical y dancístico muy popular en Brasil. “Hablar de Caraíva es describir un cúmulo de sensaciones que uno encuentra a la orilla del mar y a la vera del río en el sur de Bahía”, cuenta el cantante. Ese escenario es el punto de encuentro de músicos de diferentes puntos de Brasil. Se reúnen para practicar el forró en trío: surdo (tambor brasileño), un triángulo y un acordeón. El triángulo lo suele tocar una mujer, que también canta. No es un formato rígido: puede haber variaciones. “Se pueden juntar hasta 500 personas, todas bailando. Parece una propuesta instrumental austera, pero es increíble la musicalidad que genera ese trío”, afirma Zelada. Y añade: “Yo intenté bailar, pero acabé yendo a por otro mojito”.
El compositor madrileño aprovechó este viaje vital para componer las canciones de su reciente disco, Back on track. Él no lo sabía cuando estaba en plena naturaleza brasileña, pero al llegar a la ciudad lo expulsó todo. “En aquellos autóctonos parajes de Brasil estaba en el paraíso, acumulando experiencias. Cuando llegué a Buenos Aires, a casa de un amigo, empecé a escribir como un poseso. No podía parar. La mayoría de las canciones del disco surgen de esta aventura”.
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