Maniobras y fracturas
Tania Sánchez acentúa la crisis de Izquierda Unida sin explicar claramente qué pretende
La contradicción entre los propósitos expresados y el resultado de las prácticas políticas resulta bastante evidente. En nombre y reivindicación de la “unidad popular”, Tania Sánchez ha consumado su ruptura con Izquierda Unida, la fuerza con la que ganó las primarias para la candidatura a la presidencia de la Comunidad de Madrid hace poco más de dos meses. La maniobra parece de libro: los electores castigan la desunión interna de los partidos, de modo que acentuar la crisis desde dentro es una de las maneras más probables de incrementar hasta el paroxismo el desconcierto entre los votantes de la fuerza afectada.
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El sector que apoya a Tania Sánchez lo justifica por la guerra con la vieja guardia, la resistencia de esta a la renovación (y a la asunción de responsabilidades políticas por la implicación de IU en la gestión de Caja Madrid) y la falta de apoyo por parte de Cayo Lara. Pero lo que desde luego confirma es la crisis dramática que vive Izquierda Unida, cuyos cuadros políticos dudan entre continuar el trabajo emprendido o situarse en condiciones de jugar un papel futuro en torno a Podemos.
El respaldo obtenido por IU en las elecciones europeas de 2014 (10%, un porcentaje de voto mejor que el de las generales de 2011) le daba una base considerable, pero la potencia atribuida a Podemos hace temer a algunos de los cuadros de IU encontrarse en el campo equivocado. Olvidan que una cosa es negociar una colaboración o convergencia desde una formación organizada —como parece preconizar Alberto Garzón— y otra, muy distinta, rendirse a las condiciones que imponga el partido de Pablo Iglesias para esa operación. Si la batalla fuese realmente de ideas y proyectos, las consecuencias no serían tan negativas como cuando se colocan por delante los intereses inmediatos de los dirigentes, tanto los que se aferran al aparato como los que defienden la renovación.
Lo menos que debería hacer Tania Sánchez es explicar claramente sus proyectos, sobre todo a la vista de la enternecedora invitación que le ha hecho Pablo Iglesias para unirse a Podemos. Nadie sabe aún de las calidades de estos jóvenes dirigentes para gobernar a la ciudadanía, pero empiezan a existir pruebas abundantes de su afición a politiquear y a mantener en la oscuridad sus intenciones. Malos ingredientes para canalizar las ilusiones y los deseos de los que les siguen.
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